[resumen.cl] En Chile, los monocultivos forestales son denominados “bosques” por instituciones públicas como CONAF, desconociendo las diferencias y ocultando las repercusiones y servicios socioambientales de cada uno. En un bosque habita una diversidad de especies y cantidad de individuos que en una plantación forestal estarían impedidos de vivir. Por otra parte, los servicios ambientales propios de un bosque, como la conservación del suelo y del agua; la regulación de temperatura en las zonas aledañas; la fijación de dióxido de carbono; o la provisión alimentaria a través de la caza o la recolección, se pierden cuando un bosque es talado y en su lugar se emplaza un monocultivo forestal.
A pesar de estas circunstancias, abundantemente demostradas, Estados como el chileno y otros tantos del sur global, no han dejado de referirse a las plantaciones forestales como bosques, replicando el modo instituido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), contra el cual se ha iniciado una campaña internacional.
El Movimiento por los Bosques Tropicales, las organizaciones Salva la Selva y TimberWatch han emprendido este 21 de septiembre, Día Internacional de Lucha contra los Monocultivos de Árboles, una campaña para que la FAO reconozca que las plantaciones forestales no son bosques y defina a éstos de manera correcta, proponiéndose juntar miles de firmas respaldando esta exigencia. Afirman que la persistencia en este error tiene consecuencias gravísimas a nivel global, pues los Estados establecen sus políticas públicas orientándose o justificándose tras definiciones como ésta.
En una carta abierta a la FAO, recientemente publicada, aseveran que
“...al definir al “bosque” exclusivamente en función de una superficie mínima de tierra cubierta por un número mínimo de árboles de un porcentaje mínimo de altura y cobertura forestal, la FAO ha promovido activamente el establecimiento de varios millones de hectáreas de plantaciones industriales de árboles, de especies principalmente exóticas, especialmente en el Sur global. Como consecuencia de ello, sólo se ha beneficiado un sector particular: la industria de las plantaciones de árboles”.
En efecto, la definición de “bosque” de la FAO designa como tales a la
“Tierra con una cubierta de copa (o su grado equivalente de espesura) de más del 10 por ciento del área y una superficie superior a 0,5 hectáreas (ha). Los árboles deberían poder alcanzar una altura mínima de 5 metros (m) a su madurez in situ. Puede consistir ya sea en formaciones forestales cerradas, donde árboles de diversos tamaños y sotobosque cubren gran parte del terreno; o formaciones forestales abiertas, con una cubierta de vegetación continua donde la cubierta de copa sobrepasa el 10 por ciento. Dentro de la categoría de bosque se incluyen todos los rodales naturales jóvenes y todas las plantaciones establecidas para fines forestales, que todavía tienen que crecer hasta alcanzar una densidad de copa del 10 por ciento o una altura de 5 m. También se incluyen en ella las áreas que normalmente forman parte del bosque, pero que están temporalmente desarboladas, a consecuencia de la intervención del hombre o por causas naturales, pero que eventualmente volverán a convertirse en bosque.”
Esta descripción permite considerar los monocultivos forestales como bosques, atribuyéndole el mismo valor que a estos últimos y, así, legitimando su expansión. Un caso de esta situación se evidencia en una comunicación de la Corporación Nacional Forestal (CONAF), donde anuncia que “Chile plantó más de 100 mil hectáreas de bosque durante el 2012”. No obstante, cuando detalla las especies plantadas reconoce que “el Pino insigne fue la especie más empleada, llegando al 45,5% de la superficie forestada, en tanto que a nivel de género el Eucalyptus fue el más recurrente, representando el 48,4%.” O sea, en realidad, las species plantadas fueron exóticas, de rápido crecimiento, dispuestas a ser taladas en menos de 20 y 11 años, respectivamente, para lo cual se buscará impedir el crecimiento cualquier vegetación que les represente competencia por medio de la aplicación de sustancias tóxicas.
