El Círculo de Periodistas de Santiago dio a conocer este lunes el fallecimiento de su socia Ligeia Balladares Saavedra, acaecido el domingo 18 de noviembre, en Chapingo, México. La organización manifestó sus condolencias y solidaridad a su compañero Guillermo Ravest, y a su familia y amigos cercanos, por la partida de esta gran periodista y, al mismo tiempo, difundió esta semblanza de Ligeia preparada por Guillermo Ravest:
Hoy domingo 18 de Noviembre del 2021 falleció en Chapingo, México, la periodista chilena Ligeia Balladares Saavedra.
Aunque nacida en Concepción (1927), su terruño del alma fue Temuco. Adolescente aún fue redactora y directora de la revista “Simiente” del Liceo de Niñas. Como no existían escuelas de periodismo, aceptó ir a estudiar Derecho a la Universidad de Concepción. Sin embargo, en todas las vacaciones trabajó en el diario “El Sur” de Temuco, que entonces dirigía el periodista José Monasterio, quien como primer maestro le incentivó su vocación. Pero debió postergarla por imperativos de la vida: matrimonio, fundar una familia, vivir en el campo por década y media.
A los 32 años bregó por retomar su vocación en Santiago, adonde llegó para difundir su primer libro de poesía. Un año después ingresó a “La Nación”, en 1960, como redactora de arte y cultura. En el primer retorno de Roberto Matta a su patria, ella logró la única entrevista personal que dio en Santiago. Matta vertió en ella interesantes interioridades de su vida y su trabajo, que mereció entonces numerosas referencias en otros medios e incluso un plagio en una revista santiaguina. Nuestro Círculo de Periodistas aún no contaba con un tribunal de ética.
En 1963 estuvo en la revista “Flash”.Con motivo de un próximo Nobel entrevistó a Pablo Neruda en Isla Negra. En Iquique embarcó durante dos días en una goleta pesquera con el reportero gráfico Enrique Aracena, para un reportaje motivado por el reciente boom de la anchoveta.
En 1964 ingresó al diario “El Siglo”. En uno de sus apuntes muy posteriores, escribió: “Eso me permitió andar reporteando en poblaciones, minerales, caletas de pescadores, en sindicatos campesinos, comunidades mapuches en mi Araucanía, en giras políticas y muchos funerales de víctimas de alguna injusticia. Pero, más importante que conocer el país, fue el contacto humano, ojo a ojo, mano a mano, con los trabajadores y sus mujeres, con los pobres de Chile, con los que no tienen voz pero les sobra dignidad para cambiar las cosas. De otras tantas tomas en tiempos de la Revolución en Libertad, debo considerarme también “fundadora” de la que sería la población Violeta Parra. Allí velé toda la noche con Gladys Marín hasta la hora de los quiubo: la toma misma del terreno, junto a las mujeres, sus chiquillos, y unas pocas pilchas y la bandera nacional, en que los pacos nos gasearon y apalearon sin misericordia. Y ganaron los pobladores. Y también nosotros los reporteros, que salimos indemnes para escribir el reportaje”.
De esa misma etapa es una entrevista a un ex conscripto, realizada en Chillán. Él contó detalles inéditos del servicio militar. Cómo, oficiales que habían sido entrenados en la Escuela de las Américas, les ordenaban criar un perrito, para después matarlo y comérselo. Lo que era increíble en ese tiempo, con posterioridad ha sido comprobado en incontables testimonios igualmente crueles. Tal entrevista le significó a la reportera un proceso militar y su detención, incluido el fichaje penal (“tocar el piano”).
En el invierno de 1967 fue enviada especial a Bolivia para informar sobre las guerrillas del Che Guevara. Regis Debray ya había “hablado demasiado” y estaba detenido. Cuando logró un cupo para el avión que transportaría a corresponsales extranjeros a la zona de guerrilla, su director del diario le ordenó regresar a Chile en forma urgente. ¿Qué había ocurrido? El “contacto” que se le proporcionó para actuar en La Paz, apareció ese día en una noticia de Prensa Latina sindicado como agente de la CIA o un doble agente.
