En Siria, la llamada oposición al Gobierno, ha recurrido a procedimientos terroristas de todo tipo que hasta el momento no han sido condenados en forma explícita en una declaración del Consejo de Seguridad por Naciones Unidas.
El reclamo del delegado del gobierno sirio ante la ONU respecto a esta situación ha sido justo y el puñado de países que acompaña a la nación árabe en denunciarlo refleja la severidad de la crisis en la comunidad internacional que subscribe los principios de la carta fundamental de la ONU.
La prensa ha comenzado a informar (The Washington Post) que los gobiernos europeos, especialmente de Francia y el Reino Unido, que apoyan a los grupos armados en Siria –curiosamente excluye a EEUU– sienten el escozor de que la amenaza terrorista se les vuelva en contra como un boomerang. El Frente Al-Nussra es una de las preocupaciones mayores por su estrecha colaboración con Al-Qaeda.
Si la ONU no se posiciona como la primera voz que denuncia el terrorismo, que está gravitando desmedidamente en Siria, contribuirá significativamente a la consolidación del terrorismo como un expediente válido para derrocar gobiernos y desestabilizar países.
La permisibilidad de la ONU con el terrorismo, que ha sido infiltrado en Siria con apoyo logístico de países interesados en derrocar al gobierno, ha ido más allá de lo sucedido en Afganistán e Irak, que técnicamente son ocupaciones producto de una invasión.
Todo tipo de terrorismo es cuestionable, sin embargo el que ha sido introducido en Siria para derrocar su gobierno, de ser exitoso en la misión, se convierte en un expediente que va a significar el golpe más duro al internacionalismo y al multilateralismo representado por la ONU. Esto es extremadamente grave y lo que es más grave aún es que una parte considerable de la prensa internacional más visible no lo denuncia. No denuncia ni el hecho, ni que la ONU no lo condene.
Siria es el nuevo paradigma para derrocar gobiernos y alterar el orden internacional. Cualquier método es validado por el silencio de los organismos internacionales encargados de hacer cumplir las mínimas normas de derecho internacional existentes.
Son métodos de terrorismo usados en Vietnam por la administración Nixon. Usados en Chile por la dictadura de Pinochet durante la era Nixon, que resultaron en los detenidos-desaparecidos. Es el recurrir al terrorismo suicida durante la ocupación soviética en Afganistán. Es el terror subterráneo usado por el general Zia Ur Rahman, en Bangladesh, en la década de 1970, para liquidar a los partidarios de Mujibur Rahman después de haberle dado el golpe de estado.
Lo que enfrenta Siria no solamente es la desestabilización de un Estado que ha costado una enormidad formarlo, ni la desintegración territorial con las implicancias humanas, que sería aún algo peor.
Lo que está en juego es la crisis internacional que se respira a través de la creciente gravitación de las acciones terroristas en Siria y la incapacidad o voluntad política inocua de la ONU para impedirlo. Como que esta ONU estuviera validando el expediente de usar el terrorismo en conexión con una revuelta, legítima o no, para derrocar un gobierno. Esto es gravísimo, y es mucho más grave que no sea tema de debate en la ONU, que el organismo no lo denuncie y no haga algo específico para remediarlo.
Voy a señalar algo que parecerá quizás desmedido. La expresión que proyecta la ONU, que veo en Siria, es de una entidad coludida con la acción del derrocamiento. El sesgo al detectar este encierro y el cerco a la información es evidente. El desdén con que se refieren a los organismos del Estado es un indicador de la pérdida de neutralidad. Como que los funcionarios fueran más un equipo para hacer cumplir las sanciones y el bloqueo a Siria, más que un organismo con obligaciones humanitarias. Al decir esto, sé que arriesgo mi continuidad de reportar desde Siria. La ONU tiene su peso y esta crisis lo ha demostrado, claro que en el sentido errado de la historia, desde mi punto de vista.
He sido testigo en Siria de esta situación y la he comprobado. Con los funcionarios que he podido contactar se exhibe un cuerpo de oficiales con excesivo celo para manifestar una opinión propia, como que estuvieran bajo una dictadura. Con la prensa que no es contraria al gobierno, son prácticamente herméticos. Me tocó entrevistar al encargado de un organismo del sistema de Naciones Unidas y hasta ahora no entiendo por qué me dio el tiempo para la entrevista cuando todo el diálogo se redujo a que: “La información está en Internet, o la tiene el gobierno, y para comentarios generales hay que remitirse al enviado especial de la ONU”.
Con Irak fue distinto y con Afganistán también. Personalmente tuve que atender prensa en cinco países con guerras en Asia y en África. No funcionaba la ONU como está funcionando en Siria, al menos en el rubro de la información. En Siria es un organismo que se encerró bajo cuatro paredes y que parece asustado y vulnerable. La explicación de lo subyacente puede ser muy compleja, sin embargo el resplandor esta vez es claro.
No es la ONU a la que nos hemos habituado en el manejo de otras crisis, como la de Irak 2003, la cual aún con la debilidad observada por un Consejo de Seguridad dividido, intentó mitigar el impacto político de una invasión ilegal e impulsada con información fraudulenta. O como la ONU que pudo mediar políticamente durante la partición de Yugoslavia, para que el conflicto en los Balcanes no se redujera exclusivamente a demostrar el músculo militar de la OTAN y la repartición del botín económico detrás de la intervención extranjera. No es la ONU a la que le entregué 16 años de servicio en países con guerras y conflictos, como Bangladesh, Sudán, Mozambique, Guinea Bissau, India y Afganistán.
Esta ONU que media en el conflicto sirio cada vez más se acopla a la estrategia de desgastar al ejército sirio y reforzar las posibilidades del derrocamiento del gobierno. Esto hay que decirlo y denunciarlo sin ambages y eufemismos. La reacción esencial deber venir de los países con sus ciudadanos empeñados en formar una nueva ética en el internacionalismo. Lo que una legión de países está haciendo con Siria y su gente es un crimen y en este crimen la ONU, por su actitud benevolente con el terrorismo que se está introduciendo en Siria, se convierte lamentablemente en cómplice.
Sin embargo la complicidad se origina en el plan de derrocar al actual gobierno. La ONU cayó en una trampa por dejarse manipular por las tres potencias que cometieron el error que se podía derrocar a un gobierno con los métodos que hemos observado hasta ahora.
Ahora entiendo un poco más el silencio de un centenar de sirios desplazados internamente y alojados en el mismo hotel céntrico donde pernocté los primeros días. Ubicado a una cuadra del Banco Central, en el centro de Damasco, muchos de los contactados para una entrevista se mostraron muy herméticos, como si estuvieran atemorizados.
“Si se mueven mátenlos; si nos denuncian también”. Ésta es la consigna que se aplica a los que no se suman a la oposición. No es un movimiento por la democracia, es un movimiento por el terrorismo para derrocar un gobierno, que es quizás el más democrático que tiene la región y eso lo saben perfectamente bien las potencias occidentales que aspiran a derrocarlo.
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*) Juan Francisco Coloane es periodista y escritor chileno.