Ministra de la Presidencia de Bolivia, María Nela Prada, cuenta su experiencia en el golpe fallido del 26J

Sábado 29 de junio, 17:00 hrs., Casa Grande del Pueblo, ciudad de La Paz, Bolivia. Ingreso al edificio por el acceso lateral que da a la calle Ayacucho y tras presentar mi credencial de prensa y confirmar la cita en portería con la policía de la recepción tomo el ascensor hasta el piso 20.

Por Javier Larraín Parada

Al abrirse la puerta me atiende la jefa de despacho de la ministra María Nela Prada, quien me convida a pasar a una pequeña sala contigua al despacho. Los jóvenes que integran su equipo asesor, llamativamente paritario, aún intercambian criterios respecto a lo ocurrido el miércoles 26, añaden nuevos antecedentes, proyectan escenarios, cada cual argumenta sus opiniones con decisión y convicción. Reina la alegría de haber derrotado al golpismo, aunque no deja de respirarse un aire tenso copado por la ausencia de certidumbres.

La Ministra me invita a pasar a su oficina y me saluda cortésmente. Mientras pido un café sin azúcar a una persona que me ofrece algo de beber, recorro con la vista la proliferación de colibríes de todos tipos –madera, papel, cerámica, pintura– que inundan el espacio, y me allego presuroso al ventanal que mira hacia la Plaza Murillo, desde el cual la autoridad grabó un video que dio la vuelta al mundo al denunciar la asonada militar en marcha.

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Inesperadamente la entrevistada se convierte en entrevistadora y, quizás por mi condición de nacido en Chile, me pregunta a buenas y primeras acerca de las similitudes del “zuñigazo” con el “tanquetazo” padecido por la Unidad Popular (UP) otro lejano 29 de junio, en 1973. Le comparto mi mirada al respecto, interviene una persona que indica que lo de Chile no fue otra cosa que un “ensayo” para la estocada final del 11 de septiembre y que tal vez nosotros nos hallamos en ese desagradable estado de conejillo de indias, rumbo al patíbulo.

Sin embargo, solo atino complementar que “Allende no tuvo a Allende”, y que no se equivoquen… que, muy a pesar del cariño y admiración que podamos sentir por el presidente-mártir socialista y compatriota mío, en última instancia lo que ocurrió en esos años no es para copiar porque se trata de la historia de una derrota. Por supuesto que hay que estudiar al dedillo esas semanas entre el 29 de junio y el 11 de septiembre, pero con la responsabilidad de extraer lecciones históricas que nos permitan reescribir y variar el final de la película: que esta vez triunfen los buenos.

Tomo un sorbo de café y enciendo la grabadora. Aprieto “rec”. Me concentro en el personaje de Zúñiga y le pregunto a la Ministra por las eventuales motivaciones que tuvo para hacer lo que hizo. Ella responde: “queda claro, y esto se va demostrando en el transcurso de las investigaciones, que buscaba tomar el poder por las armas. En la primera intervención que tiene ante los medios de comunicación, cuando inicia este golpe de Estado militar, dice que las Fuerzas Armadas son las que han dado vida a nuestra patria, y que por tanto deben volver a tomar las riendas de su destino, que esa es la obligación de todo soldado”.

No hay dudas de que Zúñiga es un hombre gris, de pocas luces, con un pasado que llama la atención por su mediocre recorrido como estudiante del Colegio Militar y, sobre todo, por sus ascensos expeditos y sostenidos en el tiempo, que lo llevaron –nada más y nada menos, por increíble que pueda parecer– a ser el comandante general de las Fuerzas Armadas de Bolivia, posición en la cual hizo aflorar su megalomanía, al punto de autonombrarse “General del Pueblo”. En palabras de Prada: “en la alocución referida dice que las Fuerzas Armadas deben tomar el destino de nuestro país y hacerlo en base al clamor del ‘pueblo’, palabra que señala en varios momentos y que dan cuenta de que tiene la idea de que él representa al pueblo”.

