Lucía Sepúlveda Ruiz / chilemejorsintpp.cl
En un nuevo acto conmemorativo en homenaje a los 33 caídos del Instituto Nacional durante la dictadura cívico-militar de Pinochet, Lucía Sepúlveda – periodista, integrante de la plataforma Chile Mejor Sin TPP y de la Red de Acción en Plaguicidas RAP-Chile – afirmó: “Francamente no me imagino al ex canciller Letelier hablando como Heraldo Muñoz lo hace a favor del Tratado Transpacífico, TPP, que hipoteca nuestra soberanía en muchos sentidos y establece tribunales internacionales para resolver las disputas que las corporaciones transnacionales como Monsanto, Bayer y otras tengan con Chile si consideran que no están obteniendo las ganancias que esperan de acuerdo a la inversión realizada. Este tratado en realidad es una especie de gobierno global de las corporaciones”.
En el acto, realizado el 29 de septiembre en ese establecimiento, mencionó ante la comunidad educativa y los familiares de los caídos, el rol invisibilizador de la prensa respecto al TPP y la importancia de los jóvenes en la construcción de un Chile “que no sabemos cómo será, con una nueva constitución, una verdadera reforma educacional, un Chile sin AFPs, un Chile sin Tratado Transpacífico”. Finalmente recordó el llamado a la movilización nacional por el fin de las AFPs, y la creación de un sistema solidario con aporte tripartito, del 16 de octubre.
A continuación, el texto de las palabras de Lucía Sepúlveda rememorando
las circunstancias en que fueron desaparecidos o ejecutados los 33 institutanos, y conectando esas luchas con los desafíos de hoy.
Primero que nada, gracias a los organizadores sobre todo por organizar este acto de memoria, y también por invitarme a reflexionar junto a ustedes sobre su significado.
Son 33 los institutanos caídos, un número simbólico desde distintos ángulos. El compañero Presidente Salvador Allende es sin duda el más insigne de la lista en la que lo acompañan otros institutanos ilustres y reconocidos como su canciller, Orlando Letelier, junto a decenas de compañeros, algunos anónimos o poco conocidos que es tarea nuestra recordar, querer y rescatar. Sabemos que algunos caen en La Moneda, como Jorge Klein, Coco Paredes, el doctor Paris, Héctor Pincheira, Arsenio Poupin, Enrique Ropert. Luego la Caravana de la Muerte se lleva a Manuel Donoso y Ricardo García en el norte, y a Jorge Peña en La Serena, al tiempo que Claudio Tognola es ejecutado en Tocopilla. En Choshuenco, en el sur, es fusilado Mario Superby poco después del golpe. En 1974 la DINA ya está organizada. Entre los 119 luchadores que la Operación Colombo secuestra con el objetivo de pasar el aviso de que nadie debe resistir, están los institutanos Antonio Cabezas, Mauricio Jorquera, Mario Peña, Anselmo Radrigán, Alfredo Rojas y Claudio Silva. Es el tiempo de la represión selectiva y brutal: los secuestros alcanzan también a Carlos Lorca y a Fernando Valenzuela y caen detenidos Alan Bruce, Javier Rozas y Luis Oscar Valenzuela, así como Osvaldo Vallejo. En 1976 el Comando Conjunto secuestra a Víctor Vega, el único de los 33 caídos que para el golpe militar era aún estudiante en el Instituto Nacional.
La Operación Cóndor se ha puesto en marcha y el terrorismo se internacionaliza. El 21 de septiembre de 1976 el institutano Orlando Letelier, quien fuera canciller de Allende y lideraba la resistencia en el exterior, es asesinado en Washington. Hoy se anuncia que ése fue el primer atentado terrorista cometido en Estados Unidos. Y gracias a la desclasificación de los documentos de la CIA, la prensa del duopolio y la televisión informan hoy lo que chilenos y chilenas conscientes supimos desde siempre: que la orden de asesinar a Orlando Letelier la dio Pinochet. La represión en Chile adopta nuevas formas. La DINA deja su legado a la CNI que instala la época de los falsos enfrentamientos, es decir operaciones combinadas de inteligencia, detenciones y tortura, o venganza, que culminan con la ejecución de compañeros, como los periodistas Augusto Carmona, en 1977, y José Carrasco en 1986 cuando ya la resistencia se ha masificado y crece el descontento social. A Jorge Muñoz lo ejecutan en 1984 junto a una torre de alta tensión en Renca. En 1985, en la Penitenciería, un 19 de octubre, Víctor Zúñiga corre en busca de la libertad y es asesinado. En la Operación Albania caen Patricio Acosta y Ricardo Silva, y varios años después, su compañero Roberto Nordenflycht.
