En los albores del mundo mapuche no había agua, ni animales, ni plantas. Todo era nada, y en esa nada moraban Futran Newen, el gran espíritu dueño y señor del Wenu Mapu, junto a otras fuerzas más pequeñas. Un día cualquiera algunos de los espíritus menos poderosos se rebelaron ante Futran Newen, puesto que ellos querían también mandar.
El espíritu mayor, furioso y lanzando llamaradas por los ojos, escupió a los rebeldes quienes se transformaron en rocas ardientes que al caer por los aires expelidos por la descomunal fuerza del gran espíritu, formaron cerros y montañas. Algunos imploraron el perdón del Futran Newen, mas este rehusó acogerlos de nuevo en el Wenu Mapu y, por ello, quedaron colgando en el aire deslumbrando con su fuego interior el paño de la noche. Son Wanglen, estrellas que viven eternamente llorando su desgracia. En tiempos antiguos sus lágrimas cayeron sobre las montañas, derritiendo la tierra y formando profundos lagos y cristalinos ríos.
El Futran Newen, al observar la tierra vacía, se preguntó para que servía ésta si allí no había nada. Entonces, fijó sus ojos relampagueantes en una hermosa y solitaria wanglen que colgaba del Wenu Mapu tan solo aferrada de una de sus manitas. El gran espíritu le dio vida de mujer y la envío al Nag Mapu para que su belleza e inteligencia inundaran la tierra. Los pedruscos del camino le herían los pies, entonces, Futran Newen ordenó que a cada paso dado por la joven brotaran yerba y flores del duro suelo. Fascinada de tanto color y exquisitos aromas, wanglen asía flores y las deshojaba alegremente y al tocar la tierra cada pétalo se convertía en plantas y arboles, mariposas y pajarillos de suaves plumajes. Y allí están, en el Alto Bio-Bio, un trozo de paraíso donde todavía vive una wanglen, una estrella que se niega a desaparecer.
Es Nicolasa Quintreman, orgullo del pueblo pehuenche y terror del huinka, del gobierno y de Endesa que quieren construir la represa Ralko en territorio pehuenche, en tierra de Nicolasa. Sí, porque ella nació aquí hace 59 años: “¿Dónde más voy a nacer? Aquí pues, soy pehuenche de carne y hueso, por eso aquí no van a construir nada, porque yo de aquí no salgo ni muerta”, señala claramente a quien desee escucharle. “Aunque me quede sola no voy a dejar que el agua inunde el cementerio o el Nguillatuwe. Esta tierra no tiene precio, pero eso no lo entiende la gente de Endesa. A mí ya no me miran, me tienen miedo, porque yo ofrezco palos y piedras. Si se vienen a mi tierra en vehículo que se vayan a pie, digo yo. No me saludan, porque dicen que soy una mujer de hierro”. Y lo es, pues junto a otras mujeres han conformado Mapu Zomoche Newen (Fuerza de la Mujer de la Tierra), la principal fuerza que se opone a la construcción de la represa en el Alto Bio-Bio. Son mujeres, jóvenes y adultas, pobres e iletradas la mayoría, pero por sobre todo, orgullosas de su pasado y de la posibilidad de futuro.
Y con Endesa no hay futuro, con esta supuesta modernidad no hay futuro, porque “están todos aniquilados de la cabeza” – dice Nicolasa – por eso yo tengo enemigos: Eduardo Frei y la Endesa son mis enemigos, ellos nunca quieren conversar, dicen que lo van a hacer y no lo hacen. Frei es cobarde, nunca se ha enfrentado a nosotros y solo lo conocemos por foto. Yo solo le digo que tenga coraje como los pehuenche Siempre andan con cosas secretas. Nosotros tenemos nuestro propio pensamiento y quiero decir mi opinión en público no a escondidas. Yo en mi casa digo lo que quiero y cuando quiero”.
El CIRCO DE CHENQUECO
Nicolasa y Berta QuintrumanPor eso se sintió agredida y agraviada aquella mañana del domingo 25 de Octubre pasado cuando las autoridades se negaron a darle la palabra, le cortaron el micrófono y dieron por finalizado un acto convocado para dar apariencia de legitimidad al proceso de despojo de tierras a un grupo de familias pehuenche. El gobierno, Endesa y Conadi montaron un show en el gimnasio del pueblito de Chenqueco a fin de instalar la idea en la opinión publica de que tanto el Estado como la empresa privada se preocupan del futuro de las familias pehuenche que no serán directamente afectadas por la construcción de la represa.
