[Por Milho Montenegro / El Caimán Barbudo] Aunque ya había estado en Cuba en la pasada Feria Internacional del Libro de La Habana, lo conocí recientemente, durante una selección de poesía cubana que realizaba para la revista cultural chilena Suda la lengua. Desde entonces se ha forjado una amistad entre ambos que me ha permitido conocer el pensamiento crítico y poético de este autor de voz singular.
Mauricio Torres Paredes (Santiago de Chile, 1973) se apropia de la poesía como un instrumento para adentrarse en esos universos que se hallan entre imagen y palabra. Él no cree en la tan polémica crisis de este género literario, sino que asegura encontrarlo más vivo que nunca, sobre todo en las voces de muchos jóvenes que vienen haciendo un trabajo creativo muy variado, y aunque afirma que pensar en vivir de la escritura es una desfachatez en los tiempos que corren, esta forma parte de su día a día, tomando otras connotaciones que van más allá de lo económico.
Esta entrevista procura establecer un diálogo en aras de conocer sus inquietudes escriturales, sus percepciones acerca de la poesía en Chile y América Latina, su experiencia como escritor en la Feria Internacional del Libro de La Habana, así como sus nuevos proyectos, los cuales traen la pretensión —confiesa el autor— de apostar por la transgresión.
Orgasmos es un libro que ofrece una recopilación de tres poemarios tuyos publicados en los años 1997, 1998 y 2001, respectivamente. Sin embargo, ¿qué valor tiene para ti, como autor, esta nueva propuesta que ha traído la Editorial Quimantú, con la reedición de este libro? ¿Por qué apostar por una nueva edición cuando tenías la posibilidad de brindar algo fresco, novedoso, de tu trabajo escritural?
Creo importante la madurez y los distintos formatos en que se puede presentar la poesía. Este cuaderno ha pasado de ser tres libros autoeditados, a una antología que contiene esos volúmenes bajo el título Orgasmos, publicada en el año 2004 y reeditada en 2014, por Editorial Quimantú.
Estos poemas han permitido un acercamiento de mi trabajo poético a los pares, la crítica y la gente. Por ejemplo, Al mundo le Aze falta un orgasmo máz, que es el primero de los libros de la trilogía de fin de siglo, fue autoeditado en 1997, años que en Chile muy poca gente leía y a quienes abordé con un libro escrito de manera fonética, lleno de Z y K, sin haches en ninguna palabra del texto, la gente no se atrevía a abrirlo, menos leerlo.
No fue muy leído en esa época, se vio como un libro extraño, aunque el tiempo y la divulgación han permitido adentrarse en la lectura de este joven cuaderno que merece transitar y darse a conocer. Además, que no es menos, en mi país al menos, tener una segunda edición, en un ambiente donde muy poca gente practica la lectura, más si se trata de poesía. Este es el hecho que lleva a esta trilogía a ser reeditada.
La pasada Feria Internacional del Libro de La Habana 2016, te sirvió de plataforma no sólo para ofrecer un muestrario de tu quehacer poético con este cuaderno, sino también para establecer conexiones, diálogos, y descubrir —quizás— nuevas voces de la poesía en la treta de creadores cubanos, pero, ¿cuáles pretensiones te indujeron a lanzarte a este evento en la Isla? ¿Qué sabor, qué aportes —dígase humanos, emocionales— te ha dejado tal experiencia?
La Feria internacional del libro de la Habana es —sin dudas— una de las más importantes de nuestro continente, y desde Chile se mira con admiración, tiene una importancia significativa ser invitado a este evento literario. Cuando intenté ver la posibilidad de estar en esta feria, no me imaginé la consideración que tendrían para con mi obra. Sin ningún contacto envié la solicitud y mi sorpresa fue el haber sido aceptado, compartir mi trabajo con los cubanos.
