La Michelada se ha transformado en un popular coctel en América Latina, extendiéndose por todo el continente, desde el río Bravo a la Patagonia. En cada lugar recibe aportes de la cultura local, lo que ha ido generando una diversidad de preparaciones, cada una de ellas con un fuerte componente identitario.
Por Joaquín Pérez
La cerveza tiene un origen histórico muy remoto, hallazgos arqueológicos (Godin Tepe) la remontan al siglo IV A.C. hasta el antiguo Elam en lo que hoy es la República de Irán. El Papiro de Zósimo de Panópolis (siglo III A.C.), nos señala que los egipcios elaboraban la cerveza a partir de panes de cebada poco cocidos que dejaban fermentar en agua, también hay registros de esta bebida en hallazgos arqueológicos sumerios en Mesopotamia en la misma época.
Sin embargo, la cerveza moderna proviene del centro de Europa, cuando en la Baja Edad Media se originó la costumbre de cocer el mosto del vino de malta con flores de lúpulo. El lúpulo sustituyó a los aromatizantes hasta entonces utilizados, dando a la cebada fermentada alcohólicamente su amargor característico. El lúpulo contribuye también a su conservación, actuando como antiséptico y estabilizador, detiene la fermentación acética y clarificar el líquido, causando la precipitación de las sustancias albuminosas.
Las cervezas lager, las más consumidas actualmente y base para la preparación de la micheladas, se hicieron por primera vez en el siglo XV en la actual Alemania, con levaduras que tienen una fermentación más lenta a baja temperatura. Las almacenaban en bodegas para que se limpiaran de residuos y el sabor se estabilizara. Todo ese proceso dotaba a la cerveza de un suave color dorado transparente.
Sin embargo, la costumbre europea era beber la cerveza a temperatura ambiente e incluso tibia, como en Inglaterra. Será en los territorios arrebatados a México por Estados Unidos, tras la popularización del uso del hielo y los sistemas de refrigeración, que se comenzará a consumir la cerveza fría, la cual se pedía como “chilled beer” o “chilled”. Los mexicanos comenzaron a pedir su “chela” o “mi chela helada”.
En México existen variadas formas de preparara la Michelada, también existen diversas historias sobre su origen. Una muy difundida es la de la ciudad de San Luis de Potosí, donde existe una leyenda que señala que la Michelada surge en los años 70 en aquella ciudad, que incluso tendría un autor, el cual sería un jugador de futbol del club “El Potosino”, llamado Michell Ésper, el cual tras los entrenamientos pedía siempre un cerveza fría con limón y sal, por lo cual el nombre de Michelada provendría del nombre de dicho futbolista.
Hay lugares de México donde se diferencia entre chelada y michelada, de tal manera que la primera sería simplemente cerveza fría con limón, sal, mientras que a la segunda se añadirían condimentos, como el tabasco y la salsa perrins. La michelada resulta más densa en la boca, con sabor más cargado e incluso picante.
En Centroamérica y en Cuba también se consumen micheladas, aunque en cada región lo hacen con alguna peculiaridad respecto a la mezcla de zumos o salsas diversas. En Guatemala le agregan jugo de tomate, en El Salvador salsa inglesa, en Cuba salsa maggi además de la salsa inglesa y la tabasco.
En Chile a lo largo de toda su geografía, el cóctel es muy popular especialmente entre jóvenes, con la particularidad que en nuestro país, la Michelada si o si debe llevar ají merquén, muy tradicional de la gastronomía mapuche. Un ají, en Chile llamado cacho de cabra, secado y ahumado, tostado posteriormente en callana alguna veces junto a semillas de cilantro y sal.
Imagen extraída de Micheladas El Mexicano