Pérdida de biodiversidad en incendios de bosques nativos andinos

Raimundo Contreras / resumen.cl

Los incendios en la Reserva China Muerta y el Parque Nacional Conguillío consumieron 2.900 hectáreas de bosques de Araucaria y Nothofagus, los que albergaban una alta diversidad de mamíferos, anfibios, reptiles y aves, muchos de ellos en un estado crítico de conservación. Pese a la acción de brigadistas forestales y comunidades organizadas, y gracias a la tardía reacción del Estado, el incendio destruyó una de las reservas más importantes de bosque nativo de la Araucanía. Por otra parte, en el Parque Tolhuaca y la Reserva Malleco, otro incendio ha destruido más de 6.000 hectáreas de bosques. Estos incendios catastróficos generan las condiciones y crean altas presiones tanto para reemplazar el bosque nativo por monocultivos forestales como para llevar a cabo operaciones de madereo de aprovechamiento.

Cuando el 14 de marzo comenzó el incendio en la reserva China Muerta, lugareños comentaron a diversas fuentes la tardía reacción de los organismos del Estado (CONAF) para hacer frente a la emergencia. No fue hasta que las imágenes de araucarias en llamas se propagaron por Twitter el día 20 de Marzo1 cuando comenzó a aumentar la atención mediática y la catástrofe fue trasmitida en vivo por los grandes medios de comunicación para toda la población. Llegó ayuda internacional y además, varias comunidades mapuche formaron cuadrillas para ir a combatir el incendio2. La compleja topografía del lugar y las condiciones climáticas determinaron que los incendios avanzaran sin control por los antiguos bosques. El 6 de abril, luego de 23 días se pudo por fin controlar el incendio, sin embargo, el día 12, un nuevo foco reactivó las llamas pero pronto logró ser controlado.

El 25 de marzo comenzó otro incendio en la Reserva Nacional Malleco y el Parque Nacional Tolhuaca con más de 6.000 hectáreas afectadas. Además, el fuego ha sido favorecido por ráfagas de viento puelche. Al cierre de esta edición, se ha informado que el incendio de la Reserva Nacional China Muerta y el de la Reserva Nacional Malleco (Comuna de Curacautín), se encuentran controlados, ambos con un perímetro de área afectada de más de 6.000 hectáreas3.

Esta estimación es usualmente mayor que el área realmente quemada por el incendio. En particular, al procesar las imágenes satelitales se observa que las superficies siniestradas no son un continuo absoluto, existiendo zonas interiores no afectadas por el fuego, posiblemente por la dirección predominante del viento y la topografía del terreno, entre otros factores, además de variaciones en la intensidad del daño del fuego en el bosque. Según lo indicado por el Departamento de Ciencias Físicas de la UFRO mediante análisis de imágenes obtenidas por el satélite Landsat-8 de la NASA, el área aproximada total quemada correspondería a 2.900 hectáreas, de las cuales 1.550 están dentro de la Reserva Nacional China Muerta.4

A la fecha, son 34 mil las hectáreas quemadas durante la temporada en la región de la Araucanía, entre bosques nativos, monocultivos forestales, matorrales y praderas. Un aumento de 92% en comparación con el año anterior. El análisis de las imágenes satelitales proporcionadas por la NASA, indican claramente intencionalidad en el origen de los incendios en China Muerta y Conguillío. El 6 de abril, CONAF se querella contra quienes resulten responsables por el siniestro y el 17 de abril, otra querella contra los responsables del incendio en el parque Tolhuaca.

Incendios de bosque nativo en la Cordillera de los Andes.