Es interesante leer también los comentarios aparecidos a continuación del texto, donde un lector realiza la siguiente critica:
“Una plantación forestal no es un bosque. No ofrece ni en cantidad ni calidad los enormes servicios ecosistémicos de un bosque propiamente tal. Por rigurosidad de la institución Forestal del país y sensibilidades que genera el tema -que ya ha sido largamente reclamado y debatido en varias revistas y reuniones. El titulo de este articulo debiera ser: “Chile plantó más de 100 mil hectáreas de plantaciones forestales durante el 2012″.”
Sorprendentemente, el siguiente comentario de respuesta firmado por “CONAF” transcribe la definición de bosque de la FAO, buscando, de este modo, validar el contenido de la cuestionada publicación. De hecho, su respuesta contiene la aseveración que “dentro de la categoría de bosque se incluyen...todas las plantaciones establecidas para fines forestales...”.
[caption id="attachment_31498" align="aligncenter" width="1167"] Captura de pantalla de publicación titulada "Chile plantó más de 100 mil hectáreas de bosque durante el 2012". http://www.conaf.cl/chile-planto-mas-de-100-mil-hectareas-de-bosque-durante-el-2012/[/caption]
Por su parte, el informe “El Estado de los bosques del mundo 2016”, la FAO afirma que
“[En Chile] las plantaciones, que consisten principalmente en pinos y especies del género Eucalyptus, constituyen el 98 % de la producción económica de los bosques. Esto ha reducido la presión sobre los bosques naturales, en los cuales la explotación forestal industrial se redujo del 16,1 % de la explotación forestal total en 1990 al 0,8 % en 2013.” p63.
De esta cita se desprende que las plantaciones forestales son interpretadas como un tipo de bosque (en otros párrafos denominados “bosques plantados”), a diferencia de los “bosques naturales”. También se presenta la actividad de la industria forestal como el aprovechamiento productivo de “los bosques”, como si éstos estuvieran marginados de la vida de las poblaciones humanas y su subsistencia. Y, junto a ello se emite una de las mentiras más recurrentes de la industria forestal, que gracias a la existencia de monocultivos forestales no se explotan los bosques, cuando, en realidad, la expansión de los primeros ha implicado su tala progresiva.
Las organizaciones, además, se refieren a las repercusiones del error de considerar bosques a las plantaciones forestales en el ámbito de las políticas para la contención de la transformación climática, explicando que, equívocamente, se les considera contribuyentes en la reversión de los efectos de la acumulación gases de efecto invernadero, sin considerar que las faenas asociadas a una plantación forestal emanan una cantidad de gases tóxicos superior a la absorbida por sus árboles.
Los autores de la iniciativa concluyen, planteando que
“Es imperioso que la FAO deje de presentar engañosamente a las plantaciones industriales de árboles como “bosques plantados” o ”Silvicultura”, porque los gobiernos nacionales, otras instituciones de la ONU y las instituciones financieras, así como los principales medios de comunicación, seguirán su infeliz ejemplo. Esta forma deliberada de confundir las plantaciones de árboles con bosques engaña a la gente, porque en general los bosques son vistos como algo positivo y beneficioso. Después de todo, ¿quién podría oponerse a los “bosques”?
Por sobre todas las cosas, la FAO debería asumir plena responsabilidad por la fuerte influencia que su definición de “bosque” tiene sobre las políticas económicas, ecológicas y sociales en todo el mundo.
Finalmente, exigen una nueva definición de bosque que refleje las opiniones de los pueblos que dependen de los éstos para vivir.
A continuación transcribimos la convocatoria a adherirse a esta campaña
Estimad@s amig@s,
Hoy, 21 de setiembre, se conmemora el Día Internacional de Lucha contra los Monocultivos de Árboles.
Como parte de las acciones que a nivel internacional se están llevando a cabo, el WRM junto con la organización Salva la Selva y TimberWatch lanzamos en el día de hoy una Carta abierta a la FAO.
A pesar de los numerosos esfuerzos que muchos hemos venido haciendo para que la FAO cambie su errónea y tendenciosa definición de bosques, que permite que un monocultivo industrial de árboles sea llamado de “bosque”, nuestros reclamos no han sido escuchados.