Este dato no es menor, ya que en los días previos Zúñiga ha encargado a músicos componer himnos para honrarse a sí mismo, probablemente con el propósito de festejar su ascenso al Ejecutivo. Y justamente ahí radica uno de sus primeros errores, porque al sentirse una especie de “elegido” llamado a “completar” la obra de Villarroel y Torres, al decir de nuestra entrevistada, “creía que el pueblo seguramente lo iba a alzar en hombros después de esta acción de buscar tomar el poder por las armas”. La historia enriquece su trama cuando la autoridad nos confiesa haber sostenido un diálogo con Zúñiga la tarde previa a su desacato. ¿El lugar? El despacho de Prada, donde hacemos esta entrevista. ¿Los participantes? Edmundo Novillo, titular de Defensa, Zúñiga y Prada. ¿El motivo? Llamarle la atención por las opiniones vertidas en un estelar de televisión en que hizo amenazas abiertas contra Evo Morales, y adelantarle las sanciones correspondientes al caso: “yo inicio la reunión indicándole que sus declaraciones, por su investidura, no correspondían en lo que hace a las funciones que están establecidas en la Constitución Política del Estado y que, además, estaban ocasionando un problema a nivel político. A partir de ello el Ministro de Defensa interviene y le explica que sus conductas estaban en contrarruta a su cargo como Comandante del Ejército. Luego le comunicamos que se había tomado la determinación de realizar el cambio correspondiente [se le informa de su reemplazo], pero que no queríamos crear ningún tipo de incertidumbre al interior de las Fuerzas Armadas ni dar una señal de alarma a la población en una coyuntura en que muchos actores políticos están buscando la desestabilización y la generación de zozobra e incertidumbre. En efecto, le pedimos que fuera un cambio ordenado”.

Nos detalla Prada la respuesta de Zúñiga: “al final de la reunión, ¿qué es lo que hace? Mirándome a los ojos me pide disculpas, dice que reconocía el error en el que había incurrido y que estaba agradecido por la confianza que como Comandante del Ejército habían depositado las autoridades en él, que aceptaba la decisión tomada por el Presidente de relevarlo de su cargo y que continuaría sus funciones como soldado al servicio de la patria y en defensa de nuestro gobierno legítimamente constituido”.

La cadena de acciones empujadas por Zúñiga y sus compinches el 26J son por demás conocidos. Pasado el mediodía una caravana de al menos siete carros blindados miltipropósito de origen chino ZFB-05 Bew Star, con sus respectivas ametralladoras pesadas 12.7mm empotradas en sus techos, y entre siete y nueve militares fuertemente armados en cada vehículo –con tenida de guerra y fusiles de asalto Garil–, liderados por el exgeneral de Ejército y excomandante general de las Fuerzas Armadas, y por los comandantes de la Fuerza Aérea, Marcelo Zegarra, y la Armada, Juan Arnez, se dispusieron a asestar un golpe de Estado y derrocar al presidente Luis Arce.

La cronología de los acontecimientos es la siguiente:

14:30 hrs. – Toma de la Plaza Murillo, sede del Ejecutivo, del Legislativo y del Gobierno, por parte de contingentes armados de las Fuerzas Armadas y la Policía Militar.

15:30 hrs. – Gasificación y disparos de los alzados contra la población civil y los trabajadores de la prensa concentrados en la Plaza Murillo.

15:47 hrs – Habla Zúñiga ante periodistas y anuncia la toma del Palacio Quemado y la conformación de un nuevo Gabinete Ministerial, además de confirmar que hará renunciar al Gobierno.

15:51 hrs. – A bordo de uno de los blindados, Zúñiga embiste la puerta de entrada principal del Palacio Quemado.

15:58 hrs. – El presidente Arce da alcance a Zúñiga en el pórtico de entrada del edificio, lo encara y tras breve cruce de palabras lo conmina a abandonar sus propósitos.

17:05 hrs. – El Gobierno releva de sus cargos a los tres comandantes y nombra un nuevo Alto Mando de las Fuerzas Armadas, a quienes ordena desactivar el golpe en curso.

