“Soy mujer.
Y un entrañable calor me abriga
cuando el mundo me golpea.
Es el calor de las otras mujeres,
de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible,
luchador, de piel suave y corazón guerrero”.
Alejandra Pizarnik
Por: Observatorio Virtual Mujeres y Medios
Los crímenes de odio contra las mujeres. Las violencias físicas, psicológicas, simbólicas, económicas, institucionales. El desprecio por nuestras vidas. Nuestra sangre, nuestros cuerpos al servicio del mercado, y del deseo masculino. Los resguardos, la femeneidad, el amor romántico, la culpa. El patriarcado es una cárcel brutal, con su violencia, sus estereotipos, sus pautas, sus relaciones sociales de poder y jerarquías; de lo masculino siempre por sobre lo femenino.
Todo cabe en los medios de comunicación del patriarcado, incluso con sus silencios y omisiones. Así sobreviven, con sus risas, con sus burlas, ridiculizándonos. Banalizando toda la violencia, principalmente en su expresión más brutal: los femicidios. Crímenes de odio que ocurren día a día, en manos de conocidos y desconocidos, en el espacio público y privado. Podríamos volver a mencionar que fueron 58 el 2015, y 7 en lo que va de este año, y aún así no sería suficiente para evidenciar toda la rabia y todo el dolor que sentimos.
Hace justamente un año, “La Estrella” de Valparaíso titulaba “Friolento abusó de lolita en fiesta de cumpleaños”, una representación discursiva que intentó frivolizar la acción criminal del violador. Hace un par de semanas, en medio del parafernálico Festival de Viña, el diario “La Cuarta” titulaba, “Luli y su triunfo: Esto es un ejemplo para todas las niñas del país”, evidenciando cómo la cultura patriarcal promueve y fomenta la objetivación de nuestros cuerpos, y construye pautas sociales a su medida. El Festival y la tele, escenarios perfectos para el sexismo y la "broma" machista; ese machismo “progre” que critica a los políticos y los empresarios, pero que continúa siendo sexista, homofóbico y racista.
“Una regada tomatera terminó con una mujer violada en Quilpué”, decía “La Estrella” de Valparaíso este verano, en su lógica patriarcal de relacionar alcohol con violencia sexual. De trasladar la causa, de culpar al alcohol, a las drogas, a los celos. A ellos les decimos: Los violadores violan, el alcohol no viola. Les decimos, que los únicos responsables son quienes nos acosan en las calles, espacios educativos y lugares de trabajo, quienes abusan de nosotras en las fiestas y en los viajes, quienes nos violan en espacios que parecen de confianza y no, de quienes se piensan nuestros dueños, y no aceptan un NO como respuesta.
El desprecio machista hacia nuestras vidas nos está matando, y nos hace sufrir las formas de violencia y tortura más terribles. Somos brujas quemadas otra vez. “Las hienas con falda” que hablaba “El Mercurio”, ya no en la lucha por el voto sino por todas las autonomías.
Por todo ello, y por mucho más, rechazamos el carácter de fiesta de este día, su banalización y expropiación de su carácter político. Repudiamos las formas de violencia y su validación en el imaginario social. Rechazamos ser damas de compañía, y bufonas en los shows faranduleros. Repudiamos a los medios machistas, y abrazamos a los que nos muestran en dignidad, con nuestras propias voces, memorias y saberes. En nuestras libertades, tensiones y pulsaciones.