Como resultado de las acciones que se llevaron a cabo el año pasado en el marco del Congreso Forestal Mundial en Sudáfrica, en donde también le fue entregada una carta a la FAO, dicha organización nos respondió minimizando la importancia e influencia que su definición ejerce.
Con eso, la FAO buscó subestimar el hecho de que su definición favorece sobre todo a las grandes corporaciones de la madera y otras que promueven las plantaciones de árboles a gran escala, en detrimento de las comunidades que dependen de sus territorios para su sustento y medios de vida. La influencia que tiene la definición de la FAO afecta sobremanera en las definiciones nacionales así como en procesos internacionales tales como las negociaciones de la ONU sobre el cambio climático.
A través de esta Carta Abierta afirmamos la relevancia que la definición de la FAO tiene y exigimos que la FAO asuma su responsabilidad y ponga en marcha de inmediato un proceso de revisión genuino de su definición de bosque.
El objetivo de hacer esta acción dirigida al FAO es redoblar el esfuerzo!
Desde hoy hasta el día 21 de Marzo del 2017, cuando se conmemora el Día Internacional de los Bosques según la ONU, vamos a juntar la mayor cantidad de firmas posibles. Para eso, invitamos a las organizaciones y movimientos sociales a sumar su firma y a colaborar con la difusión de la carta.
Invitamos a difundir la carta en sus sitios web, redes sociales, a través del “boca a boca”, etc.
Para adherir envíen nombre de su organización y país a la siguiente dirección de correo electrónico: [email protected]
¡Las plantaciones no son bosques!
El equipo del WRM
¿De qué manera la definición de bosque de la FAO lesiona a comunidades y bosques?
Carta abierta a la FAO
Lanzada el 21 de septiembre, Día Internacional de Lucha contra los
Monocultivos de Árboles
En septiembre de 2015, durante el XIV Congreso Forestal Mundial, miles de personas salieron a las calles en Durban, Sudáfrica, para protestar por la polémica definición de bosque que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) insiste en mantener (
1). La definición de la FAO considera que el bosque es básicamente sólo "un conjunto de árboles", sin tener en cuenta otros aspectos fundamentales del bosque, en especial otras numerosas formas de vida tales como otros tipos de plantas, así como animales y comunidades humanas que dependen de los bosques. Del mismo modo, la definición desestima la contribución vital de los bosques a los procesos naturales que aportan el suelo, el agua y el oxígeno. Además, al definir al “bosque” exclusivamente en función de una superficie mínima de tierra cubierta por un número mínimo de árboles de un porcentaje mínimo de altura y cobertura forestal, la FAO ha promovido activamente el establecimiento de varios millones de hectáreas de plantaciones industriales de árboles, de especies principalmente exóticas, especialmente en el Sur global. Como consecuencia de ello, sólo se ha beneficiado un sector particular: la industria de las plantaciones de árboles. Las plantaciones industriales de árboles han sido la causa directa de numerosos impactos negativos en las comunidades locales y sus bosques, los cuales han sido bien documentados. (
2)
En la manifestación de protesta que tuvo lugar en Durban hace un año había quienes llevaban pancartas que decían:
¡Las plantaciones no son bosques!, y terminaron frente a la sede del Congreso Forestal Mundial, organizado por la FAO. En respuesta a un llamamiento de los líderes de la sociedad civil que participaban en la manifestación, un funcionario del Congreso Forestal Mundial salió de la sede para recibir una petición firmada por más de 100.000 personas y grupos de todo el mundo. En la petición se pedía a la FAO que cambiara con urgencia su definición de bosque y que lo definiera por su verdadero significado. Pero una vez más, la FAO no cambió su definición.
No obstante, ocurrió algo nuevo. A diferencia del silencio como respuesta a demandas anteriores de que la FAO cambiara su errada definición de bosque, esta vez la FAO reaccionó a la protesta y envió una carta. Un punto en la carta de la FAO es particularmente interesante. Declaró: “
De hecho, hay más de 200 definiciones nacionales de bosques que reflejan una variedad de partes interesadas en este asunto ….”, y continúa diciendo, “
... para facilitar la comunicación de datos ..., es necesario que exista una categorización mundialmente válida, sencilla y operativa de los bosques”, a fin de que “
permita comparaciones coherentes durante períodos más largos sobre los procesos mundiales de desarrollo y cambio de los bosques”. Con esto, la FAO intenta convencernos de que su función se limita a homologar las más de 200 definiciones diferentes de bosques que tienen los distintos países.
