La sangre y los cuchillos, cuarto trabajo del escritor y guionista Simón Soto, configura una realidad repleta de soledades y aventuras de sus protagonistas, pertenecientes en ocasiones a la cáfila hampona del popular barrio “Matadero Franklin”, condimentando las sufridas historias de vida con elementos propios del género noir. Sangre, pasión y sordidez al borde de lo increíble asoman en cada una de las 134 páginas del libro publicado el 2020 por Editorial Planeta y que se constituye en palabras del autor en “una suerte de spin-off de Matadero Franklin”, novela publicada el 2018 por la misma editorial.
HACHE / Trazas Negras
Cinco cuentos componen el trabajo de Soto, cada uno es un relato que involucra al lector en las situaciones que corren a pelo a lo largo y ancho del libro. En “La última noche” nos encontramos con Torcuato Cisternas, un mafioso que busca ascensión y consolidación en los territorios y negocios que controla, a partir de la violencia y el terror. “El combate bonaerense” es una historia conmovedora, una pelea de box en Buenos Aires que termina viajando más allá del ring, invitando a sus personajes a vivir con intensidad los sueños y anhelos de quienes nacieron en la oscuridad y de pronto la vida abre las persianas del éxito frente a sus ojos. El tercer cuento, “Los amigos de Dávila Larraín” es la historia de Eduardo Marín y Mario Leiva, dos hermanos del destino que el mundo separa y contrapone en el futuro a partir de las virtudes y decisiones de cada uno. “La sangre y los cuchillos” nos invita a visualizar y a recorrer las cantinas y callejones del barrio Matadero a partir de una sabrosa prosa poética que nos evoca el Chile popular de mediados del siglo XX, consolidando el paisaje cotidiano donde transcurre el resto de la historia. “Juan Diablo” es el relato que pone fin al libro, la historia mítica de un presidiario, a simple vista un sanguinario brutal, pero al final, una víctima de su entorno y miseria cultural. Este relato nos hace cuestionar los orígenes de la violencia en el mundo popular, adentrándonos en los valores y códigos de sus protagonistas.
La Sangre y los cuchillos es una invitación a recorrer las calles y cantinas del Matadero Franklin para sentarse en una mesa y, jarro de pipeño en mano, conversar con sus habitantes, trabajadorxs y pobladorxs del “matadero” de mediados del siglo XX, personas con vidas asentadas en principios y valores intransables que dan profundidad y dignidad a sus existencias, en medio de un caos que pareciera no detenerse nunca ni discriminar a nadie en su impacto.
Los relatos se sostienen en descripciones que demuestran un amplio conocimiento por parte del escritor del mundo que busca ficcionar, convocando al lector a retornar a un ambiente que pareciera enterrado bajo el concreto de la modernidad pero que aún existe en lo recóndito de la ciudad, gran escenario que rodea la vida de los personajes cuyos diálogos transitan entre lo trascendente y lo cotidiano, dejando entrever que, a pesar de la pobreza, existe una profundidad absoluta en las a veces sórdidas situaciones que transcurren a lo largo de las historias. Boxeadores, matarifes, mafiosos y una variedad de personajes que conviven a duras penas a pesar de los fugaces éxitos de sus empresas.
A lo largo de la lectura del libro fue casi imposible no evocar algunos de los trabajos narrativos de Luis “Paco” Rivano, situando el trabajo de Soto como un aporte a la literatura noir que apunta a visibilizar los sectores marginales de nuestra sociedad desde una perspectiva reflexiva, otorgando frescura y continuidad a las letras que se atreven a retratar la vida que se desarrolla en los barrios populares de nuestras ciudades, abordándolos con una visión que rompe con el estigma netamente delictual que se les ha impuesto desde los discursos del poder promovidos por medios incapaces de problematizar la realidad de cientos o miles de personas que son categorizados como delincuentes sin más. Simón Soto acerca las alegrías, tristezas y miserias de personajes que históricamente nos han obligado a creer lejanas y en otras ocasiones hasta folclóricas, como una caricatura de un Chile que nunca hubiese existido. La apuesta es de envergadura y apunta hacia el futuro, renovando y alimentando con profesionalismo las estanterías de la literatura criminal en nuestro país.
Cabe destacar el trabajo artístico de la portada, a cargo de Gonzalo Martínez quien en una simple imagen nos introduce al desbordante contenido del texto, que en definitiva es altamente recomendable para todos los y las amantes del género negro y criminal, o que busquen ampliar el mundo narrativo propuesto por Simón Soto en su novela Matadero Franklin.
Este artículo ha sido publicado en el décimo primer número de la revista que puede ser adquirida a través de su sitio web trazasnegras.cl
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