Con la participación del Obispo de Rancagua, monseñor Alejandro Goic Karmelic, se realizará este lunes en Concepción, la presentación del libro “Mis días en el Estadio” del sacerdote y periodista, Enrique Moreno Laval.
La publicación, editada por la Fundación Coudrin de la Congregación de los Sagrados Corazones, es un testimonio del tiempo que Enrique Moreno estuvo detenido en el Estadio Nacional, entre el 20 de octubre y el 2 de noviembre de 1973.
El objetivo de este texto, que cuenta con ilustraciones de Alejandro Balbontín, es -como se señala en su presentación- preservar la memoria contando una historia. “Es lo que hace nuestro hermano Enrique en este testimonio que nos ha dejado por escrito. Y puede dar fe porque estuvo allí, en ese Estadio Nacional en el que se entrecruzaron el más crudo dolor con la porfiada esperanza”.
La presentación del libro, se enmarca en el centenario del nacimiento del sacerdote Esteban Gumucio y se realizará a partir de las 19:30 horas, en el salón de Actos Mario Illanes del Colegio de los Sagrados Corazones, ubicado en Colón 8956, de Hualpén.
Testimonio para no olvidar
Hace once años, aunque con algunas reticencias, Enrique Moreno accedió a contar parte de lo que habían sido sus vivencias a nuestra directora, María Eliana Vega, que en ese tiempo era corresponsal del Diario La Nación en Concepción.
La nota fue publicada el 2 de junio de 2002 bajo el título “Sacerdote dio la comunión a escondidas en Estadio Nacional”.
Reproducimos a continuación algunos extractos de ese testimonio.
“Con la modestia que ha cultivado durante una vida como religioso, no cree ser el testigo más adecuado para contar su experiencia como detenido en el Estadio Nacional “porque a mí no me pasó nada en verdad”. Sin embargo, a medida que recuerda los doce días que permaneció allí, entre el 20 de noviembre y el 2 de octubre de 1973, se descubre que el testimonio del sacerdote y periodista Enrique Moreno Laval, permite saber algo más de lo que ocurrió en ese recinto cuando se convirtió en masivo centro de detención. Incluso aparece un hecho -hoy anecdótico, pero entonces muy profundo- como fue el repartir la comunión a escondidas a los prisioneros”.
Enrique Moreno fue detenido el 17 de octubre, luego de visitar a una familia que debía salir del país con urgencia. Advertido que algo le podía pasar, realizó algunas maniobras distractivas, y como nada ocurrió, subió a su Fiat rojo, pero cuando se disponía a partir, fue abordado por dos militares de civil que lo obligaron a salir.
“Solo con el tiempo, Enrique entendería que los tres días que pasó incomunicado en una celda húmeda y estrecha del recinto militar de Peldehue, en realidad estuvo en calidad de detenido desaparecido. Ni su familia ni sus amigos sabían que estaba allí. Fue interrogado y maltratado y después conducido a Investigaciones donde sufrió otro interrogatorio. Le dijeron que quedaría libre, pero en vez de eso lo enviaron al Estadio Nacional junto a otro detenido. Ambos íbamos en un bus grande con guardias apuntándonos, recuerda”.
En el Estadio, fue enviado a un sector bautizado como la escotilla 4, donde había unas 80 personas. Fue allí donde compartió momentos muy intensos e inolvidables, como la misa que ofició para los presos, impartiendo la comunión con los panes del almuerzo.
“Un día me pidieron que hiciera una misa para ayudar un poco a creyentes y no creyentes. Yo dije que sí, siempre que no se obligara a nadie y que no fuera una orden d escotilla”. Fijaron una hora y un día en el mismo lugar donde pernoctaban, instalaron las frazadas en el suelo y se sentaron. Enrique al frente, leyó unos textos que había elegido para la ocasión. Al momento de comulgar, extrajo de su bolsillo el pan que se había guardado del almuerzo. “Y para mi sorpresa, otros cinco o seis hicieron lo mismo. Y nadie había dicho que lo hiciéramos, simplemente surgió. Yo partí el pan y lo compartimos. Fue un instante muy lindo, con mucha paz”.
El 2 de noviembre, cuando Enrique se preparaba para ser enviado a Chacabuco, como se le había dicho, su nombre sonó por el altavoz. Como estaba almorzando, se demoró en reaccionar. Recién al tercer llamado, reaccionó. Cuando se formaron, un capitán les preguntó por qué estaban con esa cara, si se iban para sus casas. La sorpresa fue grande. “Alegría por un lado porque yo quería salir, pero también me pareció un poco injusto con otras personas”.
Cuando salió de su prisión, se dijo que nunca más volvería al Estadio. Pero finalmente lo hizo para ver a su equipo de fútbol favorito. Sin embargo, su retorno más impactante, dice, se produjo cuando asumió Patricio Aylwin como presidente tras 17 años de dictadura militar.
“Varios de los que estuvimos detenidos fuimos invitados. Yo quise ir solo. Quería vivir ese momento solo. Me instalé en un lugar apartado y me quebré. En ese momento lloré. Recordé lo que había pasado ahí, la historia y los sufrimientos. Fue muy fuerte, pero también necesario”.
Por M.E.Vega
fuente: http://www.tribunadelbiobio.cl/portal/index.php?option=com_content&task=view&id=7941&Itemid=100