Entre nuestros 33 compañeros había médicos, abogados, estudiantes de medicina, arquitectura y sociología, músicos, ingenieros, economistas, contadores, de distintas edades y generaciones, unidos por un compromiso vital: la convicción de que era necesario defender el gobierno popular y consumado el golpe, combatir la dictadura. ¿Eran ellos gente muy especial o extraordinaria, eran super hombres, cómo eran ellos por dentro y por fuera? Ayer estuve en el liceo Nº 7 de Niñas y es curioso estar hoy en este lugar, su opuesto. Me invitaron las niñas de tercero medio, que toman un taller de Memoria y querían conocer la historia de quienes estudiaron allí para luego desaparecer, entre ellas mi prima Marcela Sepúlveda. Qué vivo fue ese ejercicio de memoria, con niñas que no podían entender qué significa el término “desaparecido” y necesitaban ponerle atributos físicos y personales a las compañeras que pasaron por su liceo, saber qué les gustaba hacer, cómo llegaron a tener un compromiso político, etc. Me pregunto a mi vez, cuáles serían las interrogantes que este número, 33 genera o puede llegar a generar en estudiantes de este liceo. ¿O quizás será necesario que lleguen niñas a ser parte de la matrícula del Instituto Nacional para que se desaten este tipo de disquisiciones? ¿De qué manera está presente la memoria en la malla académica actual? Me lo pregunto porque lo ignoro.
Si lográramos profundizar en las vidas de estos compañeros quizás seríamos capaces de ver la falta que nos hacen para las luchas de hoy. No sólo para alcanzar verdad y justicia en el ámbito de derechos humanos, tarea muy importante, sino por los derechos humanos en el sentido más amplio del concepto, de los derechos de todos y todas a la educación, a la salud, al trabajo y previsión dignos, a la libre expresión e información. Francamente no me imagino al ex canciller Letelier hablando como Heraldo Muñoz lo hace a favor del Tratado Transpacífico, TPP, que hipoteca nuestra soberanía en muchos sentidos y establece tribunales internacionales para resolver las disputas que las corporaciones transnacionales como Monsanto, Bayer y otras tengan con Chile si consideran que no están obteniendo las ganancias que esperan de acuerdo a la inversión realizada. Este tratado en realidad es una especie de gobierno global de las corporaciones. Augusto Carmona y Pepe Carrasco fueron periodistas de televisión, y de Punto Final. No es difícil imaginar qué foros organizarían y cómo debatirían este tratado en la TV, medio que hoy lo invisibiliza por completo. Los discursos del Presidente Allende en Naciones Unidas y otros ámbitos internacionales dan cuenta de una concepción de la soberanía y de la dignidad que en estos días está totalmente extraviada y la agenda de los medios de comunicación es impermeable a este tipo de preocupaciones.
La memoria y el homenaje a los caídos se convierten entonces en un desafío para el quehacer de hoy. Ellos no están, pero es claro que ya hicieron lo suyo y sembraron en este pedregoso camino que es Chile. Ahora es el turno de las nuevas generaciones, que desde el 2011 en un letrero de la toma de un liceo de la calle Bustamante nos vienen notificando que “somos los que perdimos el miedo”. Y a ellos queremos ofrecer con humildad esta reflexión invitándolos a conectar pasado y presente, y a pararse ante la vida no como espectadores sino como actores de este nuevo casting “año 2016”, el año de las movilizaciones masivas que remecen las grandes alamedas, para iniciar la construcción de un Chile que no sabemos cómo será, con una nueva constitución, una verdadera reforma educacional, un Chile sin AFPs, un Chile sin Tratado Transpacífico. ¡Nos vemos el 16 de octubre!
Muchas gracias.
Santiago, 29 de septiembre de 2016