El fuego es un frecuente modelador del paisaje a largo plazo en los bosques andinos. En febrero del año 2002, cerca de 20.000 hectáreas de bosques fueron consumidas por un incendio en la cordillera de las provincias de Malleco y Cautín. De ellas, un 30 % correspondió a bosques mixtos de Araucaria-Nothofagus. Estos incendios se habrían generado por la acción de una tormenta eléctrica seca. La especie Araucaria araucana, que vive en una muy activa región volcánica, posee adaptaciones para enfrentar incendios catastróficos. Su gruesa corteza de más de 10 cm de espesor, la poda natural de las ramas bajas, característica de árboles adultos, y su capacidad de rebrote vegetativo, señalan su capacidad para responder tanto a incendios superficiales como catastróficos. El régimen de fuego en estos bosques de Araucaria y Nothofagus es caracterizado por una combinación de incendios superficiales relativamente frecuentes de baja intensidad, asociados con una menor mortalidad, e incendios catastróficos infrecuentes que resultan en una alta mortalidad de especies.5

Por otra parte, se ha relacionado la ocurrencia de incendios de gran magnitud en la zona con la variación climática provocada por eventos ENOS (El Niño Oscilación del Sur), particularmente, en la transición de la Niña (periodo relativamente seco) al Niño (periodo más cálido y asociado a lluvias en Sudamérica), y también en veranos más cálidos que siguen típicamente un evento El Niño.6

Sin embargo, la principal variable que hoy interviene en la generación de incendios es la intencionalidad humana. La frecuencia e intensidad de los incendios ha aumentado considerablemente como resultado de la colonización europea y chilena a partir de 1880, con la denominada “Ocupación de la Araucanía”.7 Desde este periodo los bosques de Araucaria-Nothofagus tanto en Chile como en Argentina comienzan a ser intensamente destruidos por grandes incendios intencionales8. En bosques de Araucaria-Nothofagus ubicados en las faldas del Volcán Lanín en el Parque Nacional Villarrica por ejemplo, la frecuencia de incendios durante el siglo XX dobló la de los siglos XVIII y XIX. En el Parque Nacional Tolhuaca, una mayor ocurrencia de incendios se aprecia desde 1900 hasta alrededor de 1960.9 El fuego se ha utilizado normalmente en la Araucanía como una herramienta para habilitar áreas de pastoreo, para agricultura, para facilitar las labores de madereo, y especialmente en los últimos 40 años, para establecer monocultivos forestales de Pinus radiata y Eucaliptus globulus.

La fragilidad de los bosques remanentes.

Los incendios en bosques nativos producen una abundante cantidad de material de árboles muertos aún en pie y en el suelo, estos denominados “legados biológicos” tienen un rol importante en la recuperación del ecosistema luego de este tipo de perturbaciones. El madereo que históricamente se ha hecho de estos remanentes es considerado un factor negativo en la recuperación de áreas afectadas significando una pérdida de la capacidad de regeneración del ecosistema, y un deterioro en procesos ecológicos clave.10 En el proceso de sucesión ecológica, donde ocurre la colonización de especies post-perturbación, juegan un importante papel las estructuras que quedan como legado de árboles sobrevivientes, tanto de individuos de Araucaria como de Nothofagus. 11 En este sentido, es importante evitar que los troncos muertos en China Muerta, Conguillío y Tolhuaca sean intervenidos con fines económicos.

Estos bosques cordilleranos son el hábitat de gran diversidad de especies de mamíferos, reptiles, anfibios y aves que se encuentran en algún grado de peligro de conservación, tal como es el caso de la Guiña Leopardus guigna (En peligro) y el Pudú Pudu puda (Vulnerable), quienes forman parte importante de las tramas ecológicas de los bosques andino-patagónicos de la región; aves como el Halcón peregrino Falco peregrino (En peligro) y el Carpintero negro Campephilus magellanicus (Vulnerable), habitantes de los bosques maduros de Araucaria y Nothofagus; anfibios como la Rana de pecho espinoso de Malleco Alsodes vittatus (En peligro crítico) y la Rana de hojarasca de Contulmo Eusophus contulmoensis (En peligro) presentes en los bosques nativos templados con cubierta de helechos y musgo; y reptiles como Liolaemus spp. y la Culebra de cola corta (Preocupación menor).12 La distribución y abundancia de estas especies está íntimamente ligada a la conservación del ecosistema completo y su recuperación depende de que estas zonas se mantengan sin intervención humana.

