El poeta palestino Samih al Qasem, figura destacada de la “poesía de la resistencia”, murió el martes a los 75 años después de una larga batalla contra el cáncer, indicó un amigo de la familia.
Samih al Qasem falleció en el hospital Safed, en el norte de Israel. Padecía un cáncer de hígado desde hace tres años, precisó Isam Juri a la AFP.
Conocido como “poeta de la resistencia”, defendía con ardor los derechos de la minoría árabe israelí -los descendientes de los palestinos que permanecieron en su tierra tras la creación de Israel en 1948- y celebraban la resistencia palestina contra la ocupación.
Varios escritos suyos fueron traducidos a varios idiomas.
Qasem, que también practicó el periodismo, militó mucho tiempo en el Partido Comunista israelí y fue detenido varias veces por las autoridades israelíes.
Compartimos con nuestros lectores uno de sus poemas:
Como se planta una palmera en el desierto.
Como mi madre imprime, sobre mi dura frente, un beso.
Como mi padre quítase la capa beduina
y deletrea las letras a mi hermano.
Como arroja los cascos de guerra un pelotón.
Como el tallo de trigo se alza en la tierra estéril.
Como ríe una estrella al enamorado.
Como seca una brisa el rostro fatigado del obrero.
Como entre nubarrones se levanta una fábrica, soberbia.
Como un grupo de amigos comienza a cantar.
Como un extraño a otro sonríe afectuosamente.
Como un pájaro torna al nido del amado.
Como un muchacho lleva su cartera.
Como el desierto nota la fertilidad.
¡Así pulsa en mi alma el arabismo!
¡Caballeros de todos los rincones:
Con corbatas en pleno mediodía
y excitantes polémicas,
¿Qué pintáis, decidme, en este tiempo?
¡Caballeros de todos los rincones:
El musgo, ya creciéndome en el corazón,
cubrió todos los muros de cristal,
las cuantiosas reuniones,
los vitales discursos,
los espías, las masas, los dichos de las putas…
¿Qué pintáis, decidme, en este tiempo?
* * *
Caballeros!:
Dejad ir a su antojo la luna de los monos,
y veníos para acá,
porque yo hago perder los puentes a este mundo.
Mi sangre está amarilla,
mi corazón caído en el lodo de los votos.
¡Caballeros de todos los rincones! :
¡Que sea peste mi afrenta, y sierpes, mi tristeza!
¡Relucientes zapatos de todos los rincones!:
Grita más mi venganza que mi voz.
El tiempo es un cobarde.
¡Y yo no tengo manos!