Heterogéneo y diverso es el camino recorrido por la bailarina y coreógrafa nacional Patricia Campos. Sus procesos creativos van desde obras de danza para la primera infancia, intervenciones urbanas, obras escénicas de larga duración, hasta la experimentación a través del formato video-danza. Su formación como bailarina inició en la ciudad de Valdivia, continuando en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Son esos saberes, en cruce con su experiencia creativa, los que ha transmitido como docente en distintos lugares de Chile. Patricia, actualmente, también, suma a su trabajo coreográfico toda una mirada investigativa desde la mediación en torno a la diversidad de audiencias y públicos, atenta a lo que entrega la recepción de una creación escénica y, que en este contexto, adquiere nuevas dimensiones y alcances.
Comunicaciones CCEM
Uno de los focos de sus universos creativos, sobre todo, en los últimos años, ha sido la experimentación audiovisual a través de la video-danza, con lo que ha sido internacionalmente reconocida. Su trabajo conjunto con el cineasta Francisco Ríos, les ha hecho merecedores del premio Mejor Coreografía para la Cámara en el Festival Imagen en Movimiento en Bogotá (2017) y la Mención Especial: Categoría Entorno, también, de mejor film nacional en Festival Bestias Danzantes (2019), y en el Festival Corporalidad Expandida en Buenos Aires (2018). El lenguaje de la video-danza tiene un archivo importante dentro de las prácticas de la danza contemporánea, y sus diversas capas de sentido han llegado a adaptarse perfectamente a la contingencia actual producto de la pandemia. En esa genealogía, la obra “Manada” ha tenido su propia identidad y flujo, impulso que la trajo a la ciudad de Concepción como parte de la programación del Festival Internacional de Danza Contemporánea LOFT 2020: FUERA DE LUGAR. Esta vez, a través de un video mapping en colaboración con el Laboratorio Crítico de la Imagen “Labcrimen”. La presentación de “Manada” se realizó en el entramado urbano de Concepción, particularmente a las afueras del Teatro Biobío y tuvo muy buena recepción de parte del público. Conversamos con Patricia para profundizar respecto a su trabajo y la experiencia que ha significado este nuevo formato en el contexto actual.
[caption id="attachment_88759" align="aligncenter" width="1000"] Manada. Dirección: Patricia Campos. Foto: Paulina Barrenechea[/caption]
¿Qué elementos, pulsos políticos y/ poéticas sientes que han definido tus procesos creativos como artista escénico?
“Siento que en una primera instancia me pulsaba mucho lo sonoro y lo musical. Pude, dentro de mi formación de escuela y, después, en mi formación profesional, indagar en ese mundo y en esa relación con lo sonoro y, por ahí, me quedé un buen rato. Ahora que he indagado en más procesos, siento que hay una cierta constante que se va dando y que tiene que ver con un acercamiento a las audiencias. Estar instalada en el sur, en un ambiente donde los medios y las producciones son bien cercanas, nos da la posibilidad de estar resonando cercanamente con las audiencias que reciben y con las buenas o malas recepciones. Siento que esa constante se viene dando hace un tiempo donde no necesariamente estoy creando para que todo guste, pero si atenta a lo que va resonando, funcionando, a lo que la gente quiere ver y, por supuesto, sin dejar de lado mis propias pulsiones y necesidades que han sido variadas. Desde ahí es que reconozco esa pulsión que tiene que ver con una variación y con una adaptabilidad. Creo que soy muy adaptable al capital humano con el que puedo trabajar. Estar inserta en una región fuera de las capitales y producciones culturales más desarrolladas, por decirlo de alguna manera, nos ha obligado a ser capaces de trabajar con quienes tenemos en nuestro entorno. Por ahí he encontrado el valor de trabajar con elencos “no profesionalizados”, en el sentido de no haber pasado por escuelas o con formaciones técnicas tan avanzadas y ha sido una maravilla el tener a esas personas disponibles, con los recursos que ellas tienen, con la experiencia que han podido recabar y comprobar que uno puede llegar a resultados bellos que resuenan con las audiencias. Siento que eso es un elemento que marca mi creación y las poéticas que van surgiendo de las obras y como estos intérpretes, bailarines, creadores, artistas escénicos son capaces de tomar estos materiales, tomar estas ideas y volcarlas en su quehacer. Es interesante ver cómo esto que a mí me resuena de manera tan local, también, hace eco en otras comunidades y en otros públicos que son distantes a nuestro territorio. Eso lo he podido ver por el tipo de circulación que han tenido las obras de video danza, especialmente Manada, que ha llegado tan lejos, a lugares tan imposibles junto con otras obras que son escénicas y que han logrado instalarse y ser objeto de valoración. Lugares recónditos como Irán, o públicos europeos con los que nos ha ido muy bien en algunos festivales y hemos tenido reconocimientos súper bonitos. Ahí es que reafirmo que estar conectado con los públicos, que a uno le retroalimentan el trabajo, logra una maravilla y una magia que parece que también logra hacer sentido en lugares muy remotos y lejanos a estos territorios”.
