Por Robinson Silva Hidalgo
Este domingo recién pasado se llevaron a cabo elecciones primarias para gobernadores regionales -la nueva figura decorativa que reemplazará al intendente- y alcaldes en algunas comunas. Los partidos políticos concurrieron en sus distintos pactos a resolver sus internas para, donde no había acuerdo en la cuota de designación de candidatos para las elecciones populares de abril de 2021.
La corte de Luis XVI en Francia fue ese reducido grupo de nobles que vivían de espaldas a la realidad, pero succionando hasta la última gota de sangre del pueblo. De esta manera, la historia es conocida, las y los franceses cortaron por la sano, literal, y cambiaron el régimen político que llevó a la democracia representiva que hoy domina en gran parte del planeta, para ello los partidos políticos fueron fundamentales, de allí surge el concepto de izquierda y derecha y de representación de las comunidades a través de la elección de un ciudadano.
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Ahora bien, las elecciones primarias no tienen mucho desarrollo ni tradición en el sistema político chileno, una de sus características es que cualquier persona puede votar por los precandidatos, es decir, se presenta como una profundización de esa democracia representativa surgida de la revolución francesa que acabó con la monarquía, pero -con el tiempo- esa democracia representativa se ha ido opacando, diferentes circunstancias lo demuestran como, por ejemplo, la nominación que los partidos políticos y pactos hacen de los ciudadanos que ocuparán cargos de poder, se supone que las primarias ayudarían a eso, entonces, ¿por qué importa tan poco a la ciudadanos llamados a participar?.
Si nos centramos en las cifras, y viendo los resultados para gobernadores, que se realizaron para todas las regiones del país, participó el 2,89 % del padrón a nivel nacional, con 418.685 votos, de los cuales 371.798 fueron válidamente emitidos (la diferencia se debe a blancos y nulos). La región que más participó fue Aysén con un 9,37% y la que menos, Bio-Bio con tan solo un 1,74%. Cabe anotar que todos estos datos están en el sitio web del Servel y allí mismo se indica que el número de los militantes de partidos políticos en Chile es de 889.219, es decir, más de la mitad de los militantes de los partidos no se acercaron a los recintos electorales.
Si tomamos el caso del Biobío y su baja participación, el número de militantes es de 75.000 y solo votaron 22.516 personas, ¿hay algunas conclusiones que sacar respecto a estos datos tan decidores?
Efectivamente, estas primarias muestran la decadencia total del sistema de partidos en Chile, que ya ni siquiera convoca a sus afiliados. Por una parte, podríamos pensar que al interior de los partidos los grupos de poder caudillista se han tomado las diversas maquinarias partidistas. Financiadas por el fisco, este es un negocio de alto valor, pensemos que a través de estos grupúsculos se domina toda la administración política del Estado: gobierno nacional y regional, congreso, municipios y servicios se definen entre estos verdaderos filtros que deciden qué y quiénes se instalan en espacios que manejan recursos económicos de la mayor relevancia.
Los partidos están totalmente desprestigiados y, a no ser por algunas figuras mediáticas que despiertan algo de interés, estas elecciones han desnudado el rechazo de la población hacia la gestión y las formas de trabajo de las tiendas partidarias que hoy representan a las personas, que lo hacen nominalmente pero que poco tienen que ver con las necesidades y deseos expresados por el pueblo desde hace décadas y con fuerza inusitada desde el inicio del Estallido en octubre 2019.
De esta manera, la pregunta que muchos nos hacemos es ¿Por qué debemos delegar en este 3% para que dirija el proceso de cambios constitucionales? Es de total cordura plantearse que el proceso constituyente deba ser enajenado a este grupo pequeño de políticos, tal vez pudieran dar un paso al costado y dejar que los movimientos y organizaciones sociales definan las listas para constituyentes y que la convención defina el rol de los partidos en la nueva constitución, que piense y marque su manera de funcionamiento, extirpando las viejas prácticas mafiosas que todos y todas conocemos y detestamos.
Si se eliminó el cohecho, si estamos logrando la paridad, ¿por qué no plantearse la completa reestructuración de los partidos?, es necesario si realmente queremos un nuevo país.