Muertos útiles de Erich Rosenrauch: Ficciones ideadas para encuadrar la rapacidad presidencial

Ana María Maack, periodista de “El Sur” en los setenta comenta en la investigación de Claudia Ortiz (2017) que cuando Erich Rosenrauch le envía una copia de “Muertos útiles” para que ella lo reseñara en sus columnas dominicales, el libro fue declarado PROHIBIDO por la Jefatura de Estado de Emergencia el 26 de agosto de 1977. El director de “El Sur” en ese entonces, Iván Cienfuegos, guardó un ejemplar de la novela en las bodegas del diario. En 1989 la madre de Rosenrauch, Malvine Vogelfanger en cooperación con Jaime Quezada y María Magdalena Browne entregan a la Editorial del Pacífico el encargo de una nueva edición. Incorporan allí la resolución de la Jefatura de Zona de Estado publicada en 1977 en donde se especifica la suspensión de la impresión, circulación y venta del libro, su requisamiento facultando allanamiento o descerrajamiento si es necesario por parte de Carabineros. Gloria Sepúlveda Villa / resumen.cl El escritor no entendió la resolución de la Jefatura y se negó a publicar la novela en el extranjero, según consigna Juan Carlos Sepúlveda “porque sería una traición y una cobardía”. Sepúlveda escribe que Rosenrauch fue antimarxista. Sin embargo, un acercamiento a su obra completa da cuenta que cultivó en su escritura lo que Ricardo Piglia señaló como el secreto que se esconde en las obras literarias en “otro” discurso que se desliza secretamente y “mantiene una tensión secreta con las maquinaciones del poder”. Por ello, la propuesta de Rosenrauch va más allá de las simpatías políticas por uno u otro bando, sino que, en palabras de Hannah Arendt, fue un escritor que buscó componer para comprender, en una clave literaria, una alegoría satírica de los gobiernos y las instituciones. “Muertos útiles” trata de un país ficticio que sufre una crisis por la pérdida de la exportación de hidrocarburos. El país, Osmania, permanece aislado y es dirigido por el dictador Anastasio que propone extraer cadáveres para generar hidrocarburos. Asesorado por tres secretarios que se reparten su simpatía y antipatía el gobierno decreta la extracción y con ello el cambio de paradigma en torno al rito mortuorio y la mercantilización de los cadáveres sujetos a una producción de energía daría cuenta de la instrumentalización de los recursos humanos sin trato ético, del mismo modo como ha sucedido en las grandes extracciones de recursos naturales en todo el planeta: “Practicantes de una modalidad sutil de antropofagia, tales magnates engordaban hoy a base de densos piños humanos, cuya carne no devoraban sino que desprendían gradualmente a punta de hambre o angustia” (41), sumada a profilaxia de cadáveres le siguen ancianos y vagabundos. Paradójicamente, los muertos se vuelven “fecundos en el sentido más cabal del término” (72). En este punto de la lectura uno llega a preguntarse qué le habrá molestado a la Junta Militar, que el autor relativice la vida humana o que el dictador de este país ficticio aparezca desprovisto de la altura del poder, un poder desbordado que coloca en peligro los preceptos éticos en el tratamiento de los cuerpos humanos en una alegoría de un territorio insular que ve mermada su estabilidad en un juego de apariencias que coloca sobre la mesa la discusión en torno a cómo hemos forjado nuestra vida en el planeta: “A despecho del vertiginoso crecimiento demográfico, no pasaría entonces mucho tiempo sin que nuestra raza llegara a evocar las innúmeras variedades zoológicas puestas hoy, de resultas de una explotación desatada, al borde del exterminio” (194). El dictador de Osmania no es capaz de dimensionar los alcances de sus decisiones y, como en las otras novelas del autor la naturalización de lo imposible, en este caso la extracción de cadáveres, parece una marca de su escritura. Las sociedades narradas por Erich Rosenrauch exploran el fracaso de sus instituciones. “Muertos útiles” se construye narrativamente en una dialéctica, vale decir, en un diálogo y discusión entre el dictador y sus secretarios con un telón de fondo que muestra una sociedad vigilada y controlada sistemáticamente con el objetivo de producir en la vida y en la muerte la mercantilización de la humanidad.
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