Mónica Delgado en Festival Frontera Sur: El trabajo crítico como un activismo

Paulina Barrenechea Vergara / resumen.cl En tiempos sobre los que recaen en forma persistente las lógicas neoliberales, sobre todo en el ámbito de la cultura, agudizar el gesto crítico es una pulsión fundamental. Mirada que debe ser entendida como un ejercicio y, más allá, como una práctica. Pero ¿cómo relacionamos el ejercicio crítico en las artes con la acción social? En un contexto regional, pero también nacional, donde la crítica es escasa, y muchas veces definida por cargas negativas que le piensan como un enjuiciamiento más que como la posibilidad de situar procesos, conversar con Mónica Delgado, resulta revelador. Mónica es licenciada en Comunicación Social, tiene una maestría en Estudios Culturales y es una reconocida crítica de cine en Perú, desde el año 1998. Estuvo en Concepción, invitada por el Festival de Cine de No Ficción Frontera Sur, donde tuvo la posibilidad de compartir su mirada en la charla “Crítica y cine experimental: más allá de la experiencia”. También, sumo perspectivas en el conversatorio, “Hacer la revolución: cine e ideología”, junto a Ignacio Agüero, Juan Manuel Sepúlveda y Héctor Oyarzún. Ambas fueron actividades paralelas a la programación del festival. Mónica Delgado, quien también es directora de la revista Desistfilm, tiene una pluma audaz y una mirada que se resiste a los discursos hegemónicos dentro del cine. Sus modos de hacer, pero sobre todo, de ver, le han valido transitar por un terreno azaroso, no exento de tensiones. Sin embargo, es esa incomodidad la que precisamente define su trabajo crítico y lo vuelve tan urgente, sobre todo hoy. Conversamos con ella, aprovechando el contexto de Frontera Sur, sobre su práctica como crítica de cine, video ensayista de la plataforma Fandor y columnista de Wayka. Mónica, desde una dimensión política, ¿Cuál crees tú que son los ejes más relevantes del ejercicio crítico? “Tengo que empezar hablando desde donde yo pienso la crítica. También, desde donde me ubico como puente entre la película y el espectador, porque no es lo mismo ser crítica donde hay una tradición crítica. Es muy distinto hacerlo desde Perú, que tiene una tradición reconocida en América Latina, pues desde los años sesenta existe la publicación Hablemos de cine, que es una revista fundacional. Con ella se institucionalizó la crítica y dejó de ser un ejercicio netamente periodístico. Ahora, con las redes sociales y la democratización del acceso a los soportes, esa institucionalización se modificó. Ya no hay, por parte de lector, una exigencia; porque soy yo misma la que crea una plataforma para controlar, entre comillas, esa calidad. Esto corresponde a una situación global, que no solamente afecta la relación del crítico con la cartelera, sino con los festivales, con el cine local, etc. En Perú ha sido conflictivo en los últimos años escribir sobre un cine distinto, porque, también, implica buscar un espectador distinto. Personalmente, yo nunca he hecho el ejercicio de buscar la figura de un lector o lectora, pues yo escribo pensando dejar un vestigio o visibilizar algún tipo de trabajo que de alguna forma va a requerir una referencia. Yo sí veo el trabajo crítico como un activismo. La posibilidad de elegir qué tipo de cine yo quiero que se visibilice. Eso, de alguna forma, genera nuevos circuitos, aunque sea mínimo, innecesario e inocuo para algunos”. Hay una especie de temor al ejercicio crítico, sobre todo a nivel nacional y ni qué decir a nivel de nuestra ciudad. Han habido escasos gestos críticos históricamente, pues se le asocia siempre a una pulsión negativa, ¿Cómo percibes tú eso desde tu práctica en Perú? “Creo que las redes sociales han mejorado la relación de los críticos con los mismos cineastas. En Perú, es un tema muy complicado hasta hoy. Siempre ha habido como una animadversión al crítico, tanto como personas como por sus textos. Las generaciones de los cineastas de los setentas y ochentas, la tienen hacia los críticos más jóvenes porque dicen que, por ejemplo, siempre van a decir que una película es mala y es porque carecen de una tradición fílmica. Antes, por la influencia de los medios tradicionales, sí había gente que acudía todos los jueves o todos los domingos a leer una crítica. Qué decía fulano de tal, ha puesto 5 estrellas, etc, y se pensaba que eso podía tener algún tipo de influencia en el espectador. Por ello, se mantiene en el cine peruano escribir mucho tiempo después de que la película se estrenó, por el miedo a que una crítica pudiese afectar la taquilla. Aquel que escribe el mismo día del