Lolas todas, el 8 de marzo es nuestro día. Allá por el año de 1857 demostramos nuestra capacidad de lucha.
Siempre los poderosos nos quisieron dominar. Ahí tienes a Pablo, ese perseguidor de los cristianos, que después domesticó al cristianismo pero con la condición de marginarnos. “Las mujeres deben respetar a los maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer” dice en su Epístola Ad Ephesios. Puros adefesios.
Hasta nos quieren echar la culpa de todos los males. Dicen que viviríamos en el Paraíso Terrenal si Eva no hubiera comido del árbol. Pero ¿qué árbol era? El “del bien y del mal”. No daba frutos sino que conocimientos y vergüenzas. Y ¿qué Dios es ese que nos da libre albedrío pero no quiere que sepamos lo que es bueno y lo que es malo?
Eva solo completó la labor de Dios. Pero lo perfeccionó de puro rebelde. Y desde ahí fuimos rebeldes siempre. Y aquí en está nuestra América dimos claras muestras de eso. Desde esas mujeres que lucharon contra el dominio español: Micaela Bastidas y Bartolina Sisa más al norte. En el Wallmapu la guapa Janequeo, que hay quienes creen que sólo es nombre de calle. Y ellas no luchaban por un Estado de los hijitos de europeos como al final fue, querían un país de todas las sangres.
En los mismos tiempos de Bartolina Sisa, pero al otro lado del Atlántico, se daba la Ilustración. Se realizan las primeras formulaciones del deísmo, el ateísmo y el satanismo y se estudia la naturaleza desde el punto de vista científico. Teníamos derecho a creer que los adefesios de Pablo se irían de paseo. Pero fueron reemplazados por los de Juan Jacobo. En su Emilio, Rousseau dice: “La mujer está hecha para someterse al hombre”. Perdóname Juanjo, pero eso no va conmigo.
Y se hizo la Revolución Francesa y con ella la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano' de 1789. Leyeron bien. Del hombre y el ciudadano. Fue necesario que Olympe de Gouges la completara con la Declaración de Derechos de la Mujer y la Ciudadana. El librito comenzaba con una pregunta: “Hombre, ¿eres capaz de ser justo?”. La respuesta se la dieron en la guillotina.
Ya en el siglo XIX la mujer era parte importante del movimiento obrero. Y un 8 de marzo de 1857 tenían ocupada una fábrica pidiendo la igualdad salarial, la disminución de la jornada laboral a 10 horas y un tiempo para poder dar de mamar a sus hijos. El patrón tuvo una brillante y calurosa idea: incendiarlas a todas. Murieron 146. Pero quedamos millones y seguimos la pelea.