Nos siguen pegando abajo: las vidas dañadas tras el cierre de una escuela municipal

Bullying, deserción, no tener dinero para pagar otro colegio ni para movilización. Pérdida de arraigo, historia, patrimonio. Son todos los miedos que vive una comunidad cuando un colegio clausura sus puertas. De todo esto, la escuela Ciudad Santo Domingo de Guzmán, en Cerro Navia, es un ejemplo. Una realidad que golpea al país y que les recuerda a los más pobres que no pueden elegir.

–¿Ves esa reja que está allá, que se levanta por sobre el colegio? Esa la hicieron los apoderados –comenta Roberto Díaz, profesor de Enseñanza Básica de la escuela Ciudad Santo Domingo de Guzmán, en Cerro Navia.

Díaz llegó a trabajar a la escuela en la década del 70. “Entonces ni siquiera existía pavimento. Era un peladero de maicillo donde la gente jugaba fútbol. Y la gente cedió los terrenos para que esta fuera su escuela”, cuenta.

La Ciudad Santo Domingo de Guzmán está en toma hace dos semanas, cercada por las sillas de las salas de clases, con un lienzo que recuerda la decisión del alcalde de esa comuna, Luis Plaza: “No al cierre”, se lee también en volantes, en los pilares color crema, en los labios de los apoderados que no entienden que un colegio con más de cuatro décadas y excelencia académica sea cerrado.

¿Las razones del alcalde? “Esta escuela tiene capacidad para 650 alumnos y sólo hay 200. Además, cerca del 20% de nuestra población (150 mil habitantes) no ha completado sus estudios; queremos que esta escuela sea un colegio de adultos, con tres turnos”, comenta Luis Plaza.

Sin embargo, los apoderados y los estudiantes sienten que son pasados a llevar, una sensación que se repite en las comunidades donde los colegios son cerrados cada año. El profesor Díaz lo explica así: “Hay un poder que es más que político y a la gente la ignoran de una plumada”, dice, y relata:

–Quieren hacinarnos para ahorrar plata, sin importar  las personas ni los alumnos. A los pobres siempre les pasan por encima y un colegio es también patrimonio de la comunidad.

EL DESALOJO

La educación pública chilena ha ido disminuyendo su matrícula en la última década de una manera alarmante. En los países OCDE la matrícula pública llega al 90%. Sin embargo, en Chile ha sufrido un progresivo desmantelamiento: datos de la Fundación Sol muestran que en 1981 el 78 por ciento de la matrícula se concentraba en escuelas públicas.

Ya en 1990 ella representaba el 57,8 por ciento del total. Una realidad que se contrapone al crecimiento de la educación pagada: si en 1992 había 2.779 colegios particulares subvencionados, este número aumentó a 5.721 en 2012. Hoy, la matrícula pública en Chile está apenas sobre el 30 por ciento. En la Región Metropolitana esta cifra llega al 26%.

“Los pobres nos vamos quedando sin escuelas de buena calidad y en nuestros barrios, sin que tengamos que pagar”, comenta un apoderado de la escuela de Cerro Navia.

Es lo mismo que angustia a Margarita Adasme. Su hijo tiene déficit atencional e hiperactividad. Es apoderada del colegio hace 24 años y encontró en la escuela un lugar donde su hijo se adaptara y comenzara a ver logros. Tiene 10 años y un 5,6 de promedio. “Vivimos detrás del colegio, nos queda cerca. ¡De dónde voy a sacar plata para pagar un colegio donde él pueda integrarse bien de nuevo, sin que lo echen, sin que él se aburra!”, piensa Margarita, que además se tortura con la idea de tener que contratar un furgón escolar para que su hijo se traslade en caso de buscar otro establecimiento; un transporte que ella no puede pagar. El niño ya estuvo en otro establecimiento, pero por su conducta lo echaron. Acá se adaptó.

La decisión del alcalde implica fusionar esta escuela con otra del sector, una idea que no le agrada a Margarita, aunque ese otro colegio esté a pocas cuadras. “Por qué yo, como otras mamás de Chile, no puedo decidir dónde quiero que estudie mi hijo. Por qué no tengo esa libertad”, dice.

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“Quieren hacinarnos para ahorrar plata, sin importar las personas ni los alumnos. A los pobres siempre les pasan por encima y un colegio es también patrimonio de la comunidad”, dice el profesor Roberto Díaz.

Manuel Sepúlveda, de Educación 2020 ha mirado de cerca lo que ocurre en Cerro Navia y, para él, el daño que causa una clausura es de un golpe tremendo para las familias. “Por eso debe hacerse de forma gradual y en constante comunicación con estudiantes, padres, apoderados, docentes y funcionarios. Todos estos elementos han estado ausentes en el proceso vivido en Cerro Navia. Por una parte, la comunidad educativa se vio enfrentada a la situación sin ningún proceso participativo que los preparara para el cambio y, asimismo, los datos que hemos podido recolectar nos muestran que estos colegios no se encuentran en un estado crítico: los colegios han aumentado su matrícula en los últimos años y presentan resultados no muy distintos a sus pares”.

De hecho, el alcalde Plaza esgrime la baja de matrículas. Según Educación 2020, entre 2011 y 2013 aumentó en 17 alumnos, que si bien no es un número alto, para este organismo evidencia que “el argumento de baja de matrículas no es tal”. Además, posee un nivel de enseñanza que es valorado por la comunidad. De acuerdo a la evaluación Simce, en comparación con sus pares del mismo estrato socioeconómico, esta escuela está por sobre el promedio

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Margarita Adasme tiene un hijo de 10 años con déficit atencional e hiperactividad. Aquí encontró un lugar donde el niño se siente cómodo y aceptado.