Desde septiembre de 1969 hasta enero de 1970 integró, como reportera, la pequeña comitiva de la candidatura pre presidencial de Pablo Neruda y que integraban, su esposa Matilde Urrutia y el senador Volodia Teitelboim. En ese breve lapso la comitiva recorrió todo Chile. La gira se inició en Antofagasta y al arribar al aeropuerto de Cerro Moreno constataron que todo el mundo estaba convulsionado. Volodia Teitelboim, en un prólogo para un poemario de Ligeia, escribió en 1979: “El general Roberto Viaux se había rebelado hacía unos momentos contra el gobierno demócrata cristiano de Eduardo Frei. Acuartelado dentro de la comandancia de la División del Norte, daba el primer paso que culminaría con el golpe del 11 de septiembre de 1973”. Y recuerda los siguientes pasos del mismo general: su acuartelamiento en el Regimiento Tacna y la dirección de la banda terrorista que asesinó al Comandante en Jefe del Ejército, general René Schneider, todos para impedir la postulación y el triunfo de Salvador Allende.
Añade Volodia refiriéndose a Ligeia: “La reportera de apariencia frágil, con su percepción de la historia, consiguió entrevistar al amotinado. Volvió con un autorretrato del personaje. Por supuesto, no le confesó derechamente sus designios. De ordinario el conspirador trabaja con el engaño, desliza equívocos, dibuja pistas falsas, se enmascara. Pero ella retornó más que con la sospecha, con la convicción de que se ponía en movimiento el gran peligro”.
Tras el golpe militar, en marzo de 1974 debió exiliarse, junto a la hija menor y su compañero, Guillermo Ravest, quien había sido el último director de Radio Magallanes y ella redactora de un programa matutino dedicado a los campesinos. Luego de ser acogidos en la República Federal Alemana, fueron llamados a integrarse al diminuto equipo de periodistas -José Miguel Varas y Eduardo Labarca-, que entonces animaban el programa “Escucha Chile” desde Radio Moscú. Ya en la capital soviética, se resolvió que los periodistas Balladares-Ravest irradiaran el programa “Radio Magallanes”, en honor a Salvador Allende y pervivencia radial de la emisora que difundió sus últimas palabras. En una primera etapa –desde agosto de 1974- este programa se difundió por las ondas de la radio Paz y Progreso. Posteriormente, se irradió en un solo bloque junto al “Escucha Chile” por Radio Moscú, hasta la extinción de ambos con posterioridad al triunfo del “No” y el advenimiento de la democracia.
Tras lograr el relevo por periodistas que necesitaban salir de Chile y que tuviesen “fresca la patria”, Ligeia y su compañero viajaron a México a fines de 1980 y retornaron a Chile en diciembre de 1983. La letra “L” en sus pasaportes que se los impedía, les fue levantada por gestiones del Colegio de Periodistas.
Bajo dictadura, Ligeia fue colaboradora del semanario Pluma y Pincel y de El Siglo clandestino; también formó parte del equipo fundador de Fortín Mapocho. De esos tres medios fue exonerada. Jubiló por edad en 1990. Imposibilitada de seguir trabajando en su oficio –y por otras causas- ella y su esposo decidieron retornar a México a fines de 1995, adonde y a causa del exilio, habían quedado dos de sus hijas. En México trabajó como periodista en una Universidad.
En uno de sus últimos escritos dejó dicho: ” Los que no lo reconocen, pero saben el por qué y no lo dicen, ahora soy autoexiliada. Y a mucha honra soy exonerada política, aunque me pese mes a mes mi escuálida pensión”.
Ligeia Balladares es autora de los siguientes libros: “Lecciones, Tonterías y otros Poemas”, Temuco, 1959; “Campesino y Proletario”, narración biográfica de Víctor Contreras Tapia, Moscú, 1978; “Cuentos para Contar” (para niños), Santiago, 1987; “Voy a dar un Pormenor”, relatos autobiográficos, Universidad Autónoma Chapingo, México, 2002; y “Exilio”, poemas, Universidad Autónoma Chapingo, México, 2009.
Sus cenizas reposarán en el pueblito mexicano San Miguel Tlaipxpan, donde vivió sus últimos 17 años y otra parte en el Cementerio de Temuco, junto a los restos de sus padres y hermanos.
EC/MP