Pero ¿acaso es cierto, realmente, que la actual definición de bosques de la FAO no influyó, en primer lugar, en la forma en que se formularon las 200 definiciones nacionales de bosques? ¿Y tiene razón la FAO cuando aduce que las numerosas y diferentes definiciones nacionales de bosque son el resultado de las reflexiones de una serie de partes interesadas en estos países, minimizando así, una vez más, su propia influencia?
Creemos que lo cierto es lo contrario de que aduce la FAO. En primer lugar, la definición de bosque de la FAO fue adoptada hace mucho tiempo, en 1948. Según un reciente análisis conjunto de diferentes autores acerca de conceptos y definiciones de bosque, “
la definición de la FAO, acordada por todos sus miembros [de la ONU], es la primera que utilizaron todos los países para homologar los informes; la definición adoptada por la FAO sigue siendo la definición de bosque más utilizada hoy en día”. (
3)
Un país que sirve de buen ejemplo para verificar si se está utilizando la definición de la FAO, es Brasil, el país con la mayor cubierta forestal del hemisferio Sur, y según fuentes oficiales, con casi 8 millones de hectáreas de plantaciones industriales de árboles, en su mayoría monocultivos de eucaliptos. En su publicación de 2010 (
4) “Florestas do Brasil” (Bosques de Brasil), el Servicio Forestal Brasileño, un departamento del Ministerio de Medio Ambiente y responsable de las cuestiones relacionadas con los bosques “
... considera como bosque las tipologías de vegetación leñosa que más se aproximan a la definición de bosque de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)”. Como continuación lógica a partir de basar su definición en lo definido por la FAO, se establece que “
Brasil es un país ... de bosques naturales y plantados”, donde por “
bosques plantados” se hace referencia a los 8 millones de hectáreas de monocultivos mayormente de eucaliptos. Por lo tanto, la forma en que el gobierno de Brasil define un bosque no es el resultado de un proceso que “
... refleja una variedad de partes interesadas en este asunto”. Por el contrario, es más bien una consecuencia de lo que ya fue determinado por la FAO.
Pero la influencia que tiene la definición de bosque de la FAO va más allá de tan solo determinar las definiciones nacionales en esa materia. En estos tiempos de cambio climático, la definición de la FAO ha sido el principal punto de referencia para definir lo que es un bosque en el marco de la Convención de la ONU sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Al adoptar la estrecha definición de la FAO basada en el concepto de la presencia de madera, la CMNUCC también ha promovido la idea de que los bosques son una superficie de tierra que sólo contiene árboles. Para la CMNUCC, lo que importa son principalmente los árboles de un bosque, debido a su capacidad de almacenar carbono a medida que crecen, y no las comunidades que dependen de los bosques. Esas comunidades afectadas se han visto perjudicadas aún más por las restricciones al uso de los recursos del bosque impuestas por “los proyectos de compensación de carbono forestal”, también denominados a menudo proyectos REDD+.(
5) Una definición de bosque centrada exclusivamente en los árboles abre la puerta a la inclusión de los “bosques plantados” - léase: plantaciones industriales de árboles -. Es una manera totalmente falsa de “reducir la deforestación y la degradación de los bosques” pero que se acepta como opción válida en el Convenio sobre el Cambio Climático, por la que supuestamente el carbono puede ser secuestrado de la atmósfera y ser almacenado de forma permanente. En la práctica esto es sólo otra oportunidad de lucro para la industria de las plantaciones de árboles, y resulta una gran amenaza para las comunidades afectadas por la tendencia a expandir plantaciones de árboles para la función de “sumideros de carbono”.
