Por Nelson Alarcon Medina*
Uno de los efectos de la actual pandemia ha sido la constatación final de la crisis sistémica que afecta a nuestro país, y que desde 2019 ha retumbado en las calles. La desigualdad social, la falta de medidas del Estado para enfrentar la crisis, así como los efectos sociales y económicos que se vislumbran son muestras de esta coyuntura. A su vez, un proceso menos visible, pero también crítico ha sido la nula confianza en la clase política y en las medidas adoptadas.
Todo lo que ha dejado la estrategia sanitaria para enfrentar la pandemia, los cambios constantes de metodología para medir los contagios y la baja adhesión a las medidas económicas son solo ejemplos que fundamentan que las formas de comunicación y ejercicio de la gestión de lo público tradicional están en cuestionamiento. Situándonos en el presente, la discusión en torno al retiro del 10% de las AFP para paliar la crisis, el espectáculo comunicacional protagonizado por La Moneda que pese a todo su despliegue y propuesta no logró convencer ni a sus propios lesgisladores. Ante este panorama cabe preguntarse ¿Qué debemos visualizar como sociedad para generar cambios a este descrédito? ¿Existen mecanismos para generar un reseteo y recomposición de estas confianzas?
Situándonos en estas interrogantes, tres temáticas son eje para desarrollar el cambio y a su vez, muestran la decadencia institucional. Uno tiene que ver con la baja credibilidad de las instituciones, una segunda asociada a los conflictos de interés y corrupción a nivel político-institucional y una tercera anclada al mal funcionamiento de la democracia.
La primera de estas es la punta de lanza ya que impacta en que las medidas institucionales o las soluciones “por arriba” nazcan de cuna en el descrédito y en resquemores. En 2019, previo al Estallido Social, el PNUD ya hablaba de un descrédito y desconfianza hacia las instituciones, según PNUD (2019) se vislumbra que los Partidos Políticos, Congreso y Tribunales poseen niveles de confianza bajo el 30%. Con estos datos en la mano vale la pena cuestionarse ¿qué tan sorpresivo fue el estallido social para no prever esta brecha? ¿Es más una justificación de la inacción o la improvisación pactada?
Con este problema de base se hace comprensible la desconfianza y el cuestionamiento a las estrategias y a las medidas generadas desde el Gobierno y el Estado para enfrentar la pandemia. No ligar el estallido social y sus causas profundas con el descrédito a las medidas y estrategias asociadas la pandemia es negar una constatación de la causa. La pandemia viene a mostrar en forma cruel, las paradojas de un sistema político y económico que no da el ancho en dos cuestiones básicas, seguridad(es) y bienestar.
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Por otro lado, las polémicas de las residencias sanitarias, las adquisiciones de cajas de alimentos para enfrentar la pandemia muestran los conflictos de interés público – privados existentes en el sistema político chileno. Las puertas giratorias entre ambos mundos y la nula legislación existente al respecto, sólo una ley de lobby que no tipifica este tópico, es palpable también en datos, el mismo estudio PNUD (2019) refleja que la percepción de corrupción en instituciones supera el 50% de los encuestados en 10 de las 14 instituciones consultadas incluidos los partidos políticos, el congreso y los tribunales de justicia. Podríamos hablar que en base a estos datos que los pilares de sistema político están un problema serio de credibilidad y confianza.
Esto pone en evidencia los intereses y también lo que está juego en los cambios constitucionales y del propio sistema, entre el afán de cambios versus la mantención de privilegios y quien(es) se ubican tras o cual posición. La discusión del 10% de retiro de fondos previsionales pone en la palestra los intereses cruzados que permean la discusión política y como los partidos políticos más que actuar en base a un ideario o ideología operan como verdaderas “bancadas de interés” , especialmente aquellos más favorecidos con el propio sistema.
El corolario de ambas formas se fundamenta en el mal funcionamiento de la democracia, o más bien, los enclaves autoritarios bajo los cuales fue construida y regenerada en los veinte años de gobierno de la Concertación. Factores comunes de estos impedimentos y enclaves autoritarios son el excesivo presidencialismo y mal uso del Tribunal Constitucional como tercera cámara, el carácter informativo de las formas de participación y la focalización por sobre las lógicas territoriales son problemáticas transversales. Bajo este diagnóstico esta verdadera “pandemia social” ofrece oportunidades para una regeneración concreta, en particular la apertura de nuevas formas de generar política y ejercicio de la democracia. Las recetas de los noventa, que en algún momento se pusieron sobre la mesa en editoriales y columnas de opinión, ya no son las respuestas para el Chile del 2020.
Esas respuestas están en múltiples niveles, desde la comunidad las nuevas formas de organización popular, formas históricas de apoyo mutuo frente a la pandemia, las experiencias colectivas de comprar juntos y también las formas embrionarias de gestión del territorio. A nivel institucional el énfasis en lo local, la administración de lo común, con un afán de descentralización verdadera y un municipalismo que se sea pertinente para el territorio. Desde lo macro, una reingeniería política que siente las bases de nuevas formas de gestión de lo público con mayor legislación en torno a las puertas giratorias público-privadas.
El proceso constituyente en ciernes y la situación social post pandemia son luces en un horizonte difuso. Justamente estos momentos de incertidumbre ofrecen posibilidades y opciones para cambios profundos y sustanciales al modelo de desarrollo. Claramente este esfuerzo no debe quedar como exclusividad, como lo fue en la transición, en la clase política o partido del orden, sino en la ciudadanía informada y activa, una contraloría social que de vida y legitimidad a un nuevo sistema que emerja de las cenizas y rupturas del actual, un botón de reseteo necesario para producir cambios a un modelo en decadencia.Referencia
PNUD (2019) “Diez años de auditoria a la democracia antes del Estallido”, Programa de Naciones Unidas para el desarrollo
*Sociólogo
Magister en Investigación Social y Desarrollo