Sin esperar las vacaciones, el nuevo inquilino de La Moneda a partir del 11 de marzo, Sebastián Piñera, ha dado a conocer el gabinete del ejecutivo que gobernará Chile, durante al menos, la primera etapa de su mandato. La ansiedad de Piñera es muy conocida, ésta es la que lo lleva a cometer los más estúpidos errores a través de la improvisación, por los cuales es conocido mundialmente y que han devenido en toda una secuencia humorística, en una especie de deporte nacional conocido como las “Piñericosas”.
El nuevo gabinete está compuesto por una gran cantidad de egresados de la Pontificia Universidad Católica, la misma que ha sido muy retardataria en avances en derechos sociales y también en la agenda LGTBIQ, por mencionar sólo dos de los múltiples temas de la agenda nacional en las que interviene, mediante su vocero, el conservador rector Ignacio Sánchez.
El gabinete derechista tiene un fuerte sesgo ideológico conservador, hay en él desde impertinentes como Ampuero en RREE, abusones como Espina en Defensa y billeteras de fuego, como Larraín en Hacienda. Pero todo eso y analizando uno por uno, no debiera extrañarnos; ésa es la derecha chilena, ¿qué más habríamos de esperar?
El tema es que, más allá de las nominaciones para el gabinete, es evidente que en Chile se instala una lucha por la hegemonía cultural que debe alertar a todos los sectores que buscan terciar en este asunto de los destinos del país. Existe por una parte, los que buscan profundizar el sentido individualista del capitalismo financiero sin restricciones, que piensan que cada uno “progrese” aunque sea perjudicando a su madre (hay varios ministeriables en ese plan). Y en la vereda del frente, quienes desean la redención del mundo popular y los discriminados por una minoría insolente y violenta.
En ese esquema, compuesto por una lista que incluye a tránsfugas, acomodados, coludidos y rancios derechistas, nadie puede hacer gárgaras con el manido discurso noventero de "déjenlos gobernar o ver cómo lo hacen”. No, simplemente no, porque está en juego el futuro de la sociedad como colectivo, la idea de Chile como una nación o conjunto de naciones y territorios que dialogan y construyen entre y para sí: ya no basta con las patrañas sobre la gestión o la política de la “seguridad y el desarrollo”, la cosa se pone seria.
En ese sentido, los sectores del progresismo chileno siguen dudando acerca de oponerse con más o menos fuerza al nuevo gobierno, viendo el historial de los nuevos secretarios de estado –profusamente difundidos en la redes sociales-, Varela en Educación o Plá en Mujer. Es el gabinete de un conservadurismo neofascista. Es bastante claro que debe haber una lucha frontal en los medios, en la calle, en la disputa dialéctica y territorial, sin espacios para la duda.
Entonces, que comience la batalla.
*Imagen: Publimetro