Desde ese momento comencé, de alguna manera, el viaje. Luego, ya en la isla, conocí hermosas personas y artistas que me recibieron a mí y mi poesía con respeto y satisfacción. En un principio no conocía a nadie y recuerdo que en una lectura en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) presenté mi poema “Paloma”, el cual gustó mucho, lo que me facilitó el acercamiento a escritores de distintas edades, localidades y estilos.
Conocí poetas de gran nivel y diversas ópticas, con una cultura magnífica que no siempre se tiene al alcance para explorar. En definitiva, fue una maravillosa experiencia. La ciudad de La Habana y su gente, mi tránsito por sus paisajes, me han posibilitado un crecimiento que agradezco. Hoy cuento con varios amigos en la isla, los cuales espero volver a ver pronto.
En el discurso lírico de este libro advierto madurez, una escritura sólida que permite —con deleite— una lectura de ardides bien intencionada, impregnada de ironía. Partiendo de estas percepciones, ¿consideras que la poesía es un instrumento eficaz para moldear, enfrentar la realidad, el mundo? ¿Es la creación poética para Mauricio Torres un medio de desahogo de sus propias tribulaciones, acaso mecanismo para criticar/señalar las realidades de un contexto cercano, país, continente, o quizás una imbricación de ambos?
La poesía es un saber que contiene, más allá de la significación de la palabra, la oportunidad de la magia, la transformación, esa alternativa de subvertir la realidad normalizada y pretendidamente absoluta. “La poesía es un desafío a la razón, el único desafío que la razón puede aceptar”, diría Vicente Huidobro. Entonces, la poesía para mí es más que un instrumento, es condición y posibilidad de explorar lo oculto y en lo desconocido, en lo que creemos verdadero y que no lo es tal, donde el poeta no solo escribe, canta o expresa la poesía, sino que además trata de demostrar que entre la imagen y la palabra, entre lo palpable y lo inimaginable, hay una inmensidad de universos por alcanzar.
La poesía actúa como el espacio que se me entrega para instalar otras dimensiones de la vida, encontrándome también en los pliegues de mí día a día, es la que me acompaña a dejar registro de mi presente, pasado y posible futuro. No existe otra manera de buscarme, conocerme, hallarme tan profundamente y ver como comparto con otros esos mundos expandidos y miro de otra forma la realidad que es mí propio reflejo.
Chile es un país con una vastísima cultura poética, sublimes voces de las letras chilenas han volcado la mirada del mundo sobre nuestro continente, pero, ¿cómo valoras hoy, en la actualidad, el estado de la poesía en tu nación? ¿Crees que los artificios escriturales de los autores más jóvenes poseen la esencia, esos valores que se esperan de los que vendrían a ser el relevo de toda una historia poética tan colosal como la de tu país?
Los grandes poetas de Chile no sólo han escrito bien, sino que además han sido parte de gestas que han demostrado lo qué es ser poeta en toda la extensión de la palabra. No se logra nada con escribir bien, si los actos y proezas no dan cuenta que esos escritos fueron realizados con la energía que se encuentra en lo cotidiano, desde una nueva dimensión de lo humano. Esa es la grandeza.
Esos atrevimientos hoy en día son muy escasos y poco valorados también. El mundo del siglo pasado no es el mismo de principio del siglo XXI, y a diferencia de muchos que dicen que la poesía sufre una crisis, o que sus formas están en un estado moribundo, yo puedo decir que encuentro hoy la poesía más viva que nunca, desbordándose por variadas estructuras, considerada por una gran cantidad de jóvenes como una forma de sentir, expresarse y comunicar, que hace 20 o 30 años atrás estaba marginada en los espacios oficiales.
En la actualidad existen muchos espacios y la juventud chilena se está apropiando de ellos y ahí la poesía se mueve, se siente y no es ajena. Esto que te digo es muy valioso porque hace que se dispongan las condiciones del atreverse. Si bien creo que, en términos de escritura, en la poesía no ha habido algo nuevo hace casi 20 años, los intentos son constantes y distintos, que es la mejor manera de fortalecer la creación. Pero aun en la escritura de la poesía joven hay un dejo de romanticismo, de mucho sentido común, que hace que el ejercicio de la poesía no llegue a alcanzar la profundidad que se espera; sin embargo, está el intento, el atrevimiento que te decía, la intención de querer decir algo, de movilizar a través de la palabra, eso nuevamente está sucediendo y es fantástico. El panorama hace gran parte de la poesía que se escribe y éste es cada vez más artificial, he ahí la búsqueda, la hazaña.
