Por Francisca Fernández / Antropóloga e Investigadora del Programa de Psicología Social de la Memoria, Universidad de Chile.
Hoy en Chile más de 136 comunas se encuentran en situación de escasez hídrica, y una veintena de éstas sin agua potable, lo que constituye sin duda una situación de crisis ecológica y emergencia sanitaria que se sostiene históricamente desde un modelo energético, productivo y de consumo sobre la base de la privatización de las aguas.
El Código de Aguas ha conformado un mercado de este bien, que ha permitido la usurpación, el despojo y el acaparamiento de los llamados derechos de agua, siendo los principales beneficiarios la agroindustria, la minería, el modelo forestal, entre otras actividades extractivistas, en desmedro de los territorios habitados por diversos pueblos, los mismos que hoy se encuentran expuestos a la expansión de pandemias ante la inexistencia de una política pública que resguarde la salud comunitaria.
La destrucción de los ecosistemas producto de la extracción ilimitada de los bienes comunes, la deforestación, la intensificación de la industrialización y urbanización desde lógicas mercantiles, la captura y crianza industrial de animales, el acaparamiento de tierras para el agronegocio, han sido elementos determinantes en la propagación de agentes patógenos y la migración forzosa de diversa fauna, expandiéndose epidemias y enfermedades producto de virus como ébola, dengue, y hanta, entre otros.
Nos enfrentamos a una pandemia producto de la propagación del Covid-19, que nos rememora su componente colonial, ya que quienes se encuentran más vulnerables son los pueblos de los continentes que han provisto mano de obra y materias primas al capitalismo global. Es así que en países donde la precarización de la vida es una constante, donde predomina el subempleo y diversas violencias estructurales, las y los pobres, mujeres, ancianos y ancianas, migrantes, presas y presos, son quienes más se exponen a los efectos devastadores del virus, de igual manera que los sectores empobrecidos y precarizados de los mal llamados países desarrollados.
Es en este contexto de crisis que hoy, más que nunca, requerimos de un sistema de cuidados plurinacional y de la soberanía sanitaria de los pueblos, que reconozca el rol primordial que han tenido las mujeres, las madres y abuelas, en el cuidado de la vida, pero también la agroecología en torno a la mantención de los ciclos de la naturaleza y desde la restauración de los ecosistemas.
Esta pandemia nos sitúa ante la urgencia de subvertir el orden de las cosas, terminar con el extractivismo, el colonialismo y el patriarcado, pensarnos más allá y fuera del capitalismo, a partir de la construcción y configuración de nuevos vivires entretejidos con y desde la Naturaleza.