No existe el hidrógeno en estado libre en la Tierra -no hay “yacimientos de hidrógeno”-, por tanto, para obtenerlo hay que fabricarlo. Es el elemento más abundante del universo pues constituye aproximadamente el 75% de su masa. Se puede encontrar, en estado libre, en las estrellas y en la atmósfera de los planetas más pesados, como Júpiter y Saturno. O sea, es virtualmente inagotable, universalmente hablando. En la Tierra solo existe combinado con otros elementos químicos como el oxígeno y el carbono, en forma de compuestos, como el agua (H2O) y el metano (CH4).
Por Carlos Bonifetti, director de CODEFF
El hidrógeno puede extraerse del gas natural mediante el proceso de reformado; que es el modo más usado utilizado en la actualidad para producirlo, con más del 90% del total. También puede extraerse con energía eléctrica directamente del agua por el proceso electro-químico de electrolisis. Fabricar hidrógeno es relativamente fácil pero costoso y, además, hay muchas dificultades anexas para su obtención y posterior manipulación.
De este modo, debemos coincidir con el inglés James Lovelock [1], uno los cien científicos más influyentes del mundo, que opina: “Fabricar hidrógeno no es difícil, pero veo muy improbable que lo veamos llegar pronto a la industria y los hogares como sustituto del gas natural. También es poco probable que el hidrógeno llegue a distribuirse a escala relevante como combustible para transporte y, aunque fuera factible, la construcción de la infraestructura necesaria para fabricar, transportar y liberar el hidrógeno llevaría más tiempo del que disponemos”. […] “Por otra parte, el hidrógeno mezclado con el aire explota al prenderse, en lugar de quemarse rápida pero progresivamente, como el metano. Además, la llama del hidrógeno es invisible, así que la ignición de una pequeña fuga puede causar un grave sobrecalentamiento de las válvulas antes de ser detectada. La ingeniería puede hacer frente a estos problemas, pero no se puede descuidar el coste que supondría si se estableciera una economía basada en el hidrógeno” [2] [3].
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Por todo esto, llamar “verde” al hidrógeno producido del modo esbozado, con “energía renovable”, no es más que un eufemismo utilizado en el lenguaje de propaganda en boga y muy usado hoy en día por “la política”. La intención oculta de ello es hacer creer al pueblo de que todo lo que se les cuenta son “maravillas” para afrontar el incierto futuro, escondiendo la cruda realidad.
Las energías renovables tampoco son, en rigor, cien por ciento “renovables” y muchos menos pueden llamarse “verdes”. Veamos. Para fabricar, transportar desde los países de origen, instalar, operar y mantener los equipos (grandes generadores eólicos, por ejemplo) en los países de destino que producen esas “energías renovables”, se usan hasta hoy fuentes de energía convencional proveniente de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas, las que se van degradando en cada fase de los procesos de transformación según las Leyes de la Termodinámica. Entonces salta la pregunta: ¿dónde está lo renovable?
Dicho todo esto, no está “el horno para bollos”, como para seguir insistiendo tan liviana y majaderamente en que el hidrógeno es una opción energética, tanto para la actualidad como para un uso masivo en el futuro. Un gran entusiasmo, rayano en euforia, se ha desatado entre las élites gobernantes y la gran industria del mundo occidental -hablamos de Europa y América del Norte principalmente- lo que es una consecuencia de su desesperación por agarrarse de un salvavidas (que puede ser un salvavidas de plomo) en un barco que está comenzando a hundirse ante la crisis de escasez y encarecimiento de los combustibles fósiles, a los que les “ha llegado su hora”.
Y en Chile hay muchos, tal vez demasiados, contagiados con esta febril euforia. Acá estamos viendo más “wishful thinking” que análisis detallado de costos reales o de beneficios en relación con la atenuación del calentamiento global y de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por tanto, debemos tener mucho cuidado de quienes nos quieren “hacer comulgar con ruedas de carreta” con estas propuestas utópicas.
El verdadero camino hacia un desarrollo verdaderamente sustentable -ya hemos insistido en ello en otros artículos- es abandonar este modelo socio-económico fracasado y moribundo y diseñar uno completamente nuevo entre todos los chilenos, que signifique menos consumo de energía, con emprendimientos más pequeños y dispersos en el territorio de acuerdo a las aptitudes naturales de cada cuenca, fomentando la generación de energía con ‘microrredes híbridas inteligentes’ (“smart grids”) [4] que han tenido un notable desarrollo en las dos últimas décadas, usando transporte público racional y eficiente (no caótico como lo es el privado actual), potenciando las redes ferroviarias y descentralizado el país de verdad.
Referencias:
[1]https://www.ecured.cu/James_Lovelock [2] “La Venganza de la Tierra – La teoría de Gaia y el futuro de la humanidad” James Lovelock, 2006, Ed. Planeta S.A., 2008. Traducción: Mar García Puig,
https://books.google.cl/books/about/La_venganza_de_la_Tierra.html?id=N5MkEAAAQBAJ&printsec=frontcover&source=kp_read_button&hl=es&redir_esc=y#v=onepage&q&f=false
[3]http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-46112007000300014
[4]http://www.emb.cl/electroindustria/articulo.mvc?xid=2585&ni=micro-redes-caminando-hacia-redes-inteligentes-y-sustentables
[5]https://www.ecologistasenaccion.org/17499/el-hidrogeno-panacea-o-mito/
Texto publicado originalmente en la página web La Ventana Ciudadana