17:30 hrs. – Zúñiga y sus pares se retiran de la Plaza Murillo en dirección a la sede del Estado Mayor del Ejército.

19:05 hrs. – Zúñiga y los complotados son capturados en el Estado Mayor, apresados y puestos a disposición de la Justicia, arriesgando ahora penas de hasta 30 años de prisión por delitos de terrorismo, sedición, atentar contra la vida del primer mandatario, entre otros.

A poco de comenzar la toma del Palacio Quemado el excomandante pronunció un mensaje dirigido al país: “…vamos a liberar a todos los presos políticos absolutamente, desde Camacho, desde Añez, los generales, los tenientes coroneles, los capitanes, los mayores que se encuentran presos. Ese es el pedido de las Fuerzas Armadas, del soldado de a pie, y lo vamos a cumplir. Nosotros queremos restablecer la democracia. Basta de que unos cuantos se han adueñado… miren dónde nos han llevado, nuestros niños no tienen futuro, el pueblo no tiene futuro”.

Claramente las palabras de Zúñiga estaban dirigidas a sumar a otros miembros del Ejército, a líderes de los partidos derechistas (seducidos con la promesa de “liberar a todos los presos políticos”), a dirigentes gremiales protagonistas del golpe de 2019, a grupos paramilitares de extrema derecha y a ciudadanos disconformes con la actual situación económica, social y política del país. Tampoco hay dudas de que desde el primer minuto no encontró oídos receptivos y quedó en completo aislamiento, viendo frustrados sus planes.

Interrogo a la Ministra por las causas del sofocamiento y no vacila en resaltar el papel asumido por la población: “lo primero que destaco es la rápida movilización del pueblo boliviano, quienes en cuanto conocen que se estaba llevando adelante un golpe de Estado, con tanques apostados en la Plaza Murillo y tropas militares dirigidas por Zúñiga, rápidamente deciden llegar hasta la plaza siendo gasificados por los militares que estaban con Zúñiga, primero, y baleados con armas de fuego, después”.

La confusión en el momento descrito es total. Se transmite en vivo y en directo por tv el proceder de los facciosos, quienes van avisando cada uno de sus pasos. A la par, comienzan a caer las primeras personas heridas a manos de los militares, para un total de 14 que debieron ser atendidas por personal médico en la tarde/noche del 26J.

Según información oficial se producen movilizaciones espontáneas en defensa del Gobierno y de la democracia en las ciudades de La Paz y El Alto y en otros departamentos. Esta vez la Central Obrera Boliviana (COB) se adelanta a condenar a los militares, mientras que las organizaciones sociales que conforman el Pacto de Unidad logran también pronunciarse de manera inmediata anunciando bloqueos de carreteras, una huelga general indefinida, entre otras. La Ministra, sobre esta materia, hace un balance literalmente cinematográfico: “Hubo una reacción inmediata del pueblo. Lo que más valoro es su alta consciencia en torno al rechazo a quienes atentan contra nuestra democracia, ya que le ha costado vidas, sangre y luto recuperar la democracia, justamente gracias a la unidad, a la lucha y a la consciencia. Es esta consciencia la que se activó para defender lo que le costó sangre recuperar –que es nuestra democracia–, para defender su voto, para defender a nuestro gobierno legal y legítimamente constituido… conmueve ver esa valentía y ese gran coraje del pueblo, por tomar el nombre de una de las maravillosas películas del maestro Jorge Sanjinés, El Coraje del Pueblo”.

La burguesía y el imperialismo constantemente revisitan sus propias prácticas y las estudian para extraer lecciones. En los días posteriores al 26J un hecho llamó la atención de las personas más agudas. Y es que, desde el minuto uno del alzamiento, antes que Zúñiga pronunciara aquel discursito y sin pensar siquiera que seríamos testigos de una tanqueta golpeando las puertas de entrada del Palacio Quemado, las redes sociales se vieron atestadas de fotografías y memes caricaturizando las acciones, relativizándolas, poniendo en tela de juicio que estuviéramos presenciando un golpe de Estado. Los más osados hablaron desafortunadamente de “show”, de “acto concertado entre Arce y Zúñiga”, de “farsa” y de “autogolpe”; en una disputa narrativa sostenida hasta hoy. ¿Estaban diseñados de antemano esa catarata de memes y chistes orientados a confundir a la ciudadanía?

