Ni la presión internacional, ni el emplazamiento directo del Ejército ni las movilizaciones callejeras, ayer más numerosas que nunca, hicieron mella en el presidente egipcio, Hosni Mubarak, que cuando se esperaba que anunciaría que transfería el poder al vicepresidente Omar Suleiman, proclamó que permanecería en su cargo hasta setiembre. La reacción en la plaza Tahrir fue de indignación, en la Casa Blanca de estupor.
El presidente egipcio, Hosni Mubarak, se mantendrá pese a quien pese en su puesto. En un discurso televisado ayer por la noche, en un tono paternalista en el que llamó hijos e hijas a los ciudadanos egipcios, el rais destacó que no cedería ante las presiones internas ni externas y que permanecería en su cargo hasta que su sucesor sea designado en las elecciones presidenciales del próximo setiembre, a las que volvió a confirmar que no se presentará. «Nunca he sucumbido a la presión internacional, tengo mi dignidad intacta», proclamó.
Las palabras de Mubarak fueron un jarro de agua fría para los cientos de miles de personas que se congregaron en la plaza Tahrir de El Cairo -más que nunca según testigos presidenciales- y otras ciudades egipcias, que esperaban que Mubarak anunciase su dimisión y que cedía todos sus poderes al vicepresidente, el general Omar Suleiman.
Según señaló un portavoz de la Casa Blanca estadounidense a la emisora CNN, el estupor llegó incluso al presidente de EEUU. «Esto no es lo que nos habían dicho que ocurriría, ni lo que queríamos que ocurriese», señaló este portavoz
La posibilidad de dimisión fue destacada a lo largo de todo el día de ayer por diversos medios de comunicación, que destacaban que el Ejército habría presionado al rais para obligarle a ofrecer una salida a la crisis en la que se ha sometido el país.
Nada más lejos de la realidad. Mubarak, que debe tener más apoyos de los que aparenta o se ha sumergido en una estrategia suicida de morir con las botas puestas en la que no parece escuchar ni siquiera a los más cercanos.
En esta línea, Mubarak destacó que pondrá todo lo que esté en su mano para garantizar que el proceso de transición «hacia el nuevo Egipto», que según él mismo proclamó concluirá en las elecciones de setiembre, sea un éxito. En el colmo del cinismo, declaró que «la sangre de los mártires de estos días no habrá caído en vano».
«Yo también he sido joven como vosotros, he ido a la guerra por el bien de Egipto y me he sacrificado durante los 60 años que he estado sirviendo a nuestro país», proclamó Mubarak en su discurso, que inicialmente se anunció para las 20.30 [19.30, en Euskal Herria] y posteriormente para las 22.00 [21.00, en Euskal Herria]. Finalmente, la televisión oficial egipcia comenzó a retransmitir el discurso presidencial pasadas las 23.30 [22.30, en Euskal Herria]. Una vez más, dijo que espera ser enterrado en Egipto.
La larga espera contribuyó a aumentar la sensación de que Mubarak iba a anunciar algo importante, por lo que la frustración fue aún mayor.
La respuesta de los congregados en la plaza Tahrir fue comenzar a gritar «Fuera, fuera» y «Vete, ya» a Mubarak. La gran cantidad de personas congregada en esta zona de El Cairo y la sensación de frustración tras horas de espera hacía temer que se produjeran reacciones violentas entre los manifestantes opositores. Muchos de ellos esgrimieron sus zapatos, una ofensa para los árabes, en dirección a las pantallas que mostraban el discurso de Mubarak.
«Ejército, tienes que optar ente el régimen y el pueblo», corearon en la plaza Tahrir.
Estos gritos contrastaban con el silencio sepulcral con el que la multitud congregado en la plaza Tahrir comenzó escuchando la proclama de Mubarak.
La única concesión de Mubarak fue anunciar que impulsará la reforma de seis artículos de la Constitución, que a su juicio, contribuirán a «mejorar el futuro de Egipto». Además, anulará otro artículo que hace referencia a «medidas antiterroristas».
Asimismo, anunció que cederá algunos poderes al vicepresidente Suleiman, pero no precisó cuáles eran ni cuáles mantenía en sus manos. Lo único que está medianamente claro que es que Suleiman será el encargado de pilotar la transición.
Junto a ello, destacó que el diálogo iniciado el domingo por Suleiman con representantes de la oposición ha dado lugar a «un acuerdo de principios», del que tampoco dio más detalles.
Minutos después de que concluyese el discurso de Mubarak, la televisión estatal anunció que iba a emitir una nueva comparecencia, la del vicepresidente Suleiman. Éste señaló que el diálogo para establecer las bases del futuro Egipto está abierto. Es decir, que el Gobierno de Mubarak se mantiene intacto en el poder y que cualquier reforma que se introduzca en el sistema político del país árabe tendrá que ser negociado con el establishment actual.
Suleiman hizo otro llamamiento a los manifestantes que se encontraban en las calles a regresar a sus domicilios y les instó a no escuchar lo que dicen las emisores de televisión extranjeras que emiten por satélite, sino a sus «propias conciencias».
El presidente de EEUU, Barack Obama, anunció que reuniría a su equipo de seguridad nacional después de que Mubarak pronunciase su discurso, lo que confirma que la Casa Blanca esperaba ayer otra cosa del rais egipcio. Antes del discurso de Mubarak, Obama defendió «la democratización de Egipto».
Mientras la CIA daba ya por segura la dimisión de Mubarak y su sustitución por Suleiman, el número dos del Departamento de Estado de EEUU, James Steinberg, aseguraba en una declaración ante el Congreso que Washington hará todo lo posible para que los cambios en Egipto no creen «un nuevo peligro para Israel en la región».
«Nuestro apoyo inquebrantable a la seguridad de Israel está fuera de duda», señaló. «Allí donde Israel ha firmado la paz, vamos a trabajar con denuedo para preservarla y reforzarla y para recordar que nosotros partimos del hecho de que los gobiernos que han hecho la paz con Israel deben mantener su compromiso», insistió.
El ministro israelí de Defensa, Ehud Barak, fue recibido el miércoles en la Casa Blanca, donde departió sobre la crisis egipcia con altos cargos estadounidenses, entre ellos con el responsable del Pentágono, Robert Gates, y la secretaria de Estado, Hillary Clinton.
El presidente de EEUU, Barack Obama, se limitó a pedir paciencia. «Hay que esperar y ver lo que ocurre», señaló, en una parada por sorpresa en una tienda de bocadillos en Marquette, Michigan, donde tenía previsto pronunciar un discurso sobre la economía.
Desde Marruecos, el ministro de Exteriores saudí, Saud al Faisal, denunció el papel de la «comunidad internacional» en la revuelta egipcia. «The Times» aseguraba ayer que el rey Abdullah habría advertido a Washington con que seguiría apoyando a Mubarak si le abandonaba a su suerte. GARA