estreno es considerado un traidor a la patria, está cometiendo prácticamente un delito y cortando la posibilidad de que el espectador vea esa película. Es decir, por un lado, el crítico no es importante y, por otro, sí lo es porque todo lo que dice puede generar un efecto. En mi caso no es así. Yo no escribo de acuerdo a la cartelera pues, por lo general, escribo sobre films que participan en festivales y que no tienen fecha de estreno. Y si escribo sobre ese film, es porque me parece que puedo generar o activar que esa película salga de un guetto y pueda verse por un público más amplio”. Has compartido algunas luces de la forma en que percibes el ejercicio escritural. ¿Cuáles son los ejes que definen tus modos de hacer? “Mi escritura de ahora no es la misma de hace veinte años, cuando empecé a hacer crítica. Las cosas que quería comunicar o identificar en una película no son las mismas de antes. Desde hace muchos años ha habido una insistencia, y resistencia también, a modificar malos modos de ver. Esto asociado al espacio del cineclub, donde abordaba determinadas filias y había una fascinación por las formas diversas del cine. Ahora, con los nuevos modos que han adoptado los estudios fílmicos y los estudios culturales, esa percepción ha sido modificada. Ahora no puedo ver una película sin los influjos de los estudios de género, de los estudios etnográficos y sociológicos. Y es que es importante decirle al espectador qué está significando un tipo de film. Yo podría estar escribiendo sobre el típico checklist, mejor fotografía, mejor director, etc, todos hemos pasado por eso, pero yo siento que ha habido una evolución, que no puedo ser indiferente hacia una película que pone un acento político o que hace algún tipo de afirmación sobre las mujeres. En mi revista desistfilm, todo el equipo escribe sobre películas sobre las que quieren escribir. Nadie está obligado a escribir sobre una película que no le fascine. Con fascinación me refiero a que perfectamente puedo escribir sobre una película mala, pero porque ella me permite hablar de muchas otras cosas. A mí me interesa escribir sobre las películas que importan, ya sean buenas o malas, eso es lo que a mí me motiva. Me gusta mucho la inmediatez, yo no soy de las personas que toma nota, tampoco veo dos o tres veces un film. Mientras veo, ya estoy pensando cómo voy a escribir, y apenas tengo la oportunidad, me siento y lo hago. También me gusta discutir con otros colegas, por ejemplo, cuando son películas que yo puedo abordar desde el punto de vista de género pues un cineasta hombre va a tener una lectura distinta y me gusta conversar al respecto. Lo que sí puedo afirmar es que esto es un tipo de apostolado”. Imagino que hay mucho de un proyecto político detrás de ello, hay algo que arrojas de tí en cada crítica. “Hace dos semanas escribí una crítica sobre la película de Queen, en un portal más o menos masivo de Perú. Mi crítica fue negativa, porque al margen de sus errores cronológicos o su blanqueamiento, me pareció blanda en el tema del SIDA. Está borrado para que no afecte, incluso, al espectador homofóbico. Recibí muchos comentarios en contra y que, finalmente, no hablaban de la película sino que hablaban de mí; y no por ser una nueva crítica sino que, principalmente, porque soy mujer”. Mónica, dentro de tu experiencia en diversos festivales a nivel latinoamericano, ¿cómo percibes en ese escenario al Festival Frontera Sur? “Yo valoro mucho los festivales donde se presentan las películas, donde se puede conversar. Yo rescato mucho esa experiencia, donde no solamente tiene que venir el cineasta a presentar sus películas sino que, también, se articulan mesas de diálogo y conversatorios. No solo invitan a ver un cine distinto, sino que hay una línea editorial, por eso me interesa mucho esa apuesta por la no ficción, pues hay todavía una insistencia en la ficción. Destaco de Frontera que toda la programación tenga un sentido curatorial y que todo esté englobado bajo esa lógica, pues este es el tipo de cine que nosotros defendemos. Eso me parece consistente. De repente hubiera sido interesante un poco más de programas de cortos, potenciar más esa posibilidad de trabajar esos temas que se desprendan de los cortometrajes chilenos y latinoamericanos, así podemos generar puntos de distribución y de promoción. Por ejemplo, lo interesante del foco de Straub y Huillet lo veo desde las relaciones que ellos pueden establecer con el cine latinoamericano y, por ahí, hubiera sido interesante buscar, como con Costa, otras relaciones con contextos locales”. 
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