Por Javier González AlarcónEn 1979 el pueblo se toma las calles por primera vez después de casi 6 años de dura represión, para pedir las siguientes demandas: “restablecimiento de las libertades fundamentales; termino de las medidas de excepción; creación de una Asamblea Constituyente; organización de un gobierno que declare como su misión restañar las heridas y el retorno a la democracia; implementar la participación de todos los ciudadanos; restablecer los derechos sindicales; los registros electorales; la libertad de expresión e información; la de reunión […]” [1] y como respuesta el régimen detuvo a más de cien personas.
Así, en 1979 comenzaba una etapa de manifestaciones callejeras que en primera instancia era de poca envergadura, inspirada principalmente en el cansancio a las medidas represivas y, en segundo lugar, a las constantes negativas a sus peticiones. De esta manera, a principios de 1980 el malestar social aumentaba significativamente, viéndose reflejado en un sin número de protestas en fechas importantes para la población. Pero es en 1982 cuando la crisis económica que se venía gestando desde años anteriores trastocando aún más a la población de menores recursos, termina por gestar la pérdida del miedo de la ciudadanía. Este clima entonces, generó que en mayo de 1983 se desarrollara la primera protesta de carácter nacional, incluyendo a distintos sujetos en su accionar.
La Primera Protesta Nacional
El antecedente inmediato de la Primera Protesta es el de un movimiento sindical que se politiza de manea explicita, y si bien, es el sector poblacional quien logra articular y relacionar a diversos actores sociales dentro de la lucha contra la dictadura, es la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC) quien asume en 1983 la coordinación del movimiento y convoca a un paro con objetivos políticos. [2]
No obstante, el régimen como era de costumbre para ese entonces, respondió con la hipótesis de que la movilización sería un rotundo fracaso, y se jugó su planteamiento por medios de recursos conocidos, como la censura, manipulación de la información y la represión. Sin embargo, la estrategia de dividir y reprimir impuesta por la dictadura de Pinochet no logró los objetivos deseados, sino al contrario, generó la unificación y el fortalecimiento del movimiento de masas.
La protesta en Concepción
Hasta últimas horas del día 10 de mayo de 1983 reinaba un clima de expectación frente a lo que sería la protesta nacional que para ese entonces habían organizado los sectores laborales. En la noche de aquel día, un contingente numeroso de policías vigilaba los sectores céntricos de la ciudad. Las autoridades afirmaban que Concepción tendría un día normal. De esta manera, el Secretario Regional Ministerial de Gobierno, Alejandro Marisio Cugat, señalaba a diario El Sur que para ese día se esperaba un día tranquilo, argumentando que “el llamado a paro es un canto de sirena de dirigentes de cúpula desconectados de sus bases”, agregando, además, que las autoridades estaban atentas para actuar en caso de que existiesen elementos que quisieran alterar el orden público. [3]Sujetos y formas de lucha.
Algunos de los sindicatos zonales habían impartido instrucciones para adherirse de diversas formas a la protesta: no enviar a los niños al colegio, no comprar productos en el comercio y, en la noche hacer sonar las cacerolas.
En algunas poblaciones se levantaron barricadas y se lanzaron miguelitos. En las industrias como INACESA (Industria Nacional de Cemento S. A.) y PETROX hubo ausentismo durante la hora de colación, ya que sus trabajadores se negaron a acudir a los casinos. La Coordinadora Regional de Presos Políticos de la Octava Región hizo saber a los medios de comunicación que con un ayuno se plegaban a la jornada, protestando por los detenidos, haciendo referencia a los vejámenes y denunciando la existencia de centros clandestinos de detención y tortura en calle Bahamondes con Pedro de Valdivia (Conocido como: Cuartel Bahamondes, Cuarto de la Música o Cuarto de la Risa), el Morro en Talcahuano, y la para ese entonces Cuarta Comisaría de Carabineros, entre otros.
En el comercio de la ciudad, según señaló la prensa de la época, se divisaron diversas opiniones encontradas. Algunos locatarios argumentaron que no se percibió en gran medida la baja de clientes, mientras que otros reconocieron que las demandas habían descendido significativamente.
En la Universidad de Concepción, cerca de las 11 de la mañana, se desarrolló una pacífica manifestación que duró alrededor de una hora. Los alumnos casi en su totalidad o parte de ellos, desistieron de ingresar a clases. En algunos casos se lo notificaron previamente a sus profesores a través de sus Centros de Alumnos.