Les prometieron ayuda y les hicieron firmar un protocolo de acuerdo para tal efecto. Sin embargo, no les dijeron que tal acuerdo está condicionado a la construcción de la represa. En otras palabras, si esta no se hace, no habrá ayuda de ninguna índole para estas familias. Pero que importa, al fin y al cabo, como señala Nicolasa, “Endesa y el gobierno siempre mienten. Aquí trajeron gente de hasta Trapa-Trapa, contrataron buses para acarrearlos. Apenitas terminó el acto los llevaron a la escuela pa’ darles un sanguche. Con un poco de comida los compran, pero nosotros no vamos, es mil veces mejor decir que no. Yo me sentí mucho cuando el huinka ese de Conadi no me dejo hablar, no me dejó dar ninguna opinión”.
Pero igual habló Nicolasa, como lo hizo su hermana Berta, mientras el gobernador Juan Carlos Coronata y el director nacional de Conadi, Rodrigo González, se intentaban escabullir del lugar por entre la muchedumbre. No las intimidaron ni la gente que apoyaba a Ralco, ni el calor primaveral ni la presencia policial que se manifestaba tanto de uniforme como de civil. Fueron precisamente sujetos de civil los que se dedicaron a fotografiar a los asistentes al acto, a realizar provocaciones y, en general, a reunir antecedentes gráficos para sombríos fines. Un sujeto obeso, semi calvo, de parka verde y de lentes oscuros, se movilizaba, junto a otros tres sujetos, en una camioneta chevrolet roja, doble cabina, patente LP 8373. Dicho vehículo se halla inscrito a nombre del Servicio de Investigaciones. Otro individuo, alto, joven, de cabello corto, parka negra y gorro azul Nike, se movilizaba en un jeep Lada blanco, patente LA 7180. El vehículo está inscrito a nombre del “Círculo de Amigos de Carabineros”. ¿Quiénes son estas personas, son detectives, carabineros, funcionarios de Endesa? ¿Por qué se utiliza un vehículo de una institución no oficial para transportar a civiles que toman fotografías de una actividad legal? Es la vieja táctica de atemorizar y dividir para conquistar, de ofrecer el cielo para despojarte de la tierra. Fue la táctica del conquistador hispano y continúa siendo la utilizada por el Estado chileno desde que ocupara por la fuerza militar el territorio mapuche el siglo pasado.
Es la arrogancia del huinka, del blanco; la prepotencia de los que se sienten dueños de este pequeño, pero rico país. Nicolasa se indigna al pensar como se juega con la vida y los sueños de muchos de sus hermanos y hermanas pehuenche. “Muchos no saben leer ni escribir y por eso se aprovechan de ellos”, dice. De hecho, su hermano Nelson ha accedido a permutar sus tierras, “porque no sabe leer y además porque se junta con borrachos e ignorantes. Por eso Endesa tiene tantas firmas.”
Nicolasa Quintreman: PEHUENCHE HASTA LOS HUESOS
Sus morenas y firmes manos ceban con destreza el mate hirviendo y, entre el humo y el aroma de la leña quemada, aprieta los dientes al señalar con ira “que a veces no puedo dormir de tanta rabia que tengo, no puedo comer por tener un nudo en el estómago”. “Pa’ pasar la pena, el hambre y la rabia, fumo”. Y las suaves volutas de su cigarrillo se pierden en las lenguas del fogón mientras Nicolasa atiza tranquilamente el fuego, el mismo que atizaran sus abuelas y las abuelas de sus abuelas. Porque esta es tierra pehuenche, porque aquí nació y aquí fue a la escuela. “Sí, claro que fui a la escuela, dice orgullosa, allá por el 45 o 55, no recuerdo bien. Fui a la escuelita que había por ahí abajo. Llegué hasta quinta preparatoria. Mi papá no nos dejaba fallar ni un solo día, aunque lloviera. Así sabemos los cuatro hermanos mayores. Caminábamos mucho para ir al colegio, pero siempre íbamos. Yo no sé leer ni entiendo las palabras, decía mi papá, por eso es importante que ustedes aprendan. Así, gracias a él, digo yo, sabemos nosotros. Tenía buena memoria yo, sabía toditas las tablas, sabía multiplicar y dividir.”
