Autora: Alejandra Villarroel Sánchez*
De un modo introspectivo, como Activa tu Presente con Memoria estamos de acuerdo con las demandas del gremio para mejorar la calidad de vida de profesionales y técnicos que participan del ciclo cultural, pero, hasta ahora, no hemos explicitado nada aún ni tampoco sumado nuestra energía a alguna colectividad específica en este momento. No obstante, tenemos mucho qué decir. Y decir pensando no desde cualquier lugar, sino, además, desde la Gestión Cultural, ese campo de desarrollo invisibilizado pese a la transversalidad de su actoría que cruza todas las disciplinas artísticas y participa en los procesos institucionales, en la articulación de la política pública. Un trabajo en terreno e intelectual sensible por partes iguales. Sabemos que en periodos de incertidumbre como el que vivimos actualmente debido a la pandemia, la Cultura se convierte en un importante espacio de contención. Sabemos que a través de la expresión artística las personas y comunidades pueden ejercitar hábitos saludables tanto psicológica como socialmente, lo que les permite mantener equilibrio. En ese sentido, los contenidos y productos culturales tienen la capacidad de estimular el autoconocimiento, la creatividad, la concentración, la comunicación, capacidad de resolución de problemas, libre expresión, entre otras habilidades que resultan vitales hoy. Pero no para el gobierno. Hace sólo unos días, el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio anunció un plan cuya única medida vuelve a situarnos en el miserable rol de concursantes. Concursar entre pares esta vez para obtener un Fondo de Emergencia que, además, es más bien una redistribución de recursos ya escasos, no una inyección presupuestaria especial. Junto con rechazar totalmente esa medida, yendo más allá en la reflexión, lo que pensamos, sentimos y decimos hoy es BASTA DE CONCURSAR. La Cultura y el Trabajo son inconcursables porque son Derechos Humanos fundamentales, es decir, derechos sin los cuales no hay desarrollo digno de personas ni comunidades. La mala práctica de concursar para subsistir, es una premisa obsoleta que agudiza la precariedad a la que históricamente se nos confina. Un lugar parecido a estar en ninguna parte. Cerca de la indigencia. Apremia transformar la visión política para que sea posible una mirada integral interministerial -junto con Educación y Desarrollo Social- que responda integralmente a la urgencia del momento, pero más trascendente es que desemboque en una renovación ética sobre el significado de Cultura y el trato al gremio artístico. Es necesario que nazca una real garantía constitucional a la protección del acceso participativo y pleno en la vida cultural, sin la cual no podemos existir y de la cual se han hecho cargo desde siempre las propias artistas, creadoras y trabajadoras de la cultura, asumiendo el rol que le corresponde al Estado. Ya no basta con repetir una fórmula subsidiaria que no funciona, que es ineficiente y carente de sentido, evolucionemos hacia la cabalidad. En Chile, la Cultura reporta el 2,2 % al PIB y recibe un aporte estatal correspondiente al 0,4% del presupuesto nacional. Paralelamente, bajo la lógica del consumo, hemos visto cómo la política pública capitalizó el arte y la creatividad guiada por el concepto de “Industria Cultural” o “Industrias Creativas” (principalmente el Cine y la Música) con productos de calidad susceptibles de ser fomentados para su amplia circulación a través del apoyo estatal mediante los FONDART -sistema que perdió el norte hace bastante tiempo, desde que comenzó a constituir el financiamiento de personas y no de proyectos u obras- y el mecenazgo con la Ley de Donaciones Culturales. Todo ha sido insuficiente porque se ignora o no se reconoce el rol social profundo que la Cultura tiene en la sociedad, productiva y, sobre todo, espiritualmente, impactando desde la investigación y el conocimiento hasta la economía. Como programa de educación artística no formal, Activa tu Presente con Memoria desde su inicio en enero de 2016, ha cofinanciado un flujo de actividades con entrada liberada gestadas en intensa autonomía, pero también colaborativamente junto con organizaciones e instituciones tanto públicas como privadas, que han creído en nuestras propuestas de mediación con enfoque de Derechos. Ese trabajo incesante y descentralizado, ha permitido en cuatro años reunir a más de 96 artistas, convocar a más de 2 mil personas en torno a conversatorios, talleres de reflexión creativa, teatro para la primera infancia, encuentros testimoniales, itinerancias de arte gráfico, ejercicios editoriales y ciclos autoeducativos llevados a cabo en cuatro comunas del Biobío, con entrada liberada. Amamos lo que hacemos, es nuestra única militancia. Pensamos y sentimos: HAY QUE SEGUIR, pero cada día desalienta un poco más la pregunta sobre cómo y con qué apoyos lo haremos, tocando cuáles puertas, recibiendo qué respuestas. Respecto a los propósitos de nuestra labor tenemos total claridad, porque para eso investigamos y sobre la base de esas sistematizaciones es que vamos creando nuevas hojas de ruta, devenidas en nuevos espacios para el ejercicio de las memorias colectivas y la apreciación artística, que son nuestros motores hasta hoy. Es en emergencias como la actual pandemia, cuando problematizamos la garantía de los derechos culturales derivados de la Declaración Universal de los Derechos Humanos del año 1948, ratificada por Chile en diversos convenios internacionales, relevada en los Derechos Económicos, Sociales y Culturales de segunda generación, DESC, cuya complejidad concentra una preocupación mayor bajo dictaduras, es decir, en Chile durante los sucesivos gobiernos de la transición hasta la degradación total y estado de rebeldía que simultáneamente experimenta Chile hoy luego del primer estallido de octubre de 2019. Textual para interpretarlo en su complejidad: “Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente de la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”. Eso es en los tratados. Lamentablemente en la práctica, tal como sucede con la salud, la educación o el trabajo, el Derecho a la Cultura es vulnerado por el Estado, desprotegido y permanentemente marginado del sistema mínimo de bienestar, promoviendo malas prácticas laborales y manteniendo la carencia de subvenciones como la situación natural del gremio, peor aún, la carencia de una visión profunda de la Cultura como elemento de desarrollo humano y social, pese a lo sostenido por el Ministerio que en teoría compromete que las Políticas Culturales 2017-2022 “sitúan la cultura al centro del desarrollo humano e incorporan la participación desde la territorialidad, con un enfoque de derechos de la ciudadanía cultural”. Siendo el arte y la cultura experiencias esenciales a nuestra humanidad, que trascienden el mero espectáculo, aquello que nos completa, nos llena de preguntas y sentidos nuevos, nos empuja a sentir, a pensar, a contrapensar desde la pluralidad de puntos de vista y conocimientos que seamos capaces de distinguir de acuerdo a nuestra experiencia en el mundo. El arte y la cultura potencian capacidades y habilidades que, de una u otra forma, pueden salvarnos. Pero en el Chile de los concursos y los bonos promovidos por un Estado subsidiario ¿cuál es y cómo se logra la exigibilidad de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales? * Periodista Investigadora en Cultura, Educación y DDHH. Fundadora del programa «Activa tu Presente con Memoria», educación artística no formal con enfoque de Derechos