Entretanto, le consulto a la Ministra por ese minuto a minuto, por la tarde del 26J. Me dice que estaban en gabinete ministerial cuando les informan del copamiento de la Plaza Murillo. Siguen con atención el ultimátum de Zúñiga. Y, entonces, pregunto: ¿cómo y por qué el Presidente decide dirigirse donde está Zúñiga y encararlo? Me entero del pasillo que conecta el tercer piso de la Casa Grande del Pueblo con el segundo del Palacio Quemado, y cómo fruto de un malentendido uno de los acompañantes del mandatario lleva el ascensor hasta el piso uno, encontrándose frente a frente con una decena de servidores públicos inquietos por la situación y congregados en el hall central, algunos de los cuales al verlo deciden acompañarlo al recinto contiguo; es así que el Presidente tiene que subir las escaleras hasta el piso tres para acceder al Palacio Quemado. ¿El objetivo? Impedir a tiempo su toma por parte de los complotados.

Rememora Prada: “algo que destaco muchísimo fue la valentía de nuestro presidente Lucho Arce, quien al ver que un tanque empieza a golpear la reja del ingreso a Palacio Quemado, en cuestión de segundos dice: ‘voy a ir a enfrentar a Zúñiga’. Pienso que él veía venir el hecho de que al ingresar a Palacio iba a tomarlo con las tropas y luego haría lo mismo con la Casa Grande del Pueblo, ya que ambos edificios están conectados. Esto traería consecuencias nefastas para el pueblo, para nuestra democracia y el país, con derramamiento de sangre. Pude ver cuando él lo confrontaba, y que eso no estaba en los planes de Zúñiga; por lo tanto le ha ido moviendo su tablero. Esa decisión creo que fue clave”.

Las autoridades han actuado con inusitada celeridad para cortar de raíz un plan subversivo que, hasta donde conocemos, ha involucrado a militares activos, en servicio pasivo, en retiro, además de civiles, y, según declaraciones ante la justicia por parte de algunos de los protagonistas, a potencias extranjeras como los Estados Unidos y la Unión Europea (UE), dato este último que no sería para nada sorpresivo pero que está sujeto a confirmación. Los detenidos hasta ahora superan la treintena de personas, todos involucrados en un plan de larga data, llevado a cabo de forma completamente desprolija y desesperada por Zúñiga.

Una imagen llama poderosamente la atención: Arce y Zúñiga en el pórtico de entrada del Palacio Quemado. Los alzados superan el medio centenar de hombres en armas; el mandatario está acompañado por no más de 10 civiles y un par de escoltas. Una de las testigos, como hemos podido apreciar, fue María Nela Prada, por lo que no puedo dejar de preguntarle acerca de ese instante que ilustra tanta exposición y vulnerabilidad de las altas autoridades del país. ¿Sintió temor por su vida? Me mira y confiesa: “hay algo propio de nosotros como seres humanos, algo natural que pudo hacernos sentir temor y preocupación, o sea, hubo toda una serie de sentimientos que se fueron mezclando en ese momento… pero al final fue ese coraje del pueblo y ese valor lo que nos llevó a hacer muchas de las cosas que hicimos para poder enfrentar a quienes estaban comandando este golpe de Estado”.

Ha transcurrido una hora de conversación. Agradezco, en nombre de Correo del Alba, a la Ministra por su tiempo, y le regalo un libro de la periodista cubana Elicia Elizundia, Sueño y razón en Frei Betto. Le adelanto que contiene profundas y sinceras reflexiones del fraile dominico, teólogo y escritor brasileño acerca de la historia del socialismo, la utilidad de la fe, el proyecto emancipador de Jesucristo, las victorias y reveses de los pueblos nuestroamericanos en lo que va de este siglo, en fin… Quedamos de reunirnos en otra oportunidad para dialogar en torno a las ideas de Betto. 

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