[resumen.cl] A los 90 años y en el hospital militar trasandino, murió el último dictador argentino Reynaldo Benito Bignone. El presidente de facto trasandino, antes de ser obligado a salir del poder en 1983, impuso una ley de autoamnistía que buscó la impunidad por los crímenes cometidos durante la sangrienta dictadura militar argentina, la que más adelante fue declarada nula por el Congreso.
Bignone había sido condenado a cadena perpetua por allanamientos ilegales, secuestros, torturas, homicidios y además, por robar las pertenencias de las víctimas de estos deleznables actos. Fue además, el encargado de entregar el poder a Raul Alfonsín tras ganar las elecciones, luego que la dictadura se viera obligada a dirimir tras su fracaso en la guerra de Las Malvinas, una profunda crisis económica y la movilización popular que lo cercó.
El ex fiscal Luis Moreno Ocampo afirmó que Bignone intentó condicionar el traspaso del poder con una serie de puntos que quiso imponer a los políticos por aquel entonces agrupados en la Multipartidaria, entre lo que se encontraba la no investigación de ilícitos, junto a la no revisión de lo actuado en la lucha antiterrorista.
En abril del 83 ordenó la destrucción de la documentación existente sobre la detención, tortura y asesinato de los desaparecidos y emitió un documento en el que negaba la existencia de exiliados, recluidos, detenidos desaparecidos, centros de detención y torturas, entre otros, afirmando que se trataba de “una falsedad utilizada con fines políticos”.
Carlos Menem lo había indultado en 1989, pero gracias a la reapertura de casos de delitos de lesa humanidad en 1999, respecto a secuestros de menores, fue posible procesarlo. Luego, gracias a la anulación de las leyes pro impunidad en 2003, fue condenado en 7 oportunidades por delitos de lesa humanidad: a 25 años de prisión en 2010; a reclusión perpetua en 2011; a 15 años en 2011; a 15 años en 2012; a reclusión perpetua en 2013; a 23 años en 2014 y a 20 años en 2016.