En muchas otras áreas más cercanas a centros poblados, los bosques ya han sido destruidos durante procesos económicos anteriores. En distintas regiones de la zona centro-sur, durante el siglo XX, la sustitución de bosque nativo ha estado motivada por el cambio a monocultivo de plantaciones forestales de pino y eucalipto. Se estima que entre 1974 y 1992 fueron sustituidas más de 200 mil hectáreas de bosque nativo en Chile.13 En las regiones del Maule y del Biobío 48 mil hectáreas de bosque nativo fueron reemplazadas por plantaciones de Pino radiata durante el período 1978-1987.14 En la Región de los Ríos, el 48.8 % de las plantaciones efectuadas entre 1981 y 1993 (1,902 hectáreas) fueron establecidas sobre áreas anteriormente cubiertas por bosque nativo.15 En la cordillera de la costa, entre los ríos Maule y Cobquecura, fueron reemplazadas por plantaciones forestales, 80 mil hectáreas de bosque nativo durante los años 1975 y 2000.16 Entre el Itata y el Malleco, entre 1979 y 2000 fue posible cuantificar una pérdida neta de 184 mil hectáreas de bosque nativo que equivale al 28.2 % del bosque existente en el año 1979, durante este período el bosque nativo fue reemplazado a una tasa del 1.6 % anual.17 Los cambios observados se distribuyen, principalmente, a lo largo de las laderas orientales y occidentales de las cordilleras de la costa y de los Andes, respectivamente.

Nuevo escenario climático para la pérdida de biodiversidad.

La expansión de estos monocultivos forestales ha sido descrita como altamente demandante de agua y nutrientes, y constantemente denunciada por la población como fuertes contribuyentes a la escasez hídrica que afecta toda la zona centro-sur de Chile. 18

Esto constituye un grave problema, pues para las próximas décadas, se pronostican drásticas disminuciones en el régimen de precipitaciones en la zona, todo dentro del contexto de un cambio climático mediado por el incremento de las emisiones de gases invernadero por parte del sistema industrial global. En algunos lugares, los cambios climáticos que se producirían a nivel local pueden ser incluso más drásticos que el promedio del cambio climático global, esto afectaría fuertemente a la tasa de pérdida de biodiversidad en cada territorio. Hoy, la tasa de extinción global de especies se estima entre 100 y 1000 veces superior a la considerada natural. Las actividades humanas son la mayor causa de esta aceleración. Cambios en el uso del suelo tienen altos impactos en la biodiversidad. Estos cambios incluyen la conversión de ecosistemas naturales a áreas urbanas; cambios en la frecuencia, duración y magnitud de incendios o perturbaciones similares, y la introducción de nuevas especies a ecosistemas terrestres y acuáticos. La velocidad del cambio climático se convertirá en la variable más importante que mediará la pérdida de biodiversidad durante este siglo, acelerando la tasa de pérdida por sobre un 30% para todos los mamíferos aves y anfibios que ya estén en peligro de extinción.19

Los últimos incendios de los bosques de Araucaria araucana que aún quedan en la cordillera centro-sur nos recuerdan cuan frágil son los ecosistemas ante la acción humana deliberada de quienes seguramente buscan algún beneficio económico con esta tragedia. Sin embargo, tanto para la población urbana que asiste como testigo online a las catástrofes, como para la población rural que vive la interacción directa con otras especies en el territorio, lo realmente dramático de esta situación es recordar que el resto del bosque nativo que existía ya había sido destruido por el avance de la burguesía comercial o terrateniente en distintos territorios, y precisamente en áreas donde el Estado no sólo no las protegió, sino que fomentó fuertemente su explotación.

