[resumen.cl] El golpe de Estado y la persecución política durante un año no fueron suficiente para impedir un nuevo triunfo del Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia, cuyo candidato Luis Arce acaba de asumir como presidente del país vecino.
Las elecciones bolivianas del pasado 18 de octubre constituyen un hecho político de profundas implicaciones históricas para la nación altiplánica. El triunfo aplastante del MAS con el 55,11% de los votos en primera vuelta, en medio de la persecución y exilio de sus líderes y en un proceso con altísima participación popular, provoca un remesón que va más allá del propio país y golpea toda la geopolítica de la región y es una nueva derrota de los proyectos derechistas en la región.
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La expectación era tal, que ya desde la noche centenares de personas salieron a las calles para celebrar el regreso a la democracia, en una Bolivia con una tensión entre la mayoría democrática y los sectores de extrema derecha y golpistas que no se han desactivado.
De hecho, el pasado 6 de noviembre, Arce sobrevivió a la detonación de un dispositivo elaborado a partir de dinamita en la casa de campaña mientras se realizaba una reunión donde participaba.
Esta compleja situación se refleja también la mantención de los elementos golpistas tanto en la policía como en las Fuerzas Armadas, los que probablemente sigan operando y conspirando junto a la derecha y la injerencia estadounidense.
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Pese a tener todo en contra, la asunción de Arce es una buena noticia para la democracia en América Latina, y develan la madurez del pueblo boliviano que en tan sólo un año pudo dar vuelta un golpe de Estado, la instalación de un régimen de facto racista, que quemó símbolos indígenas y tenía planes de venta de los recursos naturales a transnacionales extranjeras.
El golpe de Estado
El 25 de octubre de 2019, Evo Morales era reelecto como presidente de Bolivia. Desde la Organización de Estados Americanos (OEA) y algunos gobiernos latinoamericanos cuestionaron el proceso y exigían la realización de una segunda vuelta, e incluso la repetición de la elección.
Días después, una auditoría realizada por la OEA señaló que los resultados no eran confiables, sin indicar en qué aspecto se habría producido un eventual fraude, motivo por el que las Fuerzas Armadas y la policía realizaron un golpe de Estado en que instauraron a Jeanine Añez.
Sin embargo, este informe realizado por el organismo con sede Washington fue cuestionado a mediados de este año por expertos de la Universidad de Pennsylvania y de Tulane que fue publicado en el New York Times, donde apuntan a que no existió tal fraude.
A un año de los acontecimientos, y con una administración de Añez marcada por el desastre del manejo de la pandemia y acciones autoritarias, Bolivia eligió en un pacífico nuevo proceso electoral lleno observadores internacionales, un nuevo candidato del MAS.