“Eso es lo que más valoramos de esta escuela; su calidad”, dice Katherine Benítez. Tiene 19 años, estudia segundo año de Ingeniería Comercial en la UTEM y es la primera generación de su familia en seguir estudios superiores. Cursó desde kínder a 8° en esta escuela. Su mamá, Florisa Moreno, es jornalera en la construcción, llegó hasta Quinto Básico y siente que decisiones como éstas, sólo atacan las aspiraciones de quienes no tienen poder para quejarse. “Me quedan dos hijas acá. Nosotros nos sacamos la mugre con mi marido para que ellas estudien, tengan rutinas claritas, estudien música además. Y esto va contra todo ese esfuerzo que hacemos todos los días, que nos cuesta. Creo que con decisiones como éstas sólo fomentan que los niños dejen de estudiar. Mis hijas lloraban cuando supieron del cierre, eso es injusto. Yo lo siento muy injusto”, dice Florisa.

LA COMPETENCIA

El alcalde Luis Plaza cree que económicamente cada vez se hace más difícil sostener a los colegios con pocas matrículas, aunque en la comuna hay 14 Particulares Subvencionados que tienen listas de espera.

¿Por qué los colegios municipales pierden terreno frente a los pagados?

Para Manuel Sepúlveda, creer que los colegios particulares subvencionados son mejores que los municipalizados, es un error. “Esta afirmación es uno de los mitos que se han apoderado de la educación chilena. La investigación ha demostrado que el principal factor que explica los resultados de nuestros estudiantes en las pruebas estandarizadas es su origen socioeconómico, no influyendo mayormente la dependencia administrativa de su colegio. En definitiva, no es cierto que los colegios públicos sean peores que los particulares subvencionados. Lo cierto es que los colegios públicos matriculan a más estudiantes vulnerables que los particulares subvencionados, lo que explica sus menores puntajes promedio. Cuando se comparan ambas modalidades en un mismo nivel socioeconómico, sus resultados son similares”, dice Sepúlveda.

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“Eso es lo que más valoramos de esta escuela; su calidad”, dice Katherine Benítez. Tiene 19 años, estudia segundo año de Ingeniería Comercial en la UTEM y es la primera generación de su familia en seguir estudios superiores. Estudió acá entre kínder y octavo.

Plaza intenta algunas reflexiones para entender la baja matrícula municipal: “En el común de los casos trabaja el padre y la madre… y cuando están en paro, ¿qué hacen? También hay que mirar a los profesores. Hay poco compromiso de los profesores. Hay niños que dicen que los profesores duermen, que se ponen a chatear, que empiezan a revisar pruebas de otros colegios”, comenta el alcalde de esta comuna, que mantiene una deuda de arrastre de 1.500 millones de pesos en cotizaciones de los profesores.

En una carta  reciente, dirigida a la ministra de Educación, varios firmantes, entre ellos los diputados electos Giorgio Jackson, Gabriel Boric y Camila Vallejo, señalaban que “hoy es deber constitucional de los alcaldes hacerse cargo de la administración y calidad de la Educación Pública, y pese a la baja de matrícula a nivel país, los alcaldes deben cumplir con este deber y ejecutar las acciones que reviertan este fenómeno, tal como hoy lo hacen no pocos municipios. El Ejecutivo y el Congreso se han preocupado por esto, creando fondos especiales para revitalizar la Educación Pública, sin embargo, inexplicablemente, dichos recursos no fueron ejecutados el 2013”.

La realidad aplasta cualquier idea de crecimiento. Según Gonzalo Navarrete, presidente de la comisión de educación de la Asociación Chilena de Municipalidades, anualmente en el país cierran aproximadamente 25 colegios. “Más que hablar de cierres, lo que proponemos es la desmunicipalización, que queden bajo la responsabilidad del Estado, siempre que mantenga la matrícula cercana al 38 % y que tenga un crecimiento de la matrícula a diez años en cerca del 45%”, dice Navarrete.

El golpe que está tras los números es, en lo cotidiano, incluso más duro de lo que se pueda apreciar en una noticia. “El principal drama es la pérdida o interrupción del proceso educativo en un niño o niña, además el arraigo, la identidad local, y lo que esto significa para las familias que deben buscar la fórmula de cómo seguir manteniendo a sus hijos en el sistema educacional.

“En nuestro país no podemos seguir generando guetos educacionales, no puede ser que las comunas más vulnerables tengan los colegios más pobres, con menos recursos”, reclama Navarrete.

José Conejeros es apoderado de la escuela Ciudad Santo Domingo de Guzmán. Él, como muchos abuelos de comunas más modestas, apoya la crianza de sus dos nietas como un pilar. Él no quiere que Constanza (la mayor) se vaya a la escuela Croacia, donde el alcalde sugirió que había matrículas para recibir a los alumnos de la escuela que se cierra. “El año pasado le pegaron, le hicieron bullying y echaron a las alumnas molestosas y las mandaron para allá. Vamos a tener que vivir todo el problema de nuevo. Estas situaciones quizás no le importan a nadie, pero a nosotros nos cambia la vida”, dice.

El Mostrador consultó reiteradamente al Ministerio de Educación por la situación que afecta a la matrícula pública en el país; sin embargo, no hubo respuesta.


original en:

http://www.elmostrador.cl/pais/2014/01/14/nos-siguen-pegando-abajo-las-vidas-danadas-tras-el-cierre-de-una-escuela-municipal/

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