LITERATURA| Argentina Noir

Revisar la narrativa policial y negra argentina es siempre un agrado que complementa el de la lectura y relectura. Y no hablo ahora de los escritores de siempre, ya clásicos, sino de nuevas producciones, nuevos libros, nuevos autores, mujeres y hombres. Para aterrizar la cosa desde el inicio, me permito afirmar que la literatura argentina del género es la más rica, variada y sostenida que se ha escrito en lengua castellana. No hay ninguna que le compita. Tal vez España se le haya aproximado en cantidad y calidad durante los últimos años, pero en el resto de nuestros países, aunque vamos con pie firme y tenemos nuestros créditos, estamos a la zaga en relación a la abundancia y enjundia argentina.

Bartolomé Leal / Trazas Negras

De Argentina son los pioneros que abonaron el terreno para que se lograran cosechas contundentes en el género policial/negro a lo largo del siglo XX y en el 20% que ha corrido del siglo actual. En 1943 Borges y Bioy Casares sacaron una antología del cuento policial (con segunda parte en 1951) que incluyó la obra a dúo de ellos mismos, con el seudónimo de H. Bustos Domecq. Así se estrenó en sociedad su investigador don Isidro Parodi, un ex peluquero que cumple sentencia en un presidio desde donde resuelve intrincados enigmas. Establecieron con eso un elemento clave en la crítica del género: la filiación del detective. El de ellos tenía algo de Sherlock Holmes, del Viejo en el Rincón (de la baronesa de Orzcy), de la Máquina de Pensar (de Jacques Futrelle) y del chevalier Auguste Dupin de Poe. La tradición inglesa del enigma aunque también la norteamericana.

Sin embargo, hubo algo más: el toque local, que quedó instalado en el género policial argentino. El folklorismo estilizado de Parodi (vaya nombre significativo) es hilarante. Con esto, el humor reivindica su lugar en el género. Y algo más: un perfume fantástico y fantasioso, no por nada se trataba de Borges y Bioy Casares. Luego vendrían otras influencias, claro está, sobre todo de la escuela “dura” gringa. Por cierto, olvidaba señalar a algunos pioneros adicionales. En la citada antología de ambos amigos se incluye a los compatriotas Manuel Peyrou, Silvina Ocampo y Adolfo Pérez Zelaschi. María Angélica Bosco fue incluida en la colección El Séptimo Círculo.

Un pequeña antología de 1981 debida a Jorge Lafforgue y Jorge Rivera, exclusiva con autores argentinos, agrega a otros adelantados: Paul Groussac, Horacio Quiroga (uruguayo), Enrique Anderson Imbert; y más adelante, Eduardo Goligorsky (conocido por su obra en la ciencia-ficción) y Ricardo Piglia. Los lectores podemos agregar a Osvaldo Soriano, Juan Carlos Martini y Rodolfo Walsh, cada cual con una voz diferente y original en su aproximación al noir. Los argentinos no se quedaron allí y siguieron avanzando. En un viaje a Buenos Aires nos hicimos del libro In Fraganti. Los mejores narradores de la nueva generación escriben sobre casos policiales (Mondadori 2007), una selección de Diego Trillo Trueba. El salto de siglo trae otros nombres.

Desde ya los dos cuentos que abren el libro. “Ángel de la guarda” de Mariana Enríquez, que empieza así: “Lo estaban matando entre los dos...”; y “Matador” de Leonardo Oyola, que también aporta un comienzo arrollador: “Yo solo era carne fresca cuando entré (al presidio)”. Son dos cuentos feroces de autores mayores del noir actual en Argentina. Mariana Enríquez posee un registro más amplio, que integra el horror y la ciencia-ficción en su forma de narrar. Los toques de locura y misticismo acercan su cuento al género fantástico. Su estilo ha sido por eso calificado de lumpen-gótico, un apelativo que le calza. Una refinada prosa coloca a Enríquez a la cabeza de la narrativa argentina, lo que combina con su labor de periodista. Un magnífico comienzo de la antología y su punto más alto.

Otros autores y autoras destacan para mi gusto en el volumen, con sus cuentos: “Fuego chino” de Juan Terranova, “La puerta de bronce” de Anna Cecchi y “El oreja” de Juan Diego Incardona. Aunque también contribuyen al libro Romina Doval, Alejandro Parisi, Diego Erlan, Julián Urman, María Molteno, Hernán Vanoli, Maximiliano Matayoshi, Pablo Ali, Violeta Gorodisher, Gisela Antonuccio, Pablo Toledo, Marina Kogan, Pablo Plotkin, Patricia Suárez, Germán Maggiori y Federico Falco. Nombres para buscar y seguir.

Sería imperdonable no sacar algunas conclusiones de la selección propuesta en In Fraganti: 1) la energía de las nuevas generaciones de narradores argentinos, ellos y ellas buscan no desmerecer frente a sus mayores; 2) no se trata de una literatura de salón, que rehuya las problemáticas sociales y políticas de su país; 3) se mantiene fiel a una tradición del género negro, a menudo con toques fantásticos, de cabal solidez en Argentina; 4) aunque se trate de casos “reales”, manoseados en la prensa, no hay la menor intención de hacer registro documental ni mucho menos de desparramar mensajes moralistas.