Tras las últimas negociaciones de la CMNUCC, recientemente los países han estado modificando su legislación forestal, con la esperanza de atraer a los llamados “fondos para el clima”. Como era de esperar, las definiciones utilizadas se basan en gran medida en la definición de bosque de la FAO. En Mozambique, por ejemplo, en un taller realizado sobre REDD+, un consultor propuso una nueva definición de bosque para el país. Al igual que la definición de la FAO, también se basa en la presencia de árboles, definiendo que un bosque es una superficie con “
… Árboles con el potencial de alcanzar una altura de 5 metros en la madurez …” También en Indonesia, la presentación del Ministerio de Medio Ambiente y Bosques a la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático, en 2015, declaraba que, para definir sus bosques, se había “
... ajustado a la definición de bosque de la FAO …”. Una vez más, una definición que define y valora un bosque exclusivamente a través de sus árboles, y que divide a los “bosques” en una serie de categorías diferentes, entre ellas “bosque natural” y algo que llaman “bosques de plantación”. (
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La definición de bosque de la FAO también influye en las acciones de las instituciones financieras y de desarrollo que promueven actividades a partir de la madera, como la tala industrial de bosques, las plantaciones industriales de árboles y las compensaciones de carbono REDD+. El principal ejemplo es el Banco Mundial, que como parte del conglomerado de las Naciones Unidas se ha asociado con la FAO durante décadas en una serie de iniciativas relacionadas con los bosques. Recientemente, unieron nuevamente sus fuerzas en uno de los planes más ambiciosos lanzados durante la COP 21 de la CMNUCC en París, la llamada “Iniciativa Africana de Restauración de Paisajes Forestales” (AFR100). (
7) Dicha iniciativa pretende abarcar 100 millones de hectáreas de tierras deforestadas a las que se denominan “degradadas” en diferentes países africanos boscosos. El Banco Mundial proporcionará mil millones de dólares para este plan. Pero para comprender lo que el Banco Mundial considera como “reforestación”, es crucial ver cómo el propio Banco define un bosque. Como cabía esperar, su definición también está tomada de la de la FAO, y describe un bosque como “
una superficie de tierra … con cobertura (o nivel de espesura equivalente) de más del 10%, con árboles que …” (
8) Al definir a los bosques de esta manera, el Banco Mundial abre la puerta de par en par para que las empresas que expanden sus plantaciones de monocultivos de árboles en gran escala en los territorios de las comunidades de África, formen parte del ambicioso plan de “restauración” que promueve junto con la FAO y otros socios. La propuesta AFR100 se parece mucho al fallido Plan de Acción Forestal en los Trópicos (PAFT) de la década de 1980, que también fue ideado por el Banco Mundial en colaboración con la FAO.
Observaciones finales
Es imperioso que la FAO deje de presentar engañosamente a las plantaciones industriales de árboles como “bosques plantados” o ”Silvicultura”, porque los gobiernos nacionales, otras instituciones de la ONU y las instituciones financieras, así como los principales medios de comunicación, seguirán su infeliz ejemplo. Esta forma deliberada de confundir las plantaciones de árboles con bosques engaña a la gente, porque en general los bosques son vistos como algo positivo y beneficioso. Después de todo, ¿quién podría oponerse a los “bosques”?
Por sobre todas las cosas, la FAO debería asumir plena responsabilidad por la fuerte influencia que su definición de “bosque” tiene sobre las políticas económicas, ecológicas y sociales en todo el mundo. La petición 2015 que fue presentada a la FAO en Durban declara que la FAO se describe en sus principios fundacionales como un “foro neutral donde todas las naciones se reúnen como iguales”. El cumplimiento de este enunciado exige, entre otras cosas, que la FAO revise urgentemente su definición de bosque, y que de una definición que refleja las preferencias y perspectivas de las empresas de la madera, la celulosa y el papel, el caucho y el comercio de carbono, pase a una definición que refleje las realidades ecológicas así como las opiniones de los pueblos que dependen de los bosques. A diferencia de la influencia dominante que actualmente tienen las industrias de la madera en la FAO, un proceso transparente y abierto para establecer definiciones nuevas y apropiadas de bosques y plantaciones de árboles también debe dar participación de manera efectiva a las mujeres y los hombres que dependen directamente los bosques y, por tanto, los protegen.