Ha llegado el tiempo de la Luna de los Brotes Cenicientos, me dice la lluvia que esta madrugada ha despertado a mi casa sola. Ha llegado el otoño en este pequeño rincón del Universo que es la Tierra, más exactamente (como sabemos), en esta mitad del planeta en que viajamos..., ¿hacia dónde? ¿Cuál es el misterio?, se sigue preguntando el niño que habita en mi espíritu, se pregunta el anciano que se refugia en mi corazón y se refleja ya en el fondo del espejo. En el canto de los treiles veo el mojado verdor de los pastos de nuestra comunidad, percibo el estremecimiento de los bosques cuyas hojas estarán brillando como la Luna Llena de este recién pasado mes
Ahí –en marzo- estuvo la Luna, sujetándose en el cielo Azul, frunciendo el ceño, intentando comprender un poco más de esta extraña especie que es la humanidad; “todos tenemos nuestro lado oscuro”, se habrá dicho a 356.577 kilómetros de nosotros (por cuarta vez desde el año 2005 dicen los científicos). Sigue sonando la lluvia sobre el zinc. Cómo no recordar ahora el frío otoño de París que hace algunas semanas atrás anduvimos con mi hija Gabriela Millaray; cómo no recordar la nieve de Varsovia. Nunca había sentido tan fuertemente la memoria de las guerras mundiales como en esa ciudad polaca dos veces reconstruida. Varsovia, una ciudad llena de sitios que rememoran la tragedia que desde el silencio grita la ira cobarde e inútil de la exclusión del hombre por el hombre; la pretendida superioridad de algunos
Vivimos un tiempo en que la Tierra / la Naturaleza cumple un ciclo y nos remece con su ánimo de continuar viva a pesar de la depredación con que la acometen unos pocos que ya conocemos, ésos ahora multimillonarios que no se sacian de dinero. La prepotencia humana, que se expresó de modo terrible entonces en Hiroshima y Nagasaki, ha vuelto hoy como develada arrogancia en Fukushima. Más sufrimiento humano viviéndose y por venir. Se dice que la nube nefasta de los reactores nucleares avanza hacia Alaska y Estados Unidos, ¿triste casualidad / causalidad? Desde luego, nadie quedará excluido de sus nefastas consecuencias, pues el sistema capitalista se encarga siempre de repartir equitativamente su negatividad
Y en la cotidianidad de la provincia: los mapuche que hoy -como los chilenos- hemos “asimilado” la tecnología (que no inventaron los mapuche ni los chilenos) estuvimos –como es recurrente- más de mediodía sin electricidad, ahorro de energía dice / dirá el gobierno, ¿para quién?; argumentan que la lluvia torrencial y constante de los últimos meses no fue suficiente, pero olvidan -no conviene al populismo de su discurso- la desertización creciente que están provocando las transnacionales del pino y eucalipto. Es parte de nuestra lucha que ejercemos desde el lugar que nos ha tocado; en mi caso, desde la escritura. Reitero, creo que la poesía –Palabra Poética y no únicamente versos- es una manera de vivir (que implica también recuperar) y no una “avivada” como dice un intelectual chileno que pretende además establecer que es lo mismo en este país de “blancos” ser mapuche o ser chileno. “Creo en la lucha del pueblo mapuche. No en la literatura mapuche. Casi todos los poetas mapuche escriben desde Jorge Teillier o Gonzalo Rojas o Trakl. Teillier era un eurocéntrico de corte provinciano (...)”, dice el poeta capitalino. La obra de tales poetas es patrimonio de todos, me parece. Tanta certeza casi siempre tiene origen en el desconocimiento. Invito al poeta –que me disculpe por mi atrevimiento- a informarse respecto de nuestra tradición poética (los vlkantun); y si quiere ayudar a la lucha del “pueblo mapuche” lo invito a manifestarse en favor de su colega poeta Mauricio Huaiquilao que estuvo más de dos años preso y cuyo proceso de preparación del juicio –en el que la Fiscalía intentará condenarlo- empieza en un par de semanas más (le informo que para la Justicia del Estado la principal “evidencia” de que es un “terrorista” son unos poemas que ahora son parte de su libro “Bitácora Guerrillera”)
Como constatamos, la ideología ciudadana de Estado (al igual que la prepotencia dictatorial que quedó / y se multiplicó en muchos / muchas) se expresa en medios de circulación nacional como en pleno siglo pasado y antepasado, arreduccionándonos permanentemente: los mapuche buenos versus los mapuche malos..., aunque son violencia casi subterránea –desde luego- comparada a la violencia abierta y brutal de la Justicia (¿?) chilena que ha encarcelado a mucha de nuestra gente y que ha aplicado y puede aplicar la “ley antiterrorista” a cualquiera de nosotros por el sólo hecho de defender la naturaleza o solidarizar con los perseguidos por ello. Los poderosos que siguen imponiendo –a sangre y fuego- “su” legalidad sobre nuestra legitimidad. Sus Tribunales de Justicia que en plena “democracia” primero absolvieron y enseguida condenaron a cinco años de cárcel a nuestros Lonko Pascual Pichun y Aniceto Norin y que el mes recién pasado condenaron a 20 y 25 años de cárcel a nuestros hermanos Ramón Llanquileo, José Huenuche, Jonathan Huillical y Héctor Llaitul, mientras por otro lado no ejerce su acción de justicia (es coherente, está claro) ante el terrorismo de las empresas forestales, mineras, hidroeléctricas, etc.; ni ante el terrorismo de los policías asesinos de nuestros jóvenes. No es entonces una afirmación antojadiza decir que para nosotros los mapuche no ha habido ni hay Estado de derecho: nuestra Gente siempre ha sido perdedora ante la Justicia del Estado chileno. Ni hemos vivido “su” democracia, si esta significa participación e igualdad en la diversidad
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