Novela criminal y memoria en la narrativa chilena

El pasado año 2019, un grupo de autores y autoras del género negro criollo, conformamos un colectivo que se dio a conocer como Manos al fuego, en homenaje al escritor José (Pepe) Gai que falleciera ese año. La denominación aludía a su novela de ese nombre. La novela de Gai, se trata precisamente de un ejemplo de obra enraizada en la memoria, y con la definición particular que esta palabra ha ido adquiriendo en Chile, memoria en el sentido del recuerdo de la dictadura, y de las violaciones a los derechos humanos que se cometieron en ese periodo. El tema de la memoria y la novela criminal, fue uno de los temas tratados en los “Careos literarios”, realizado en el mes de octubre del año pasado.

Eduardo Contreras Villablanca / Trazas Negras

Ramón Díaz Eterovic, el principal autor del género en Chile desde fines de la década del ochenta a la fecha (e impulsor de los mencionados “Careos literarios”), desde sus primeras novelas generó historias en el contexto de la memoria histórica reciente, en concreto, del periodo de la dictadura. Si bien, su personaje Heredia evoluciona con los tiempos, y luego desentraña crímenes en la época de la transición, aun así, estos delitos más recientes suelen tener vinculaciones con el pasado dictatorial.

Óscar Brox, citado en un artículo del escritor Bartolomé Leal, en el que comenta la novela Un abismo sin música ni luz de Juan Ignacio Colil, señalaba: “A diferencia del relato criminal europeo, perdido en un maremágnum de malas novelas y booms literarios desnortados, el noir del Sur de América sabe cómo hacer de las numerosas heridas abiertas de su historia reciente, el combustible para sus ficciones”.

En Juegos de villanos de Julia Guzmán Watine, también los hilos de la historia se remontan hasta el pasado pinochetista. Similar es el caso de La verdad secuestrada, escrita por Eduardo Contreras Villablanca y Cecilia Aravena Zúñiga.

En algunos casos se revisitan hechos reales del pasado, como en A veces lejos del rumor del mar, de Verónica Silva, que trabaja con el conocido caso de los sicópatas de Viña del mar. Pero los atropellos más recientes a los derechos humanos no se quedan fuera, como los crímenes relacionados con la violación de derechos medioambientales por parte de grandes empresas, como en Entre lutos y desiertos de Gonzalo Hernández, y La música de la soledad de Ramón Díaz Eterovic. O los casos de pedofilia en la jerarquía eclesiástica, tema de La cola del diablo de Ramón Díaz Eterovic.

Los invitados que participaron en la mesa sobre novela criminal y memoria, en los “Careos literarios”: Gabriela Aguilera, Yuri Soria-Galvarro, Juan Pablo Sáez y Jorge Calvo, han escrito cuentos y/o novelas sobre el periodo oscuro de la dictadura, algunas novelas totalmente inmersas en esa época, como La Partida de Jorge Calvo, o sus secuelas de exilio, derrota, rabia, pero con alguna esperanza como en el caso de El perseguidor de la luz de Yuri Soria Galvarro (novela publicada el año 2019 en México y este año en Chile). O los inciertos y militarizados años noventa con un peso de la noche que en esa década no terminaba de irse, como en el caso de Operación Réquiem de Juan Pablo Sáez.

Gabriela Aguilera tiene cuentos a mi juicio notables dentro de esta temática, por mencionar algunos: “Últimas cenas”, “Suéter azul con dibujos blancos”, y “La palabra”, pero Gabriela también ha incursionado en la memoria más reciente como es el caso de su novela Saint Michel en la que se describe la tragedia del incendio de la cárcel de San Miguel, y ha abordado también la memoria traspasando las fronteras de Chile como en el caso de Guerreros de Dios que tiene como trasfondo la guerra en los Balcanes.

Analizando estas obras, creo que hay dos dimensiones sobre las que reflexionar respecto al tema de la memoria: El tiempo, ¿qué tan hacia atrás recordamos? (Valeria Vargas, en El misterio Kinzel. El primer caso de Laura Naranjo se remonta hasta 1947). Y luego el lugar ¿en qué espacio físico rescatamos los recuerdos? Los autores y autoras de nuestro país se han movido bastante en esas dos dimensiones. A propósito de espacio físico, también Jorge Calvo nos saca de Chile en La ciudad del fin de los tiempos, donde los hechos transcurren en un país latinoamericano imaginario.

En el rescate de la memoria, algunos escritores, construyen personajes que se pueden identificar con personas reales de la historia reciente de Chile. Por ejemplo, en Operación Requiem de Juan Pablo Sáez, algunos han identificado al personaje de la guerrillera Verónica G. con Cecilia Magni (la Comandante Tamara), o con Marcela Rodríguez Valdivieso a quien la prensa en los noventa bautizó como “la mujer metralleta”. En el caso de Jorge Calvo, en La Partida, se pueden identificar personajes siniestros como el Guatón Romo, o un oficial con características similares a Krasnoff Martchenko.

En todos los casos mencionados, esos personajes rescatados del pasado, funcionan, son coherentes con la historia que se cuenta y con el entorno creado en la obra. Citando al gran escritor cubano Leonardo Padura (en palabras que le acabo de escuchar en una excelente conferencia sobre la novela y sus estrategias), son personajes que “caminan solos”, viven independientemente del patrón que los inspiró, como debe ser en la buena literatura.

En síntesis, la tragedia de nuestra historia reciente, ha sido cantera para escritoras y escritores de Chile, en algunos casos inspirando no solo historias sino también personajes. La intencionalidad específica detrás de esta opción, en cada uno de estos autores y autoras (además de la evidente intención de crear buenas obras), probablemente sea el evidenciar esas heridas del pasado, con la esperanza de que al mostrarlas, y hacerlas vívidas se contribuya a evitar su repetición. Algunos de quienes participaron en los “Careos Literarios”, manifestaron dicha intención, ojalá así sea, desde luego aquello no depende sólo de esos buenos deseos.

Este artículo ha sido publicado en el tercer número de la revista que puede ser adquirida a través de su sitio web trazasnegras.cl

Imagen de contexto: Fragmento de portada de La verdad secuestrada.

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