La primera vez que leí a Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973) me quedé literalmente helada cruzada por un desasosiego que aumentó súbitamente al verme sola con el libro en la mano, una lámpara encendida y el resto de la casa a oscuras. Fueron sólo unos segundos hasta que logré componerme y me alegré de caer, sinceramente, en esa disolución del yo ante una presencia que sale del libro. Pero esa no fue la primera vez leí a Mariana. En 2015 leí un perfil que hizo de los poetas Sylvia Plath, Ted Hughes y Assia Wevill, titulado “Aquí yace una amante” Su composición del triángulo amoroso- poético y suicida es fino en las reflexiones y la composición de los hechos que desembocó en el suicidio de las poetas Sylvia Plath y Assia Wevill cuyas arrolladoras propuestas poéticas, sumadas a la poesía de Hughes pone en guardia a los lectores de las obras de todos los involucrados. Ah, la poesía y el amor.
Gloria Sepúlveda Villa / resumen.cl
En 2019 Mariana Enríquez se adjudica el 37° premio Herralde de novela por NUESTRA PARTE DE NOCHE donde propone un viaje por el terror latinoamericano que dialoga abiertamente con tradiciones literarias y del mundo mágico de muchas culturas. La novela sigue la persecución de la liberación del mal emprendida por Juan, un médium poderoso y de corazón enfermo, en beneficio de su hijo Gaspar, a quien quiere evitar un destino oscuro y violento, pero como ya sabemos con los griegos, el destino es ineludible.
La novela no plantea una batalla entre el bien y el mal sino una exploración por la experiencia de ambos acontecimientos. Ternura y violencia, ambición y redención, la novela de Enríquez es profundamente amorosa en contraste al desprecio por la vida humana que relata en varios pasajes. Diestramente, la autora conjuga el relato de los personajes en un finísimo tejido textual que alcanza momentos estremecedores tanto en su dirección narrativa como en la experiencia misma de la lectura.
Terror, amor y libertad, también humor están presentes. Las ideas en torno al amor (filial, hetero homo) pueden leerse como un recorrido de las prácticas humanas del amor. Y el horror se vincula a la dictadura argentina y la desaparición de cuerpos utilizados en ritos poderosos liderados por una Orden (familiar) con influencias económicas y políticas, Los Bradford. Por otro lado, la posibilidad de la superposición de dimensiones temporales que la autora construye es de una destreza original. Y con ello las cientos de referencias a la antropología; la magia (San La Muerte, La mano de Gloria, los imbunches chilotes, por mencionar algunos); la cultura pop (Rosario, por ejemplo, conoce a David Bowie en los bares de Londres antes que se hiciera famoso a fines de los sesenta, le cuenta sobre Borges; o la fijación de Vicky con la transmisión televisa de la agonía de Omaira Sánchez en 1985 al quedar atrapada tras un deslizamiento de tierra en su pueblo después de un terremoto. Este acontecimiento fue analizado por Paul Virilio en su libro VELOCIDAD DE LIBERACIÓN (1995) y el documental de Stephane Paoli, PENSAR LA VELOCIDAD (2009) recoge las imágenes de Omaira; o las dictaduras latinoamericanas que también se insertan en la historia ficticia dan cuenta de un periodo cultural que abarca entre 1960 a 1997.
En “La parte de Las flores negras que crecen en el cielo”, la autora desliza una crítica pertinente y certera a los circuitos artísticos y la poesía, sobre todo. La poesía es un lugar seguro en medio del horror, una forma de conocer el alma humana más allá del bien y el mal. Enríquez ha comentado sus influencias en varias entrevistas y encuentros virtuales. Una de las principales, al menos en lo que respecta a NUESTRA PARTE DE NOCHE es Heatcliff de CUMBRES BORRASCOSAS (1847) un alma oscurísima creada por Emily Brönte, un espíritu violento y pasional, tal como el protagonista de Enríquez, Juan. La densidad en algunos pasajes de la novela remite al OBSCENO PAJARO DE LA NOCHE de José Donoso magistralmente narrada, al punto que el lector puede experimentar una afección física en su lectura. El cuerpo, las manos, la vitalidad de los sentidos son abordados por Mariana Enríquez como experiencias de humanidad en contraste a las prácticas de destrucción aparejadas a mandatos de una dimensión de vacío y horror.
Cuando la imagen del autor o autora de una obra aparece replicada en los medios, un lector agudo sabrá, según su interés, acudir a los libros antes que a la propaganda. Dejemos que hable la obra. Por eso leer a Enríquez antes de entrar en el juego de los medios y la publicidad de los escritores es primordial para ver ante todo, un proyecto narrativo sólido que también abraza el ensayo y la biografía como muestra de su versatilidad escritural.
En la portada de la edición de Anagrama aparece un primer plano del rostro y la lágrima de “El ángel caído” (1868) de Alexander Cabanel (esta información no aparece en el libro, salvo como ilustración inscrita en The Picture Art Collection). La figura del ángel caído ya es un tema y la elección para la portada de la novela resulta muy sensible en el sentido que este ángel con una mirada de fuego, llora, lo que nos permite visualizar que en el más profundo horror, el poder y la fragilidad se enfrentan para interrogarnos sobre qué es el mal, qué es ser humano y qué es lo que amamos.
Mariana Enríquez
“Nuestra parte de noche”
Editorial Anagrama
2019, 667 pp.
Foto principal extraída de elcultural.com
Nuestra parte de noche