El ausentismo en varias de las facultades fue la expresión que tuvieron los estudiantes para adherirse al paro. Manifestando que “ante el llamado nacional hecho por los trabajadores, al día de la protesta nacional, los estudiantes no debemos permanecer al margen. La crisis política, económica, social y moral que vive nuestra patria y que se manifiesta en nuestros hogares, también se hace sentir profundamente al interior de la Universidad”[4]
El acto de protesta de los estudiantes consistió en permanecer sentados, entonar el himno nacional y universitario, y exhibir carteles de apoyo a la protesta convocada. El actuar desarrollado en el Barrio Universitario culminó con una marcha hacia el centro de la ciudad. A los petitorios de democratización de la universidad se adhirieron los estudiantes de distintos establecimientos regionales, entre ellos, la Universidad Católica de la Santísima Concepción, quienes mantenían su primera sede regional desde la década de 1970, en Talcahuano.
De esta forma, más allá de las organizaciones que para ese entonces se comenzaban a congregar, la CTC, la Coordinadora Nacional Sindical (CNS), la Confederación de Empleados Particulares de Chile (CEPCH), la Unión Democrática de Trabajadores (UDT) y el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), son otros los actores sociales que dieron la lucha consecutiva contra el régimen. Son los pobladores, universitarios y trabajadores que, a través de cacerolazos, viandazos, manifestaciones callejeras, barricadas, tomas de facultades, ausentismo –laboral y universitario– etc., quienes estuvieron al frente del conflicto mismo desarrollado en la década de 1980.
El accionar del régimen
La primera respuesta del régimen fue de alguna manera intentar bajarle el perfil a la protesta mediante una escasa cobertura en los medios de prensa, aumentando el control sobre estos, y asociando la manifestación con desorden, violencia y vandalismo. De esta manera, las autoridades de la época anunciaban que la protesta había sido un rotundo fracaso. El Intendente Regional, Brigadier General Eduardo Ibáñez Tillería se refirió a lo sucedido “como un día tranquilo en la zona” y que no había tenido mayores repercusiones.
Sin embargo, el aparato represor de la dictadura pinochetista se hizo sentir. En el centro de la ciudad alrededor de las dos de la tarde, testigos dieron cuenta de la violencia desmedida de parte de carabineros, quienes a través de bombas lacrimógenas y golpes con “churros” intentaban dispersar a quienes marchaban pacíficamente. [5]
Alrededor de 350 personas fueron detenidas por las fuerzas policiales a nivel nacional. El saldo de la represión le costó la vida a Víctor René Rodríguez, estudiante de 15 años, quien falleció en la Posta 4 de la Asistencia Pública de Santiago, después de recibir una bala en el tórax; y el taxista de 22 años, Andrés Fuentes Sepúlveda, quién recibió una bala en la cabeza. Los hechos habían sido efectuados por funcionarios de investigaciones y civiles.[6]
Quedaba en evidencia entonces, que el día 11 de mayo de 1983 no había sido un día tranquilo. Ahora, la primera protesta, si bien no fue tan masiva como las siguientes, logró mostrar a la oposición la factibilidad que existía en la sociedad para poder poner en marcha una movilización social de grandes envergaduras. Por primera vez se realizaba una acción en contra del régimen que tuviera tanta significancia, se rompió el inmovilismo que había prevalecido hasta ese entonces, convirtiendo a la movilización en una vía de escape para dar lucha a la crisis económica y a la represión que por diez años había imperado en Chile.
A 35 años de la Primera Protesta Nacional es necesario resinificar y poner en la palestra el accionar del movimiento de masas que en la década de 1980 estaba comenzando a resurgir. Por tanto, es fundamental desde una mirada actual, señalar la importancia de cada uno de los protagonistas de esta historia, agradeciendo a quienes nos han brindado sus testimonios pese a lo triste, incómodo y/o traumático que resulta para muchos y muchas recordar tan dolorosos momentos, pero que sin lugar a dudas han sido de vital importancia para la reconstrucción histórica de nuestro pasado reciente. Así, esta pequeña columna intenta aportar un granito de arena en la necesaria labor de conocer aquel pasado cercano que aún está inconcluso, y parafraseando a Primo Levi: “Si comprender es imposible, conocer es necesario, porque lo que sucedió puede volver a suceder […], por ello meditar sobre lo que pasó es un deber de todos. Todos deben saber, o recordar”. [7]Referencias