¿Qué poetas jóvenes latinoamericanos han despertado tu interés en algún sentido? ¿Cuáles atributos encuentras en sus obras?
Existe un gran potencial de voces nuevas en la poesía, con nuevas propuestas, mensajes y composiciones. Eso es muy bueno porque le da un aire fresco a la palabra, la renueva y reconstruye desde dinámicas muy diversas, desde las escrituras tradicionales con un sentido contemporáneo, hasta otras que bordean el ruido, la mueca, lo inusitado que puede llegar al sonido, distinguiendo los disloques y radicalidad en el discurso.
A mí me interesa toda la variedad que se construye en el paisaje de la poesía y sobre todo la latinoamericana, ya que contiene una sustancia contundente desde el lenguaje, adquiriendo un flujo no definido que en cualquier instante puede asombrar. Esto aterriza la palabra y viabiliza que busquemos en la cotidianidad la metáfora, lo cual es tremendamente importante porque se acerca a los sentidos y se mueve más rápido que los flujos de la palabra publicitaria.
Dentro de estas diversidades, me interesa mucho el oficio del mexicano Genkidama Ñu, que trabaja con la torcedura de la palabra y de todo lo que se cruce en su escritura, de una astucia bien intencionada; también la poeta mexicana Mallinali Balazo, que ofrece una poética de resistencia desde una visión ultramoderna, la cual se escurre en la naturaleza de las cosas. También está la poeta peruana Lisette Orihuel, leí hace poco su libro Nadie nos habita y es un enlace entre lo interior y lo exterior, en este mundo vertiginoso al que estamos asistiendo; en el caso de Chile, te puedo nombrar a Marcelo Carrasco, un joven de 16 años, que está escribiendo una poesía sensible y lúcida. Hay muchos buenos poetas jóvenes latinoamericanos. En Cuba me sorprendí por la cantidad de buenos autores emergentes, y eso fue una de las causas que, en conjunto con Daniel Clates, editor de la revista digital Suda la lengua, nos hizo decidir publicar una selección de poetas cubanos, casi todos jóvenes.
Como había mencionado al inicio, te encuentras realizando una selección de poesía cubana para la revista cultural chilena Suda la lengua. ¿Podrías comentar que razones te han llevado a realizar este trabajo?
En mi estadía en Cuba, en el marco de la Feria del Libro de la Habana, tuve la oportunidad de encontrarme con muy buena poesía y conocer poetas muy valorables, voces y temáticas variadas que me llamaron la atención en su desarrollo en el arte y con la cultura. De la inquietud por compartir mi experiencia con los chilenos, que nació la idea de presentar la escritura de estos poetas cubanos adultos y jóvenes, mujeres y hombres en la revista Suda la lengua. Le hice la propuesta a Daniel Clates, y él, entusiasmado, apoyó la instancia de realizar este acto de difusión y muestra de la escritura de Cuba.
¿Existe algún tópico, alguna modalidad de la poesía como género literario que te desagrade o que, al menos, no abordarías en tu proceso de creación?
Ninguna modalidad de la poesía me incomoda o desagrada, creo que la diversidad hace que confluyan y transiten diversas mesetas en los lenguajes y en la creación. Eso sí, no soy cercano a las estructuras, mi trabajo en poesía ha constituido un deformar lo que puedo tener en mí o a mi alrededor y descubrir otras formas de edificar: ese podría ser mi género si hubiera que buscar uno en el trabajo que realizo.
