[Por Daniel Mathews/resumen.cl] En las últimas semanas hemos publicado en Resumen tres artículos sobre las pugnas imperialistas entre Estados Unidos, China y Rusia y como se están expresando en el invierno que le ha seguido a la “primavera árabe”. En el caso sirio en verdad infierno. Quien haya seguido esos artículos se ha llevado, sin embargo, una imagen parcial del acontecer mundial. Las pugnas que se producen por arriba son acompañadas por luchas que se mueven por abajo. En las últimas dos décadas se han producido varias dinámicas en el movimiento popular de escala internacional.
A fines de los años 1990, la crisis del capitalismo, las políticas de austeridad y los desastres del desarrollo capitalista han tenido como consecuencia, en primer lugar, una convergencia de los movimientos sociales. El sindicalismo, el feminismo, el movimiento LGTB, el movimiento ecológico y otros movimientos democráticos. Pero ello no compensaba la crisis general del movimiento obrero proveniente de la caída de Muro de Berlín y de la pérdida de credibilidad de la alternativa socialista. Era un movimiento social cada vez más fuerte, pero carente de una perspectiva anticapitalista. Organizaciones portadoras de exigencias de justicia social e igualdad, pero sin proyecto de emancipación social.
En América Latina llegaron gobiernos neodesarrollistas que cuestionaron el neoliberalismo pero sin transformar las condiciones de existencia de las poblaciones a un nivel que permitiera volver a dinamizar las perspectivas de emancipación social. Las políticas económicas extractivistas permitieron una redistribución de las riquezas hacia las clases populares sin poner en cuestión las estructuras y la propiedad capitalista de los medios de producción. Actualmente, la evolución del gobierno brasileño, ecuatoriano, boliviano y venezolano llega al final de una fase. Los movimientos sindicales y sociales se vuelven a encontrar en una situación de resistencia frente a políticas que no han mantenido sus promesas.
En Grecia, el gobierno de Syriza impulsado por el rechazo a las políticas de austeridad ha situado al movimiento social en la responsabilidad de reconstruir una alternativa política con las corrientes políticas de la izquierda radical. En el Estado español, Podemos, surgido de las movilizaciones sociales de los Indignados, coloca al movimiento social en una difícil situación: la estrategia de la dirección de Podemos que rechaza enfrentarse a las políticas de austeridad crea numerosas contradicciones frente a las exigencias planteadas por el movimiento social. En conclusión, en las diversas regiones en las que asistimos a cambios políticos surgidos de las movilizaciones sociales, los movimientos sociales están confrontados a una situación defensiva y a la necesidad de reconstruir sus instrumentos de lucha tomados por cúpulas que no quieren ir más allá de lo que consideran “posible”.
En esta reconstrucción de los instrumentos de lucha hay que considerar en primer lugar los nuevos movimientos de acción sindical y las movilizaciones campesinas, especialmente en América Latina y en Asia, que se refuerzan por el auge de las exigencias ligadas a las consecuencias de los cambios climáticos. Estos van desde la defensa de sus territorios contra el extractivismo minero o forestal y la lucha contra proyectos que dañan el medio ambiente hasta los problemas ligados ya a las consecuencias de estas políticas. Nos estamos enfrentando a severos desastres meteorológicos como el huracán Matthew que no sólo requieren de la organización popular en las zonas afectadas sino de la solidaridad internacional. El auge de los movimientos contra el cambio climático, poderoso en numerosos países, puede desempeñar en los próximos años un papel motor para el cuestionamiento global del sistema, como ha mostrado la movilización que tuvo lugar con motivo de la COP21.
Cuantitativamente, la clase obrera, la clase asalariada, está en progresión constante y es necesario subrayar que hoy en día los centros de su progresión se han deslizado fuertemente hacia Asia, y que mañana lo harán, sin duda, hacia África. En estas regiones, fuerzas sindicales en construcción continúan su progresión numérica, si bien en general no disponen de la fuerte estructura política que aglutinaba políticamente al movimiento obrero antaño. Si bien es cierto que el descenso de las luchas ha terminado y comienza un nuevo avance social, también lo es que la patronal ha utilizado la situación para implementar medidas que hacen más difícil la organización sindical.
En lo que concierne a las cuestiones clave de las luchas feministas y LGTB, la situación ha sido contradictoria estos últimos años. El movimiento de mujeres se enfrenta a una ofensiva reaccionaria en numerosos países, que va ligada al auge de las corrientes neoconservadoras y fundamentalistas. Esta ofensiva pone en cuestión los derechos fundamentales y, en primer lugar, el derecho al aborto. Paralelamente, numerosos países (India, Turquía, Argentina, México, Chile, Uruguay, Perú) han conocido movilizaciones masivas de mujeres contra las violencias y los feminicidios. En Polonia se ha logrado hacer retroceder al gobierno en la implementación de una ley que restringía aún más el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios embarazos. El movimiento LGTB sufre también una situación de ofensiva reaccionaria, aunque los derechos democráticos (como el matrimonio homosexual) hayan sido reconocidos en varios países y el movimiento se haya desarrollado en todas las regiones del mundo.
La cuestión clave para los próximos años no será solo la de conseguir unos niveles de organización a la altura de los ataques sufridos, sino también la de la capacidad política de construir un movimiento político de emancipación capaz de enfrentarse frontalmente con el capitalismo vinculada a las movilizaciones sociales.