También habla su propia lengua, “porque en mi casa siempre se hablaba mapudungun, puro mapuche.” Así habla hoy con sus peñi y lamgen, pero no tiene problemas en utilizar el castellano cuando se trata de defender sus derechos ante la sociedad chilena y denunciar ante la comunidad internacional el crimen mayor que está a punto de materializarse contra ellos, porque son pehuenche, porque son indígenas, porque en este país son más importantes las ganancias siderales que la pervivencia de un pueblo originario. Por eso le duele que tantos de sus hermanos hayan decidido permutar sus tierras y, con esto, firmar su muerte como cultura, como nación. “Es que los han engañado, les han dicho que los terrenos donde serán trasladados en el fundo El Huachi y el Barco son mejores, que allá podrán trabajar. Endesa dice que allá no serán nunca más pobres, de que ahora somos pobres, porque el campo es malo, pero son ellos los que echan a perder el campo. Donde ponen el ojo dañan el campo, son violadores de la tierra. Pero a esta tierra mía no la daña nadie, ni la viola nadie y por eso nunca, nunca me voy a cansar de luchar. Chau Chau me dejó mucha buena salud y no me canso, me da mucha rabia, pero no me canso. Hay que juntarnos más, juntarnos todos, es importante que todos tengan opinión, tenemos que estar todos de acuerdo y no dejarlos pasar.”
Y Nicolasa no lo hace por ella solamente, posee un sentido de identidad con la tierra, con su pasado y su futuro, que no logran comprender los burócratas de esta economía de mercado para quienes todo tiene su precio. Pero esta diminuta mujer pehuenche no necesita ir a la universidad ni tener títulos en el extranjero para tener conciencia de que aquí está en juego la supervivencia de su pueblo. Se lo dicen las piedras, el río, las loicas y los trailes, el pehuen y la tepa, pero también su instinto de madre, “porque tengo un hijo y esa es una razón de lucha”. Victor Segundo tiene 26 años, es champurria, mezclado, pues su padre no es mapuche. Nicolasa tiene claro su deber de “responder por la tierra y por mi hijo, porque cuando yo me muera él va a criar, tener hijos, y si no tiene con una mujer tendrá con otra, digo yo. Uno cuida la tierra pa’ los nietos, pa’ los bisnietos. Quizás hasta donde llegue el mundo. Yo nunca me casé, ¿Pa´qué? Pero tengo un hijo, porque algo tiene que tener una, una razón de lucha, porque lo único que vale es defender lo que es nuestro.”
Y lo suyo son algunas hectáreas en la comunidad de Ralco-Lepoy que, desde las alturas, respetuosas otean el Bio-Bio. Allí siembra trigo, papas, avena, centeno, linaza, habas, arvejas, quinoa, cilantro, repollo, lechuga. Todo para el consumo doméstico, al igual que los pocos animales que posee. Tal vez no sea mucho, quizás tengan problemas, especialmente ahora con la escasez de agua, pero es suyo y no lo cambia por nada del mundo. La tierra pehuenche, la tierra de Nicolasa no tiene precio. Ni su ruka, ni el sol, ni las nieves eternas del volcán, ni la lluvia, ni el barro de cada invierno. Son las plantas y los arboles que nacieron al paso de wanglen, la estrella mujer de los tiempos antiguos, son las bandurrias y choroyes de sus antepasados que Nicolasa desea preservar para las futuras generaciones, porque a ella también le “gustaría tener un nieto para criarlo ordenadito en mapudungun”, para que aquel nieto también continúe la lucha por la defensa de los derechos de este pueblo originario que se niega a desaparecer a pesar de siglos de violencia y usurpación, de racismo y discriminación.
Pero por sobretodo, han logrado subsistir gracias al coraje y determinación de hombres y mujeres, de pehuenche altivos que han impedido el avance del huinka. Nicolasa es una de ellas, Nicolasa es Awiñman, su verdadero nombre en mapudungun, que en español significa “vuelo del cóndor”. Y ha sido precisamente desde las alturas de su dignidad, que esta mujer de profundos ojos negros ha sabido sobrevolar el Alto Bio-Bio con sapiencia, es desde allí que ha podido darse cuenta de las verdaderas intenciones del gobierno y de Endesa, porque “ellos no conocen la verdad, solo con la mentira trabajan.” Desde las alturas pudo ver con tristeza e impotencia como las aguas de la represa Pangue inundaron para siempre tierra indígena y no quiere que esto suceda en Ralco ni en ninguna otra parte. En medio de su vuelo sintió el fuerte olor a la esperma capitalista esperando violar su tierra, sus bosques y sus cascadas. Entonces dijo basta, basta a la mentira, al engaño y la traición, porque “mi padre quiso que aprendiéramos para que nadie abusara de nosotros. Y aprendimos, por eso jamás nos sacarán de aquí.”
* Reportaje publicado originalmente en la Revista Punto Final, edición Nº 434, Año XXXIII , 4 al 17 Diciembre 1998