Este Día Internacional de la Mujer Trabajadora llega de manera especial en varios sentidos, tanto por el contexto de la pandemia que obligará a tomar medidas sanitarias para evitar contagios, así como el momento de gran articulación política que tienen los movimientos feministas y de mujeres.
Y es que tanto el feminismo como los movimientos socioambientales y de pueblos originarios son las articulaciones polítco-ideológicas más avanzadas que cuestionan el orden social imperante.
El movimiento feminista viene acumulando fuerza desde hace años. Así lo han demostrado las manifestaciones en las calles que cada 8M o Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer fueron más masivas que el año anterior, sumando a nuevas agrupaciones e individualidades de un espectro progresivamente más amplio.
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Su poder político es tan grande, que fueron capaces de imponer la paridad en la Convención Constitucional, pese a los cuantiosos esfuerzos de la clase política por evitarlo. Asimismo, grupos feministas lograron dar vuelta una decisión del poder judicial y lograr que Martín Pradenas, mediático caso de imputado por violación de la joven Antonia Barra, lograra un cambio de medidas cautelares y que el tribunal revirtiera el arresto domiciliario para aplicar una prisión preventiva, un poder que ninguna otra organización popular tiene en el país y que seguramente cada vez será más profundo.
Una lucha que no detiene ni una pandemia
Las agrupaciones, principalmente de mujeres, fueron fundamentales para el momento más crítico de la crisis que produjo la pandemia, cuando las ollas comunes se multiplicaban en las poblaciones y los sectores populares, ante el total abandono y nula ayuda social de un Estado indolente hacia las necesidades básicas de su pueblo. Echando mano a la memoria reciente de la crisis del 82, fueron las mujeres quienes organizaron comedores populares y ollas comunes para brindar a sus comunidades el sustento más elemental de las necesidades humanas: comer.
Esto, mientras nos emocionamos con la lucha de las hermanas argentinas que en medio de uno de los confinamientos más estrictos del planeta lograron conseguir la despenalización del aborto y abrieron la puerta para obtener este derecho para todas las mujeres del continente.
Sin duda el cono sur, al igual que su forma geográfica, es la punta de una flecha del movimiento por los derechos de las mujeres e igualdad de género a nivel latinoamericano y uno de los referentes a nivel mundial.
Y así como la última gran marcha de 2020 -aún en el ciclo iniciado en octubre de 2019- antes de la llegada del coronavirus fue precisamente el 8M, el más grande del que se tenga registro en Chile, probablemente la de hoy sea la manifestación que, adaptadas a las medidas sanitarias que requiere el contexto de la pandemia, abra una nueva etapa de protestas y vuelva a poner al pueblo chileno en las calles, nuevamente siguiendo su ejemplo, en un año de álgido debate político.
Resumen.