La insolvencia del grupo del diario español El País, una crisis que se arrastraba desde hace años y que venía enfrentando con la venta de inmuebles y otros activos, ha descendido al subsuelo al anunciar el despido de cientos de trabajadores y de un tercio de su planta de periodistas. Con este evento, que ha trascendido las páginas de economía de ése y otros periódicos para ingresar a la política misma, la crisis financiera española ingresa también en un nueva y aún más lúgubre etapa.
Así como la construcción, los medios de comunicación son también un buen indicador, un especie de canario en la mina de carbón, del curso que sigue la economía. Bien sabemos que el sector inmobiliario es el primero que se activa o deprime con las oscilaciones en la inversión y el consumo. Pero los medios, al estar directamente relacionados con la inversión publicitaria, son también una buena señal. Si hoy es el diario El País y el grupo Prisa, ¿por qué mañana no veremos en un trance similar al Banco Santander, al BBVA o a Movistar? La economía, como la política, no deja de deparar sorpresas.
Es posible que en el caso de los medios de comunicación tradicionales haya factores diferentes a otros sectores o rubros del mercado. Los cambios tecnológicos, la aparición de Internet y las redes sociales, han influido en la caída de la venta de periódicos, pero no ha sido el caso de la publicidad, que ha seguido utilizando a los medios impresos como vehículo de sus mensajes. Sí ocurre al contraerse la economía. En este caso, la inversión en publicidad tiende a amplificar esa reducción.
El año 2013 la recesión golpeará con dureza, lo que es desde ya el tiro de gracia para el matutino. Ni la venta de activos ni los despidos masivos, ni las reducciones salariales o los ahorros en impresión lograrán atenuar una deuda de más de cuatro mil millones de dólares y la toma de control del grupo Prisa por sus acreedores, entre ellos el Banco Santander, La Caixa, el HSBC, Telefónica y el fondo de inversiones estadounidense Liberty, que es hoy el accionista mayoritario. El País es la nave insignia de un grupo mayor. El grupo Prisa, que es la empresa editora del diario madrileño, es propietario de numerosos medios de comunicación en España y América Latina, entre los que se pueden citar desde la Cadena Ser, el Grupo Santillana (editorial Santillana, Alfaguara, Taurus, El País-Aguilar, entre otras), Canal+, Radio Caracol, en Colombia, y el grupo radiofónico Iberoamerican en Chile, entre otros. Prisa creció durante la última década hasta controlar un universo de más de mil radios de habla hispana. Pero también tiene control en la prensa escrita. Además de El País, Prisa es propietario del diario económico Cinco Días, el diario deportivo AS y otros periódicos especializados y regionales. Nada de ello es suficiente para solventar la deuda de cuatro mil millones de dólares.
La debacle de El País no tiene retorno. Porque también ha perdido su credibilidad. Ya no es el periódico de hace 35 años, que marcó la transición española. Hoy, enredado financieramente con los fondos de inversión y las transnacionales españolas, ha perdido su independencia y se ha transformado en un defensor del capital y las políticas neoliberales. La guinda de este pastel ha sido la defensa más o menos desembozada de los recortes a la seguridad social perpetrados por el impopular gobierno del conservador Mariano Rajoy. Si ese apoyo a las políticas neoliberales ha tenido cierta discreción en la Península, en América Latina ha sido directo. El País de forma cada vez más creciente ha mantenido una campaña contra los movimientos sociales y gobiernos latinoamericanos que han levantado su voz contra los capitales financieros e industriales en la región. El País se ha sumado, tal como un partido político más, a los opositores a Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y Cristina Fernández. El País, que ya ha perdido totalmente su independencia periodística, se ha convertido en una herramienta al servicio de las empresas españolas y globales. Como reciente ejemplo está su portura frente a la recuperación por parte del gobierno argentino de YPF Repsol y, cómo no, la campaña contra el gobierno de Chávez durante el proceso electoral.
¿Hace falta llorar por El País? Tal vez podríamos haber lamentado su actual situación hace treinta o veinte años. Pero El País que hoy se enfrenta a una cercana quiebra, es un diario más de los que abundan como división comunicacional de multinacionales y bancos, cuya función es defender a brazo partido el actual modelo político y económico. La otrora independencia editorial del matutino madrileño ha derivado en un defensor de sus propios intereses. Si el principal accionista es hoy un fondo de inversión estadounidense, en realidad deberíamos celebrar su hundimiento junto con extender la solidaridad a sus empleados. Ante esta debacle financiera, que no es una pérdida para la libertad de expresión, podemos agregar sólo algo más. Las crisis a veces son beneficiosas.
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 769, 26 de octubre, 2012