[resumen.cl] En la más absoluta impunidad murió Sergio Arellano Stark, el general asesino, precursor de la DINA, que comandó la sanguinaria comitiva Caravana de la Muerte que, en octubre de 1973, recorrió el país de sur a norte dejando una estela de muerte y terror a su paso.
Luego del golpe militar, ya implantada la dictadura, a los tiranos no les resultaba suficiente la cantidad de muertes que habían provocado, ni les resultaba suficiente el terror que habían sembrado en la población. El tirano y sus secuaces decidieron organizar una matanza en forma. La idea primordial de los golpistas era infringir una derrota aplastante a las fuerzas organizadas y a la moral de lucha del pueblo chileno que se expresara en castigos ejemplares y aleccionadores; no solo pretendían derrotar y someter el espíritu que animaba al pueblo en los años de lucha previos al golpe, sino que también buscaban impedir el surgimiento desde el campo popular de cualquier germen de resistencia social o armada.
Ese fue el objetivo que los tiranos le asignaron a Sergio Arellano Stark y para ese efecto Pinochet lo designa como Delegado, su representante plenipotenciario, para encabezar una comitiva de escarmiento nacional. Premunido de un oficio emitido por los tiranos, que representaba un edicto de muerte, el Delegado Arellano Stark conforma un selecto grupo de ejecutores uniformados que ya habían dado muestras de su vocación criminal en los sucesos del golpe y las represiones posteriores. Dispone para su acción delegada, además de plenos poderes, de un helicóptero Puma con el que la comitiva se desplazó raudamente cumpliendo su propósito homicida. En ese grupo, compuesto por 14 oficiales del ejército, hicieron escuela y méritos los posteriores mandos y jerarcas de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), como Pedro Espinoza Bravo, quien pronto se convirtió en jefe de la DINA en Santiago; el recientemente muerto Marcelo Morén Brito, quien murió cumpliendo condenas por decenas de crímenes cometidos desde su función en la DINA; Carlos José Leonardo López Tapia, uno de los primeros jefes de la brigada metropolitana; Juan Viterbo Chiminelli Fullerton, quien luego continuaría sus oficios de asesino en el Cuartel Simón Bolívar de la DINA, lo mismo que el criminal Armando Fernández Larios quien, además de los asesinatos cometidos en este cuartel, alcanzaría notoriedad por su participación en el asesinato en Washington (EU) de Orlando Letelier, el ex canciller de Salvador Allende; a ellos se agregan los nombres de Sergio Carlos Arredondo González, Gonzalo Andrés Santelices Cuevas, Patricio Gerardo Ferrer Ducaud, y los pilotos de los helicópteros Puma del ejército Luis Felipe Polanco Gallardo y Emilio Robert de la Mahotiere González, entre otros.
En los episodios criminales perpetrados en cada lugar donde el Puma posó sus garras, Arellano Stark se ocupó de seleccionar del listado de detenidos que las fuerzas golpistas tenían como prisioneros a las personas que iban a ser ejecutadas en cada sitio. Escogió prisioneros para matarlos, eso hizo el Delegado Stark y su comitiva de criminales.
Su paso por Valdivia (12), Temuco (6), Linares-San Javier (4), Cauquenes (4), Curicó (2), La Serena (15), Copiapó (16), Antofagasta (14), Calama (26), Arica (3), dejó un reguero de 102 asesinatos de personas detenidas. A esta estela de muerte se agregan los crímenes cometidos por orden expresa de Arellano Stark quien dispuso la ejecución de razias de cacería y matanza, que se cumplieron apenas la orden fue dada, como las cometidas en el Puente Toltén (10), en Villarrica, y las de Chihuío (18), entre otras. En cada lugar que Arellano Stark y sus criminales organizaron las ejecuciones, se ocupó de hacer participar a los golpistas y tiranuelos locales que, tal como el Delegado, estaban sedientos de sangre, de gloria y de pago por sus servicios criminales. Arellano Stark fue ascendido y premiado, por su desempeño al mando de la comitiva de la muerte, incluso después de su retiro (ocurrido en 1976), su papel exterminador fue destacado en reiteradas ocasiones por el tirano Pinochet.
El genocida, que falleció a los 94 años de edad, había sido procesado por vez primera en julio del año 2003 por el ministro de Corte Juan Guzmán Tapia, por los homicidios cometidos por la Caravana de la Muerte en Curicó y en San Javier; por este primer episodio es condenado en primera instancia en julio del 2007 a diez años de cárcel, y finalmente en octubre del 2008 la Corte Suprema rebajó la condena a seis años de presidio. Estas causas judiciales sólo fueron abiertas por los tribunales de justicia en Chile en 1998, luego de la detención de Pinochet en Londres; este suceso es el que rompe la impunidad grosera de que gozaban los criminales uniformados.
La sentencia de octubre del 2008 ponía término a la impunidad de Arellano Stark. Al igual que otros jerarcas militares, se caracterizó por su extrema cobardía y nunca reconoció su participación en los crímenes, refugiándose en mentiras, falsedades y culpando a otros de sus delitos. Fueron algunos de esos otros criminales quienes lo desenmascaran y le dejaron en evidencia. La resolución final de este primer episodio judicial de la Caravana de la Muerte cerraba las puertas por donde el Delegado Arellano Stark buscaba escabullirse para escapar de la fuerza de la verdad y de la acción de la justicia. Era el segundo criminal de alta jerarquía y mando en la dictadura que era condenado a penas efectivas de cárcel, y sin ningún beneficio, después del ex jefe máximo de la DINA, el también genocida Manuel Contreras.
Entonces, al igual que el tirano Pinochet, se escabulló por las cloacas. En noviembre del 2008, apenas un mes después de la sentencia a firme de la Corte Suprema, el genocida Arellano Stark se declara demente. El ministro de fuero Víctor Montiglio decidió absolverlo de ir a la cárcel dado su avanzado estado de demencia. El genocida se libra de responder por los 102 crímenes cometidos por el paso de la Caravana de la Muerte y por las decenas de asesinatos cometidos por su orden directa. El mismo truco utilizado por Pinochet, lo utiliza su primer fiel sirviente.
Arellano Stark, que había sido formado como oficial de estado mayor en Fort Leavenworth (EU), fue uno de los principales milicos fachos que conspiraron contra el gobierno de Allende; desde su puesto de comandante del Regimiento Maipo de Valparaíso, participó en numerosas reuniones secretas, encabezadas por la oficialidad reaccionaria de la Armada en el puerto. Luego, ya como general, desde el Comando de Tropas, instalado en Peñalolen, continuó con las conspiraciones y fue uno de los que llevó a Pinochet a las acciones golpistas. Fiel representante de una escuela de criminales, se escabulló por las cloacas, disfrazado de demente.
La propia Corte Suprema confirmó, en diciembre del 2015, el sobreseimiento por “demencia” del ex general de ejército, al condenar a otros siete ex oficiales del ejército por su participación en el episodio Antofagasta de la Caravana de la Muerte que significó el asesinato de 14 personas detenidas.