Por Robinson Silva Hidalgo/resumen.cl
Marco Enríquez-Ominami, en una columna de “El Mercurio” el mismo diario del golpista Agustín Edwards, expulsado hace pocos días del Colegio de Periodistas por faltas a la ética, propone un desarrollo del capitalismo, una maduración del sistema económico y social que significa generar una mayor y más robusta institucionalidad democrática en Chile. Esta tesis, tan pseudo leninista y vieja como el oportunismo político, al que hace referencia el líder progresista, es vital para entender qué se juega la clase política hoy por hoy, clase política que habla por boca de uno de sus delfines más mediatizados.
Esta columna da para hacer muchas lecturas del actual momento político y más allá, da luces de las referencias ideológicas del proyecto MEO, permítanme algunas reflexiones.
En primer lugar, MEO demuestra un inusitado interés en crear una institucionalidad fuerte y legitimada por la sociedad chilena, instituciones que reafirmen su carácter democrático; por cierto, la democracia tal cual se entiende por el autor de la columna mercurial, está al servicio de recomponer la estructura social actual aunque con mayor solidez en sus engranajes jurídicos y políticos, cuestión que se ha visto resquebrajada por la desmedida ambición de la clase política de la que él mismo es parte.
En ello se olvida de un elemento central: el pueblo, la ciudadanía, la gente, elija usted su definición. El pueblo es un factor que, para MEO, debe asistir a la liturgia sagrada de la verdad jurídica que los santos varones como él tienen a bien darnos, el pueblo allí viene a legitimar las ideas cívico-sagradas por medio de una asamblea constituyente que tiene visos pedagógicos, informativos y hasta terapéuticos, todo eso y más, lo que quiera, pero que no sea político-ideológico, de definir proyectos, programas y decidir sobre ello, eso jamás.
Una segunda lectura del artículo refiere la convicción de que aun es posible, con las centenarias recetas de la socialdemocracia europea, crear sociedades justas o, por lo menos, basadas en el mérito. Esta referencia del progresismo chileno queda desafectada por la evidencia histórica a uno y otro lado del océano atlántico. Basta comprobar el desastre de los estados benefactores en el mundo mediterráneo europeo actual y su incapacidad para proponer otra vía a la crisis que no sea -Piketty mediante- sacrificar los derechos sociales, el activo del que usufructuaron durante décadas; podría ser peor dicen allá también, salvemos los mínimos para que no desparezca todo.
Este elemento es vital, pensando en ejercicios políticos como Podemos en el Estado Español, un remedo socialdemócrata que, utilizando las mismas viejas prácticas políticas de sus desprestigiados antecesores, hoy va cayendo en un descrédito tan rápido como la misma explosiva subida de hace un par de años atrás. Sin duda hay diferencias entre Pablo Iglesias y MEO, pero en ambos está la terrible necesidad de validar al Estado benefactor como una garantía de orden y progreso que aleje los terribles amaneceres rojos que indefectiblemente tratan de evitar. MEO e Iglesias buscan darle pan y calor al pueblo, en una medida tal, que logre pensar que peor es mascar lauchas.
Pero hay un último punto que define mejor el nivel más bajo y más obvio al que aspira MEO, la esperanza casi desesperada de ser el redentor de la democracia de los acuerdos que construyó esta postdictadura. Ante la falta de referentes para -desde la clase política- salvar los muebles del naufragio de desligitimidad en la que se encuentra el estado lagopinochetista, MEO busca agrupar a todos los políticos del país con un ambicioso objetivo: unir en un solo frente de lucha a la profesionalidad política y devolverle la energía a los héroes que el mismo destrozó en su minuto de gloria como díscolo, con ello superar la democracia tutelada para construir una democracia del control social, porque peor es mascar lauchas.
Finalmente MEO, tocado por el escándalo SQM, ha salido hoy a plantar bandera y decirle a la clase política que todavía es un posible redentor, utiliza el espacio comunicacional más férreo del poder y remata con una referencia crucial a la mantención y profundización de la ideología del estado: el capitalismo, manteniendo feliz al empresariado, el patrón y canon de este tinglado llamado Chile. En fin, MEO nos dice que peor es mascar lauchas. Pero ya no estamos para lauchas, ahora queremos el queso.
Foto: www.marcoenriquezominami.cl