Todo lo que tenga que ver con métricas o rimas no lo utilizo en mi quehacer porque me aburre, dificulta y detiene, la mayoría de las veces, esos ritmos que quiero impregnar desde mis sentires. Soy de la idea que la escritura de la poesía tiene que ser sentida, pero a la vez decir lo no dicho. Es por eso, más que nada, que las maneras formateadas en el proceso de creación, me estorban un poco. Además, mi apuesta ha sido la mayoría del tiempo, activar la transgresión.
¿Consideras, en los tiempos que corren, que un poeta puede vivir sólo de su escritura? En el caso personal de Mauricio Torres, ¿el hombre vive de la poesía o su creación es meramente un acto de alabanza, de diálogo con la misma?
En estos tiempos donde el capitalismo depredador tiene a millones de hombres, mujeres y niños en condiciones de verdadera esclavitud, donde existen regiones del planeta que han sido ecológicamente desbastadas por completo, pensar en vivir de la escritura es una desfachatez y más aun una ilusión romántica.
Hace unos meses salió en un periódico chileno, un reportaje donde se hablaba de los autores que vivían de su escritura, y la única que vive económicamente de sus libros es Isabel Allende, los demás escritores y poetas en Chile se sustentan con otros trabajos. Y esto ha sido desde siempre, hay que recordar a Gabriela Mistral, que trabajaba de maestra y luego como diplomática mientras escribía. Vivir de la escritura para mí tiene otras connotaciones más allá de lo económico y está relacionado con hacerla parte de mi vida, de su proyección hacia y desde mí, y del tiempo que me ha tocado vivir.
Mi empresa en la escritura está en composición con mis devenires y los de todos, esa es mi apuesta como fórmula, el dialogo estrambótico que puedo ir teniendo con mi entorno y en mí.
¿Qué nuevo libro de tu autoría pueden esperar próximamente los lectores?
En estos momentos estoy preparando varios trabajos escriturales, todos relacionados con la poesía. Entre esos, estoy terminando de escribir un libro que se editará en el año 2017, después de 11 años sin publicar y se titula Ya desaparecida América, y es un cuaderno que presenta la visión de cómo desde el abandono de lo espiritual, hemos permitido una parte de nosotros que se nos despoje hasta de la palabra. Además, estoy trabajando en un cuaderno de poesía reunida de 1995 a 2016, con textos inéditos y publicados, que llevará el nombre de La Rebeldía de La Falla, y que será publicado en Ciudad de México por editorial Niño Down, ambos para el próximo año.
Si alguna esencia de tu obra fuera a trascender, ser legado poético para la memoria afectiva y escritural de Chile, ¿cuál te gustaría que fuera?Creo que me interesan dos que se han ido manifestando en mi trabajo por años, acentuándose una más que otra y creo pudieran servir, la primera tiene que ver con mi atrevimiento en y con el lenguaje, hacer ver que no tiene nada de extraño encontrar o crear el de uno mismo y que eso ayudará a entenderte mucho mejor y con todo lo que te rodea, y la segunda, el zurcir una unión distinta de sentimientos, imaginarios, realidades, que abran el encuentro a dar vuelta, revolver, descomponer la supuesta realidad, para encontrarnos con la realidad.
¿Qué palabra utilizarías para definir la necesidad, esa afición que enlaza irremediablemente al hombre, al ser que eres, con la poesía?
La vida misma, no hay otra necesidad ni otro enlace, el saberme persona, conocer mis deficiencias y que necesito del otro como el otro necesita de mí, eso me une a la poesía, me hace buscar en mí, en mis antepasados, mis coterráneos, mi paisaje o aquel paisaje que se me descubre, al ser que está en mí con la actitud que ha decidido vivir entre tropiezos y avances.
El escribir la poesía con las acciones y situaciones que ocurren, escribirla con letras y palabras, con música e imágenes y dejarla por ahí para que alguien la recoja, eso me une, y más saber que esto sucede y que hay millones y millones de seres que lo saben.
Fuente: http://www.caimanbarbudo.cu/entrevistas/2017/01/mi-apuesta-ha-sido-activar-la-transgresion/