El futuro del bosque nativo que queda en la zona centro-sur de Chile permanece incierto, y el constatar la fragilidad en que este se encuentra ante nuevos escenarios climáticos y ante el avance extractivista nos insta a buscar nuevas formas para evitar que la clase política y empresarial continúen transformando y adaptando la biosfera al acelerado flujo de mercancías que caracteriza nuestro actual sistema de organización social.

REFERENCIAS:

1Imagen de araucaria en llamas genera impacto en redes sociales y #Conguillio se vuelve trending topic. http://www.elmostrador.cl/pais/2015/03/20/imagen-de-araucaria-en-llamas-genera-impacto-en-redes-sociales-y-conguillio-se-vuelve-trending-topic/

2Reportaje. La desesperada lucha pewenche por salvar los milenarios bosques del voraz incendio. http://mapuexpress.org/2015/03/30/reportaje-la-desesperada-lucha-pewenche-por-salvar-los-milenarios-bosques-del-voraz#sthash.2Yk4iMph.dpbs

3Resumen situación nacional de incendios forestales al 20-04-15. CONAF. http://www.conaf.cl/wp-content/uploads/2015/04/INFORME-DIARIO-INCENDIOS_20-04-2015.pdf

4Nuevos antecedentes en caso de incendio en Reserva Nacional China Muerta entregó Laboratorio UFRO. 17/04/15. http://www.ufro.cl/index.php/mas-noticias/2698-nuevos-antecedentes-en-caso-de-incendio-en-reserva-nacional-china-muerta-entre-laboratorio-ufro

5Incendios en bosques de Araucaria araucana y consideraciones ecológicas al madereo de aprovechamiento en áreas recientemente quemadas. González et al. 2005.

6 (Montecinos & Aceituno) 2003. Seasonality of the ENSO-related rainfall variability in central Chile and associated circulation anomalies. Journal of Climate 16: 281-296

7Ocupación de la Araucanía. WIKIPEDIA. LA ENCICLOPEDIA LIBRE. http://es.wikipedia.org/wiki/Ocupaci%C3%B3n_de_la_Araucan%C3%ADa

8Baquedano 1914, Elizalde 1958, Lara et al. 1996, Donoso & Lara 1996

9González et al. 2005. Fire history of Araucaria-Nothofagus forest in Villarrica National Park, Chile. Journal of Biogeography 32: 1187-1202.

10González et al., 2005. Fire history data as reference information in ecological restoration. Dendrochrologia (Germany) 22: 149-154.

11(González 2002). Fire history of Araucaria- Nothofagus forests in the Andean cordillera of south-central Chile. Dissertation, University of Colorado, Boulder, Colorado, USA. 158 pp.

12http://www.iucnredlist.org/

13 Lara et al. 1996. La conservación del bosque nativo en Chile: Problemas y desafíos. En: Armesto JJ, C Villagrán & MK Arroyo (eds) Ecología de los bosques nativos de Chile: 335-362. Editorial Universitaria, Santiago, Chile.

14 Lara et al. 1989. Evaluación de la destrucción y disponibilidad de los recursos forestales nativos en la VII y VIII Región. Informe Técnico, Comité Pro Defensa Fauna y Flora, Santiago, Chile. 22 pp.

15 Lara et al. 1996. La conservación del bosque nativo en Chile: Problemas y desafíos. En: Armesto JJ, C Villagrán & MK Arroyo (eds) Ecología de los bosques nativos de Chile: 335-362. Editorial Universitaria, Santiago, Chile.

16 Echeverría et al. (2006) Rapid deforestation and fragmentation of Chilean Temperate Forests. Biological Conservation. 130. 481-494.

17 Aguayo et al., 2006. Cambio del uso del suelo en el centro sur de Chile a fines del siglo XX.

Entendiendo la dinámica espacial y temporal del paisaje. Revista Chilena de Historia Natural. 82.361-374.

18 Frene et al., 201. Plantaciones forestales y su efecto sobre el agua.

19 Biodiversity Loss. Planetary Boundaries. Rockstrom et al., 2009

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