Organizaciones sociales exigieron eliminar decreto 701 que subsidia a los monocultivos forestales

[resumen.cl] Ayer se conmemoró otro “Día Internacional de la Lucha contra los Monocultivos de Árboles”, y en la ciudad de Santiago y en la región de la Araucanía, comunidades mapuche y distintas organizaciones sociales ingresaron cartas en las oficinas de la Corporación Nacional Forestal (CONAF) para manifestarse en contra de la prórroga del Decreto de Ley 701. En la afueras del Ministerio de Agricultura en Santiago, organizaciones sociales exigieron al gobierno, por medio del ministro Carlos Furche, que retire de forma definitiva el proyecto de ley que otorga bonificaciones a la industria y pequeños propietarios para aumentar la superficie plantada con monocultivos, debido a los altos impactos ambientales y sociales que estos producen en los territorios, los que no sólo ponen en riesgo la disponibilidad agua para las comunidades rurales sino que afectan la salud y alteran las formas de subsistencia y la soberanía alimentaria de toda población.

Millaray Painemal, integrante de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI) declaró a radio.uchile.cl que el decreto 701 busca extender los beneficios a la industria de monocultivos forestales de pino y eucalipto a costa de enormes daños al ecosistema y las comunidades “ya que estas especies secan la tierra y extinguen las plantas medicinales, lo que afecta directamente a los pueblos originarios y en especial a las mujeres indígenas”

Lucio Cuenca, director del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA), declaró también que “Hemos tenido 40 años de expansión del monocultivo forestal que ha significado procesos de migración muy violentos, muy masivos. Producto de esas políticas, hoy Chile es casi un país netamente urbano; el 87 por ciento de la gente aquí vive en zonas urbanas”, lo que no solo conllevaría a pérdidas patrimoniales de medioambiente y biodiversidad, sino también de aspectos sociales y culturales muy relevantes.

El "Día Internacional de Lucha contra los Monocultivos de Árboles" se conmemora cada 21 de septiembre desde 2006 como una manera de romper el círculo de silencio mediático en torno a las violaciones enfrentadas por las comunidades cuyos territorios son invadidos y rodeados por monocultivos forestales industriales - típicamente eucalipto, pino, caucho, acacia y palma aceitera. Estas plantaciones a gran escala requieren un uso importante de agua, agrotóxicos, fertilizantes químicos y energía fósil, y ocupan enormes territorios en los que vivían o de los que dependían numerosas personas”, afirma Winfridus Overbeek, coordinador del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales. Por otro lado, organizaciones firmantes de la declaración de "Lucha contra los Monocultivos de Árboles" denuncian que “el énfasis en la deforestación tiende a prestar menos atención a toda la gama de impactos que causan las plantaciones industriales en numerosos países, como por ejemplo: destrucción de medios de vida locales y desplazamientos, madereo destructivo y violaciones de los derechos humanos, acceso privilegiado a la tierra para las empresas, no para las comunidades, condiciones de trabajo miserables y el aumento de la criminalización de los movimientos sociales y la oposición local”.

Las organizaciones firmantes denuncian también que en América Latina, son las plantaciones de palma aceitera las que se han expandido más rápidamente en las últimas décadas, principalmente debido a la creciente demanda europea de agrocombustibles, no sólo América Latina y África donde las condiciones climáticas son propicias para el crecimiento masivo de esta especie sino también en otras regiones como Indonesia y Malasia.

Además, se suman crecientes denuncias a toda la industria de los monocultivos por sus intentos de “maquillarse de verde”, no precisamente para proteger a los bosques ni el bienestar de las poblaciones locales sino para almacenar carbono y biodiversidad. Esto ocurre especialmente para fomentar el mercado de bonos de carbono, créditos que suelen venderse a países y empresas contaminantes, o bien, para  manejar una pequeña porción del bosque original u otros ecosistemas reemplazados para fomentar otras industrias como el turismo. Mientras tanto, se denuncia que la industria de los monocultivos de árboles potencia los efectos del cambio climático, principalmente con su alto uso de energía en cada etapa de sus procesos productivos, por la degradación de los suelos y su contribución a la mercantilización de la biodiversidad remanente, al despojo de los territorios y a la urbanización de la población.

En Chile, la zona centro-sur ha sufrido transformaciones ambientales radicales durante toda su historia reciente. Ciclos de deforestación y monocultivos agrícolas y forestales han destruido o dejado en un estado muy fragmentado a los bosques nativos que caracterizaban anteriormente la región. Hoy, una significativa proporción de la zona centro-sur de país se encuentra ocupada con monocultivos agrícolas o forestales asociados a una amplia gama de impactos ambientales y sociales. En torno a la Cordillera de la Costa, y cada vez más hacia la Cordillera de los Andes, predominan los monocultivos forestales de Pino radiata, Eucalyptus globulus y Eucalyptus nitens. Estas especies se constituyen como la fuente de la alimentación de una decena de complejos industriales de producción de celulosa para exportación hacia los principales centros de comercio en China, EEUU, Japón y Europa occidental. Este “modelo forestal“ es apoyado por una amplia red de servicios privados y estatales que incluyen subsidios y un ambiente favorable para la inversión, además de una gran infraestructura vial, ferroviaria, portuaria y un soporte tecnocientífico aplicado en torno a las ciencias ambientales y la biotecnología en universidades y centros de investigación locales. De esta forma, el sector forestal en Chile se perfila como el tercer volumen de exportaciones en Chile después de la minería del cobre y la industria de la fruta.

Este negocio está a cargo del duopolio de Angelini (Celulosa Arauco) y Matte (CMPC), quienes se  promocionan a si mismos como sustentables y con buenas relaciones con las comunidades urbanas y de campesinos chilenos y mapuche a través de entidades internacionales de certificación y organismos supranacionales, de cuyos datos se intercambian viciadamente los organismos oficiales de estadísticas del Estado chileno para validar a esta industria pese a sus fuertes impactos. De esta forma, ellos concluyen que la industria forestal ha llegado para traer progreso y desarrollo a los territorios, especialmente a través de la generación de puestos de empleo e infraestructura para las localidades donde se emplazan.

Sin embargo, la realidad que se vive hoy en los territorios obliga a contradecir aquellos argumentos y refleja que durante los últimos cuarenta años, mientras más se ha expandido esta industria y más se han incrementado las ganancias del empresariado forestal, asimismo se ha incrementado la degradación ambiental y la pobreza de las comunidades chilenas y mapuche del centro-sur de Chile.

VEA: PLANTAR POBREZA, EL NEGOCIO FORESTAL EN CHILE - DOCUMENTAL

https://youtu.be/A42dHCxuJ1w
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