En el libro El crimen tiene quien le escriba (LOM 2016), con cuentos negros y policíacos latinoamericanos, el compilador Ramón Díaz Eterovic incluyó a cuatro autores y una autora argentinos: Mempo Giardinelli, Fernando López, Guillermo Orsi, Juan Sasturaín y Claudia Piñeiro. Por cierto un quinteto de valiosos exponentes del noir argentino. Dedicados al género, productivos y comprometidos, no solo con la escritura sino también en la organización de eventos, dando conferencias y cursos, parlando en la tele, colaborando con el cine, dirigiendo revistas y colecciones. Importante es la inclusión de otra gran dama del noir argentino, como es Claudia Piñeiro, Su cuento “Samantha Dubois” es una breve joya de suspenso e ironía, hasta la última palabra. No puedo sino señalar también mi predilección por el cuento de Orsi, “Sospechas de lo eterno”, donde retrata el alma negra y cinéfila de un sicario que prepara un feminicidio con la meticulosidad de un artista, pero… Y el cuento de Juan Sasturaín, “Versión de un relato de Hammett”, que es puro jolgorio noir.

El quinto y más reciente libro que quiero mencionar es la antología Buenos Aires Noir (Alfaguara 2019), una compilación hecha por Ernesto Mallo que me llega con una viajera pre-pandemia. Desde ya, la grata sorpresa de la inclusión de dos primeras damas del noir argentino: la ya apuntada Claudia Piñeiro con su cuento “La muerte y la canoa”, ambientado en el barrio de San Telmo; y María Inés Krimer que sitúa en Monte Castro su cuento “Quema, quema”. La acción transcurre en un gimnasio malacatoso de barrio, donde la transpiración lleva al fuego, los olores al humo, los personajes al pasado, la calle abrasadora a la muerte. Violencia entre mujeres, un tema caro a María Inés. Tal vez el punto más alto en este libro, por una autora avezada como María Inés Krimer, de extensa y premiada obra novelística. Señalo de paso que varios relatos de la compilación que comento, y pido perdón, no están a la altura de la tradición bonaerense del noir.

El cuento de Claudia Pilñeiro es una curiosidad. Se trata de una versión con otro título y extensión del cuento “Samantha Dubois” que elogiábamos arriba, lo cual es un recurso que muchos autores hemos tenido que usar alguna vez, por diversas razones. Lo extraño es que este asunto de la doble publicación es casi idéntico al del cuento mismo, como si el autoplagio fuera una forma de castigo infernal cuya única afectada es la escritora, ya que no la autora o autor del libro imaginario en el cuento. Les protege ser ficticios. Recomiendo leerlo como ejercicio pedagógico para escritores y escritoras. ¿Cuál es mejor, la versión corta o la larga? ¿Se podría reducir a cuento brevísimo o ampliar a novela? ¿Dará para guión de cine o teleserie?

Bromas aparte, en esta compilación de catorce cuentos, que respeta la paridad fifty-fifty entre autores machos y hembras, hay otros cuentos destacables, como el del bien conocido y apreciado Pablo de Santis, “Una cara en la multitud”, con el tópico cortaziano del fotógrafo que descubre en una serie de imágenes una situación que escapa a su oficio. “El onceavo dorado” de Gabriela Cabezón Cámara, una estrella literaria emergente, narra con estilo sólido y depurado, nada de convencional, una historia de especulación inmobiliaria, atentados, droga, sexo y fantasías criminales. Los y las demás incluidos/as en la compilación (la edición no incluye biografías ni bibliografías), son: Inés Garland, Verónica Abdala, Elsa Osorio, Inés Fernández Moreno, Alejandro Parisi, Alejandro Soifer, Enzo Maqueira, Leandro Ávalos Blacha y Ariel Magnus.

Bueno, estas son las compilaciones que hemos revisado, seguramente hay muchas s. Otros enfoques para el tema son posibles. Otros autores citados o señalados. No han salido mencionados en esta apurada nota autores y autoras de enorme valor en la literatura policial argentina (cuando hay tanta variedad y calidad, más de uno o una puede faltar en las compilaciones revisadas), y señalo a Raúl Argemí, Horacio Convertini, Néstor Ponce, Mercedes Giuffré, Esteban Llamosas y Guillermo Martínez. Esto sin contar el “boom” de mujeres escritoras que los argentinos celebran y que esperamos leer algún día, y por ahora solo menciono sus nombres (cortesía de la red): Florencia Etcheves, Patricia Sagastizábal, Alicia Plante, Carolina Cobelo, que se suman a las ya mencionadas antes, que testimonian no solo la vigencia sino la fertilidad del noir argentino en estos tiempos de turbulencias sociales y sanitarias.

Este artículo ha sido publicado en el cuarto número de la revista que puede ser adquirida a través de su sitio web trazasnegras.cl

Imagen de referencia extraída de delarealidadalsuenio.blogspot.com

https://www.youtube.com/watch?v=pZ45eT5X-5M
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