Patricia y ¿cómo dialogan todos esos procesos creativos con el contexto actual, sobre todo pensando en la obra Manada?
“Esta obra en particular, y que surge antes de esta contingencia, venía ya conectando con una cierta crisis que a mí me venía llamando la atención dentro del medio de la danza y en mi misma. Es una pulsión de entender o de comprobar cómo la danza puede y debe hacer comunidad, y de ahí su nombre. Yo me demoré de dos a tres años en sacar esta obra y fueron reflexiones que tuve y tuvimos con varios compañeros y compañeras acerca de cómo la danza logra estos estados de manada, de comunidad, de agrupar, de recuperar un vínculo, que en esos tiempos ya reconocíamos perdido. Me empezó a fastidiar y a aburrir un poco esto del unísono superficial, y en esta obra justamente me concentré en indagar cómo ese unísono, que puede salir muy bello y coordinado, perdía un poco esa aura de belleza y se empezaba a conectar con algo más profundo que tenía que ver con la insistencia, con tener muy pocos materiales de movimiento, sencillos para mí, pero que lograban capas más profundas, solamente, por su insistencia. Trabajamos mucho la repetición y trabajar sobre secuencias de danza que se hacían una y otra vez en distintos contextos, en sala, al aire libre, dentro de un espacio que tuvimos que apropiar. De alguna manera, quería probar si podíamos acercarnos con la danza, a sentir que nos conectábamos en el movimiento mismo, más allá de su sincronía formal. Activar un instinto sincrónico, inspirados en los animales, que nos permitiera sentir que algo se estaba recuperando. Vivimos un proceso hermoso con los chicos acá y fue hermoso corroborar que la insistencia es un camino bello para encontrar capas más profundas dentro de la danza”.
Y en ese contexto, ¿Cómo se encuentra esta obra con el Festival Internacional de Danza Contemporánea y qué saberes crees que se desprenden de su proceso?
“Creo que todavía esta obra sigue gustando y quiere seguir siendo vista, quizás por esa aura que desprende y que logran estos chicos bailando en la pantalla y, eso, tiene que ver con esa insistencia que mencionaba. Todo lo que estamos pudiendo hacer, desde las crisis sociales y hasta resistir estados tan extremos como una pandemia, tiene que ver con una insistencia, con un persistir y profundizar. Siempre aparece algo más cuando hay insistencia, aunque no sea ahora, quizás un poquito más adelante, yo veo que parte de todos los logros de estas crisis sociales que estamos viviendo y celebrando, hoy, tiene que ver com repetir acciones, no soltarlas tan rápido. Creo que parte de eso es un poquito lo que logramos en este proceso de esta obra Manada. Nosotros nos instalamos desde un trabajo de sala primero, donde trabajamos lo grupal desde materiales sencillos que nos permitía entrar en una profundidad versus variedad y, cuando después lo situamos en una locación, tuvo como una capa agregada que era vivencia una espacialidad y una locación que perdíamos, que era un galpón que estaba en desarme. Lo vivimos como un espacio que perdíamos, como un hábitat que nos acogía y que lo teníamos que hacer nuestro porque mañana no iba a ser igual, no iba a estar. Nos apropiamos de este hábitat, lo hicimos nuestro, lo quisimos mientras lo teníamos y ahí hicimos un vínculo súper importante entre nosotros y el lugar en que estábamos situados. Creo que parte de las palabras que he mencionado son claves para entender cómo nos conectamos hoy día con las obras, con los festivales en estos contextos. Hay palabras que nos hacen eco, encontrarnos, reconectarnos y pienso que eso se desprende de este trabajo, que resuena tanto aquí como en otros lados. Por otra parte, tener un proceso de circulación internacional de tres años, también me da la certeza, que el formato de videodanza, nos permite encontrarnos con públicos y personas, más aún en pandemia. Lo virtual y el video han sido parte de la manera de comunicarnos”.
Si te interesa ver el resultado del videomapping de Manada, puedes encontrarlo en el fanpage @festival.LOFT, en el siguiente link: https://www.facebook.com/150949128438817/videos/1860424877430510
También puedes dirigirte a https://www.escenicaenmovimiento.cl/festival-loft-2020/ donde encontrarás un resumen de las acciones que se realizaron entre noviembre y diciembre, incluido el registro in situ de la experiencia de video mapping de la obra Manada.
Fotografía de portada: Carlos Fisher