[Por Pedro Fernández / Punto Final] En el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello (ICIC) de La Habana se presentó, el 15 de marzo, el libro Ahora es tu turno, Miguel , frase que se atribuye al presidente Salvador Allende en La Moneda el 11 de septiembre de 1973.
El libro contiene una recopilación de documentos del secretario general del MIR de Chile, Miguel Enríquez Espinosa, y trabajos presentados el 2 y 3 de diciembre de 2014 en un coloquio en La Habana con motivo del 40° aniversario de la caída en combate del revolucionario chileno.
La selección y edición de la obra estuvo al cuidado de los investigadores cubanos Rosario Alfonso y Fernando Luis Rojas. En la presentación de Ahora es tu turno, Miguel participaron el ex presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Ricardo Alarcón; los ex funcionarios del Departamento América del Comité Central del PCC, Néstor León, Tony López y Juan Carretero; el historiador Rafael Acosta; Germán Sánchez Otero, ex embajador cubano en Venezuela; profesores y niños de la Escuela Primaria Miguel Enríquez; personal del Hospital Docente Miguel Enríquez, de La Habana; el embajador de Chile, Ricardo Herrera Saldías y señora; la encargada comercial de la embajada, Constanza Gajardo y numerosas otras personas.
MIGUEL ENRIQUEZ PARA JOVENES CUBANOS
Presentaron el libro la investigadora Rosario Alfonso Parodi y el director del ICIC, Fernando Martínez Heredia. En su intervención, Rosario Alfonso destacó el trabajo de Guillermo López Lezcano, que transcribió las ponencias incorporadas al libro, del compilador Fernando Luis Rojas, la editora Silvia Gutiérrez, de los ex militantes del MIR Guillermo Leiva y Manuel Gahona, y de Leonardo Chacón y José Bórquez, que tuvieron a su cargo la edición del libro en Chile.
Rosario Alfonso recalcó el interés del libro para las jóvenes generaciones cubanas. Señaló: “Es verdad que muchas cuestiones de orden práctico dimanan de la necesidad de una revolución de mantenerse al servicio del pueblo y del proyecto que la ha fundado; pero una de estas preocupaciones tiene que ser la salvaguarda de la memoria, de los hechos y sujetos que la han edificado (…) Los que buscan restaurar el capitalismo tendrán que erigir las catedrales sin santos de la desmemoria, tendrán -y ya lo intentan- que des-semantizar las palabras revolución y revolucionario, y volver a las palabras nación y patriota (…) Por esa razón debemos denunciar en nombre de Miguel a los que excomulgan el recuerdo del internacionalismo combatiente, a los que colocan bajo siete llaves la memoria de hombres y mujeres que vinieron aquí a nutrirse de la vivencia cubana, de la certeza de los cubanos de que la libertad de los otros era tan importante como la libertad individual. Esa obra de amor que era Cuba, les inspiró, los armó para irse allá lejos a echar la vida por sus ideales (…) Debemos denunciar a los culpables de que hasta los protagonistas cubanos de estas hazañas, que acompañaron a los héroes, sientan que deben hacer un ejercicio de humildad mayúscula y silenciar también la historia de su propia vida, que es su mayor orgullo y su asidero para seguir (…) Fidel en Chile percibió el peligro agazapado del fascismo, se encontró con Miguel muchas veces. Miguel lo admiró, escuchó y atendió con fascinación por largas madrugadas de diálogo, aunque nunca sin dejar de tener criterio propio”.
EL EJEMPLO DE MIGUEL
Por su parte, el filósofo y Premio Nacional de Ciencias Sociales de Cuba, Fernando Martínez Heredia, trazó una semblanza de Miguel Enríquez al que conoció en Chile en 1967, en una reunión clandestina que organizó el director de Punto Final , Manuel Cabieses. “Sostuvimos -dijo- una reunión larguísima. Miguel me explicó lo que era el MIR, organización incipiente, fue muy honesto y no exageró nada”. Luego vinieron otros encuentros, esta vez en La Habana. “Miguel -agregó- fue uno de los intelectuales más capaces y brillantes entre los revolucionarios latinoamericanos de aquella época”.
Más adelante Fernando Martínez expresó: “A Miguel le tocó vivir en una etapa sumamente complicada. Chile era un país más avanzado que muchos otros de América Latina (…) Esa acumulación cultural nacional ayudaba a los chilenos a que poseyeran una actitud revolucionaria, a tener más posibilidades de desarrollo. Pero el capitalismo chileno, aunque subalterno respecto del imperialismo, había conseguido una compleja elaboración del tejido social y el sistema político, que lo protegía mejor que a otros contra una transformación verdadera, contra una revolución de liberación. La cultura de la dominación articulaba en Chile lo político y lo social. Tenía una política de partidos eficaz con sus tres tercios: una Izquierda amplia, diversificada y lejos de ser unitaria; un partido de centro como la DC, moderno y muy capaz -que podía incluir a un Jacques Chonchol y a un Rafael Agustín Gumucio- y una derecha como opción conservadora bien constituida (…)
Recuerdo que dos chilenos, dos buenos compañeros, trataron de convencerme de que la insistencia cubana en el imperialismo norteamericano y otros argumentos nuestros se debían a que en Cuba ‘siempre hubo dictaduras’, mientras que en Chile había democracia, funcionaba la institucionalidad y los militares respetaban la Constitución. Hasta los documentos de la OLAS(1) llegaron a plantear que la lucha armada era la vía para liberar América Latina, menos en Chile y Uruguay. Miguel estaba totalmente en desacuerdo con que Chile era una excepción. Al año siguiente me entregó un texto suyo llamado ‘La violencia en Chile’, escrito a mano, con una letra enorme. Reivindicaba y explicaba por qué era necesaria la opción armada para Chile, contra las ideas de casi todo el espectro político chileno (…)
En la trágica coyuntura del 11 de septiembre, Miguel y un grupo de sus compañeros combatieron con las armas a los golpistas. A continuación el país fue sometido a un mar de sangre y represión, pero también Miguel alcanzó su mayor gloria. Durante trece meses de resistencia armada, con total desprecio de la vida, se negó a la opción del exilio calificándola de deserción, no por razones morales sino políticas, porque así se le quitaba al pueblo la oportunidad de seguir luchando (…)
Confío en que va a venir un tiempo muy diferente al que estamos viviendo en América Latina. Cuando avance otra vez la rebeldía contra el imperialismo y el capitalismo, el aporte hecho por Miguel Enríquez a la cultura revolucionaria -y no solo su heroico ejemplo- brindará muchos más frutos de los que ya ha dado. Entonces aparecerán nuevos jóvenes desconocidos, que emprenderán el camino de la lucha y retomarán las ideas de liberación, pero desde un punto de partida más alto que el de hace 50 años: el que nos han dejado los que pelearon y pensaron como hizo Miguel Enríquez”
En La Habana
(1) Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), creada en agosto de 1967 en La Habana.
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 872, 31 de marzo 2017.