Por Roberto Reinoso*
Si bien hubo un intento por retomar las clases presenciales de los escolares, el alza de contagios y las consecuentes cuarentenas obligaron a continuar con la modalidad en línea. Una realidad que los niños y adolescentes chilenos empiezan a vivir por segundo año, lo que generará impactos en su aprendizaje y socialización.
Sin embargo, este año podría ser un poco más fácil para las comunidades educativas dada la experiencia lograda en 2020. La experiencia de al menos un año de clases online ha permitido a estudiantes y docentes aprender mucho de cómo lograr aprendizajes en este formato. Los estudiantes han asumido mayor autonomía para el aprendizaje, tanto en la búsqueda de información como en el desarrollo de las habilidades esperadas en el proceso.
No obstante, esta realidad no ha sido uniforme para toda la comunidad estudiantil. No ha sido a niveles similares, dependiendo del nivel educacional, sector de dependencia y/o ubicación geográfica.
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En este escenario, la preocupación es que las brechas aumenten. Los antecedentes disponibles señalan que el proceso de educación a distancia evidenció grandes diferencias, principalmente, producto del acceso a la tecnología y/o conectividad, pues esta brecha no sólo se da entre los establecimientos municipales y particulares, sino que también entre los establecimientos urbanos y rurales.
Las condiciones de acceso no hayan tenido grandes modificaciones desde que se inició el proceso de educación a distancia por lo que es muy probable que las brechas generadas se amplíen.
Género y edad
Así como se observan diferencias de acuerdo con el segmento socioeconómico, también las hay en relación con el género y la edad. Estudios nacionales e internacionales relacionados con los efectos de desigualdades que la pandemia provoca según género señalan que las mujeres son afectadas doblemente.
Estas diferencias radican, principalmente, por el rol social y cultural que se le asigna a la mujer. Así, la educación en formato virtual y el teletrabajo hacen que las mujeres, hijas y madres, no puedan dedicar el mismo tiempo a sus estudios o actividades laborales por tener que asignar parte de la jornada diaria al cuidado o desarrollo de labores propias del hogar, labores que no les son exigidas a los niños u hombres. Si a lo anterior se agrega el factor socioeconómico, las mujeres se ven afectada doblemente pues, en los sectores vulnerados, se estima que muchas niñas no retornarán al sistema educativo una vez que termine la pandemia-
Y así como hay diferencias entre niñas y niños, también se observan por tramos etarios. Los preescolares y primer ciclo básico, es decir, quienes asisten al jardín infantil y a la educación básica hasta quinto, son los que mayor efecto han sentido con la suspensión de las clases presenciales.
El efecto se debe a su necesidad de socialización, pues el juego socializado es uno de los principales recursos para su aprendizaje, conocimientos, habilidades y hábitos; aprender a leer, las nociones de matemática de base, las habilidades psicomotoras finas, etc. Esos ámbitos tienen un fuerte componente de socialización que no se logra, por mucho esfuerzo que realicen los docentes, a través de la clase virtual.
Apoyo familiar
El inicio de las clases virtuales el año pasado significó un esfuerzo mayúsculo para establecimientos, profesores y familias. Era mundo desconocido que exigía nuevas competencias y recursos.
Los docentes han incorporado nuevas tecnologías al proceso, la experiencia lograda les permite realizar ajustes para optimizar los recursos, potenciar el acompañamiento de sus estudiantes a distancia e integrar con mayor efectividad los recursos tecnológicos al proceso de enseñanza-aprendizaje.
Pero el proceso depende también del aporte de las familias. La organización de los tiempos y espacios dedicados al estudio son relevantes. Sin duda que para muchas familias esto ha significado serias dificultades en cuanto a disponer de un espacio adecuado para el estudio, especialmente, en familias con varios hijos y con padres desarrollando teletrabajo.
Se debe considerar que, dependiendo del nivel educativo, los niños tienen necesidades distintas. En el primer ciclo básico requieren un mayor acompañamiento, en este nivel el efecto de las clases remotas es más fuerte pues ellos requieren de la socialización en el aprendizaje. En la medida de que aumenta el nivel educativo se debería privilegiar el espacio y los horarios de estudio, fortaleciendo la generación de hábito y autonomía académica. Lo anterior no significa dejar al estudiante libre para que organice su estudio, sino que ir supervisando el cumplimiento de los tiempos de dedicación y el respeto de los espacios para el trabajo académico.
La socialización entre pares es relevante para el proceso de aprendizaje y de socialización en todos los niveles educacionales. Aprender de forma colaborativa potencia el aprendizaje y nos prepara para vivir en sociedad. Por lo tanto, en la medida que las condiciones sanitarias lo permitan, y con los resguardos necesarios, es muy pertinente ir generando los espacios para un aprendizaje presencial, especialmente, en los grupos de menor edad.
*Académico de la Facultad de Ciencias de la Educación