Tras 11 años de guerras, el pasado domingo 5 de marzo, se ha anunciado en China la reapertura de las relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Irán, lo que abre una ventana a la paz a una región sacudida por sucesivas y cruentas guerras. Ambas naciones lideran respectivamente a las dos principales ramas del mundo musulmán: sunitas y chiitas. Todas las diferencias entre árabes y persas, entre una monarquía absoluta y una República teocrática, que han sido antagónicas en términos geopolíticos, no solo en el Golfo Pérsico o la Península Arábiga, sino que en todo el Medio Oriente, es parte del vuelco en la política internacional hacia un mundo multipolar.
Por Joaquín Pérez
Las negociaciones para este acuerdo se iniciaron previamente en Irak, país divido entre sunitas y chiitas, y en Omán una nación musulmana que no es ni sunita ni chiita, sino que una tercera vertiente menos conocida; el ibadismo. Allí se generaron las condiciones para llegar a este acuerdo político en Pekín. Las cancillerías de Rusia y China han jugado un papel relevante en este hecho que cambia toda la política en la región, lo que preocupa mucho a Israel y Estados Unidos.
Por décadas los imperios francés y británico, que se repartieron la región, buscaron la mayor división y fragmentación del mundo árabe y musulmán. Posteriormente, la injerencia política estadounidense buscó lo mismo, las consecuencias de ello se pueden apreciar en Libia y Siria, por lo que este acuerdo termina con la disputa y rivalidad entre estos dos estados musulmanes. Garantiza no solo la paz en una región tan duramente golpeada por conflictos bélicos, sino, además, la soberanía de estos países por sobre la manipulación de potencias extranjeras.
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Hace solo unas semanas, como muestra de equidistancia por parte de China en este conflicto regional, reconoció la soberanía de los Emiratos Árabes Unidos por sobre Irán (tradicional aliado de China) con respecto a unos islotes del golfo pérsico en conflicto: Tumb Mayor y Tumb Menor, además de la isla de Abu Musa.
Esta determinación China dio garantías a Arabia Saudita, quien finalmente firmo el acuerdo de reapertura de relaciones con Irán.
Recordemos que la división entre árabes y persas ya se instaló con la guerra entre Irak e Irán, promovida por EE.UU, a través de Saddam Hussein, la que duro 8 años (1980-1988). Posteriormente, las potencias coloniales instalaron la división del mundo musulmán entre sunitas y chiitas, que, durante las denominadas primaveras árabes, tuvieron en Bahereim una pequeña monarquía del golfo pérsico, donde la elite minoritaria sunita oprimió a la población mayoritariamente chiita (2011-2012), este conflicto tuvo a Arabia Saudita e Irán al borde de la guerra.
Luego, la guerra civil en Siria enfrentó a Arabia Saudita e Irán, por una parte, los sauditas apoyaban a los grupos rebeldes, entre los que se encontraba el Estado islámico y por otro, Irán, que apoyo al gobierno sirio.
Los iraníes siempre han temido por las minorías chiitas de Arabia Saudita, siempre sometida y reprimida, por lo que, de alguna forma, estos acuerdos garantizan que esta parte importante de la población de Arabia Saudita (10% a 15% de la población total) sea respetada en sus derechos y creencias.
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