Escrito por: Paulina Barrenechea y Pablo Angulo / Grupo Transdisciplinario en Estudios Culturales
El patrimonio se erige como un dispositivo narratológico que necesita ser puesto en escena para configurar un proceso identitario acorde con las prerrogativas de las naciones modernas. Si nos detenemos, por ejemplo, en los tres procesos constitucionales más relevantes de Chile - 1833, 1925 y 1980 - podemos vislumbrar claramente cómo dentro de esos marcos espacios-temporales se articulan determinados discursos artísticos, literarios, sociopolíticos, que fijan ciertos valores y conductas, así como se potencian determinados elementos de identidad en el imaginario social. Estas narrativas, que provienen preferentemente de la elite, impactan en la construcción de una política de la memoria cuyo acto performativo tiene en el museo uno de sus escenarios más efectivos. Lo interesante de estos procesos constitucionales es que cada uno tiene como misión hacer perdurar y profundizar la imagen del Reyno de Chile; que, por un lado, mantiene la ilusión de colonialismo y, por otro, deja en el inconsciente el elemento mestizo. Esto resulta evidente cuando pensamos en la presencia de los pueblos indígenas y de los descendientes de africanos en nuestro país.
El antropólogo Llorens Prats explica la importancia de la emergencia de los nacionalismos, que en la configuración del estado nación tienen la misión de convertir la empresa capitalista en una misión de carácter histórica y aminorar cualquier conflicto social que emergiese producto de dicho proyecto. Por ello, “la patria se convierte en intrínsecamente buena (incluso sagrada) y la empresa capitalista en un servicio a aquélla y una expresión de sus valores esenciales”1. Cuando se habla de patrimonio se debe asumir que lo estamos haciendo desde un patrón capitalista de expropiación de bienes culturales, que se interpreta jerárquica y patriarcalmente. Lugar de articulación narrativa del estado-nación que se ve fortalecido por la acción performática de los museos, erigidos sobre una memoria robada; del mismo modo que los museos europeos se levantaron sobre el auge del capitalismo y la expansión de corte imperial.
La violencia simbólica del capital opera desde la imposición de un imaginario nacional vía la destrucción del imaginario indígena. Primero, se destruye físicamente el acervo cultural de los pueblos ancestrales, y segundo, se interviene lo que queda desde el imaginario simbólico del capitalismo europeo que barre, por ejemplo, con las múltiples lenguas originarias e impone el español como único idioma (mirada) posible. En ese sentido, se activa – en nombre de lo patrimonial –una tecnología de saneamiento (blanqueamiento en términos de raza) de los componentes políticos que marcan un paisaje o una práctica cultural. Basta con visitar los museos históricos regionales y evidenciar in situ cómo es que está hilvanado el relato nacional. En La Galería de la Historia de Concepción, se potencia una presencia casi exclusiva del carácter bélico del pueblo mapuche que une convenientemente su historia a la de la nación chilena en su lucha contra el invasor español. La quema de ciudades españolas en “territorio nacional”, la muerte de Pedro de Valdivia y las hazañas de Lautaro, entre otros hitos, son sacados de su contexto original creando una sensación de hermandad y ocultando, por ejemplo, las zonas de tensión que se sostienen en territorio indígena desde la independencia nacional.
La cosmovisión y los saberes propios de la cultura mapuche quedan, sin duda, en un lugar secundario dentro del relato museográfico. Los objetos expuestos se encuentran desvinculados de dicha narración y la memoria que portan queda imposibilitada de establecer nexos con el presente. En el Museo de Historia Natural de Concepción también vemos esta disposición del relato que se agudiza cuando refiere a la presencia de lo mapuche dentro de la línea tradicional de tiempo como “Pacificación de la Araucanía”. Denominación que actualmente se considera políticamente inadecuada al no considerar las razones que sustentan y estructuran la lucha del pueblo mapuche que se mantiene hasta el día de hoy. En ese orden de cosas, en ambos museos reseñados, se deja completamente ausente de la historiografía nacional y regional los aportes de la presencia negra, pese a que existen cuantiosas investigaciones que reseñan su influencia en la conformación de la nación chilena.
Ahora bien, la experiencia de relectura y elaboración de las narrativas museográficas que dan vida al Museo Mapuche de Cañete significan un esfuerzo que no puede ser obliterado de este breve ensayo. El complejo proceso de reestructuración del museo, a cargo de su directora Juanita Paillalef y un equipo de mediación, tuvo como eje principal un trabajo vinculante con la comunidad mapuche cercana al lugar de emplazamiento de la institución. A partir de dicha plataforma fue posible establecer un diálogo donde, finalmente, es la comunidad quien construye -en casi todas las instancias tanto estructural como de contenido – el museo2. Se trata de un gesto interesante pues el ex Museo Folklórico Araucano Juan Antonio Ríos Morales (nombre que cargaba ya con una huella colonialista y subordinadora de saberes) fue objeto de un abordaje de las colecciones desde una perspectiva descolonizadora al situar y vincular con un saber territorial los objetos y contenidos, liberándolos de una mirada racializadora y patriarcal que clausuraba una vinculación de dichos conocimientos con el presente.
Coincidimos con Andreas Hyussen cuando infiere que la labor del museo no se clausura en intereses hegemónicos sino que “siempre hay un excedente de significado que sobrepasa las fronteras ideológicas establecidas, abriendo espacios a la reflexión”3. Precisamente, es desde ahí donde adquiere sentido una micropolítica museográfica regional que ponga énfasis e incorpore instancias de pensamiento crítico en torno a las subjetividades que han sido marginadas de la historiografía local, que atienda a sus especificidades y articulaciones con el territorio, sobre todo en iniciativas de carácter regional.
Notas:
1 PRATS, Llorenc. Antropología y Patrimonio. Barcelona, Editorial Ariel. 1997. 2 Se asume dentro de dicho trabajo el hecho de que para las comunidades mapuche la noción de museo y patrimonio son inexistentes dentro de su lengua. 3 HYUSSEN, Andreas. En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de la globalización. México, Ed. FCE., 2002.