Suena difícil demostrar que no es bienintencionado el Estado, cuando pone a disposición de toda la población las vacunas contra la nueva cepa de meningitis, sin parecer un paranoico que ve conspiraciones en todos lados.
Para mi, sin embargo, que reconozco mi manía por las conspiraciones, más allá de si la vacuna es inofensiva o dañina y si el laboratorio que la produce está siendo cuestionado por su posible papel en la creación y diseminación por la población mundial de la nueva cepa, es importante recalcar el actuar de personeros de gobierno que de alguna forma se exponen como una especie de termómetro de la conducta conspirativa.
Lo que señalo es que es necesario desenmascarar a este señor Mañalich, y su conducta frente al actuar de los monopolios de la salud privada. Hace poco hacía público su cuestionamiento hacia las utilidades de las ISAPRE y el bloqueo parlamentario hacia la posible regulación del negocio privado. Pero si a este señor le importara en realidad esa regulación, tal como concibe este señor al Estado, es completamente inofensivo y por lo tanto beneficioso para los grupos que lucran con el derecho a la salud. Esta traducción de lo inofensivo a lo beneficioso no viene determinada por una teoría, sino por el actuar fáctico de estos poderes de la salud privada. Frente al temor de la población por el contagio de la nueva cepa de meningitis meningococica, se decidió desde el Ministerio de Salud proveer de las vacunas contra la meningitis a todos los centros de salud, inclusive las clínicas privadas con las que estabelció un convenio para recibirlas gratuitamente, aduciendo el derecho de todos los chilenos a la vacuna.
Sucedió entonces, lo evidente y lo que le viene sonando pesado a todos los chilenos hace un par de años, el lucro. En todos los noticiarios se mostraron los centros de salud públicos atestados de personas asustadísimas buscando la vacuna. Entonces para algunos la alternativa era asegurarse en una clínica. Y las clínicas comenzaron a cobrar por la vacuna. Pero ante la denuncia de los usuarios del sistema privado por cobros por la vacuna, el señor Mañalich viene a recordarnos al actuar de todos los gobiernos de la Concertación con sus declaraciones “nosotros no podemos meternos a regular aquello.”
Los centros privados estarían cobrando los insumos que se ocupan para vacunar. El Estado subsidia entonces, solo la vacuna. Pero el espacio, el personal, los insumos, en fin, toda esa maraña de cosas que cobran los centros privados y que por supuesto no cobran al costo, sino que con una pequeña diferencia que permite además de pagar a los trabajadores y los insumos, producir minúsculas e insignificantes utilidades, tiene un costo aparte que debe cubrir el usuario.
Hace bastantes años se ha tornado evidente que no solo los ricos utilizan el sistema privado, sino que muchas personas pobres y clases medias también lo utilizan, obligados por enfermedades urgentes que deben esperar meses para recién ser diagnosticadas.
¿Nosotros no podemos meternos a regular aquello?
Donde el Estado señala no tener poderes, es cuando en realidad empodera al poderoso. Cuando el Estado no regula una inversión tan delicada en salud y subsidia a todo el sistema para que el producto llegue a toda la población y de pasó un par de grupos económicos más se hagan aún más millonarios, lo que hace es patrocinar el lucro con su ausencia. El Estado no es neutral, asume un papel incluso al reconocer que en ese lugar, ahí, no se mete.
¿Quién se mete entonces?
Foto: gamba.cl