Por Daniel Mathews /resumen.cl
México es una típica avenida de La Victoria. Entre comercial y popular. En la cuadra 24 es cruzada por la avenida Virrey La Serna que tiene esas mismas características con una diferencia: apenas 2 cuadras más allá hay un cerro. El Cerro San Cosme. Para llegar hay que subir una escalera realmente oscura. Cuando comencé a subir, el sábado 21, algo de miedo tenía. No conocía el barrio y siempre lo oscuro es incierto.
Pero, cuando todavía no había terminado de subir, una luz repentina llegó a mis oídos. Eran niños haciendo música. La música es la expresión directa del sentimiento. Y el pensamiento del niño es rara vez superficial. Como diría Eguren “Libre de todo prejuicio y dudas que lo desvíen, el niño es una flor poética que da todo su perfume”. Se trata del taller de música infantil que dirigen Jorge y Leyla. Un trabajo que bien vale la pena aplaudir pero que no pude disfrutar completo, en verdad cuando llegue a la plaza se había acabado.
Luego le tocó el turno a Omar Camino. Creo que es uno de los solistas más interesantes de la nueva canción peruana. Su canto a los desaparecidos me movió. Lamentablemente uno no puede dejar de pensar en sus propios desaparecidos. Y no sólo los muertos por el gobierno sino también los que se llevó Sendero. Por unos minutos pensé que estaba en otro cerro, que en una de esas aparecería vivo Roberto Chiara.
Era una típica placita de pueblo. El ambiente propicio para una verbena. Hasta los tres policías parados ahí daban esa sensación. Quizá la única diferencia era las personas que encontraba ahí: el pintor Jorge Miyagui, el fotógrafo Martín Chambi (nieto de su abuelo) y por cierto Los Cholos presentando su disco. O sea todos amigos, todo pueblo, como cualquier plaza.
De las manos de Los Cholos comencé entonces a recorrer otras plazas, otros pueblos. Una característica de los discos de Los Cholos, por lo menos los dos que yo tengo, es que vienen acompañados de libro. Y es que no les basta tocar. Investigan, saben, sienten. En el concierto eso era remplazado por la presentación de cada texto musical con algunas palabras que nos informaban quienes eran los llameritos de Antabamba o cómo así el bajopontino Manuel Acosta Ojeda le canta un valse a Huánuco.
En este disco hay más temas puramente musicales que en el anterior. A mi me resulta más fácil hablar de la canción, de la letra, que de la música. En primer lugar por defecto profesional: mis estudios son de literatura. Pero además porque la música siempre me pareció más abstracta, menos traducible a un comentario. Es abstracción, respiración, conciencia. Es la risa o el lloro que lanza lo profundo de nuestra existencia. Y cuando viene limpia, como en el trabajo de Los Cholos, solo puede ser comentada sin palabras.
Pero en el trabajo musical y de investigación de Los Cholos está el Perú total. Mucho tiempo ha sido descuartizado el Perú. Hay quienes investigan lo negro y quienes se centran en lo indígena. Los Cholos después de los huaynos de Puquio o la danza de tijeras de Huancavelica tocan un tondero muy afroperuano de César Calvo (letra) y Adolfo Zelada (música): “De España nos llegó Cristo/ pero también el patrón/ El patrón igual que a Cristo/ al negro crucificó”.
Un interés especial tiene para Jinre la sierra norte. Parece no estar de acuerdo con Arguedas cuando dice que “en la zona norte han sido casi todos catequizados, tienen un catolicismo muy elemental y han perdido vínculos culturales” (1). Y como muestra de que esto no es necesariamente así han incluido una chuscada de Manolo Castillo. Es un canto a la unidad del hombre, la mujer y la naturaleza. Al punto que lo que al principio pareciera una referencia a aves del campo: “Dicen que vienen matando/ allá en los Andes/ millares de pajaritos/ sin ser culpables” en verdad está refiriéndose no a aves (ya el “culpables” es una buena pista) sino a todo un pueblo: “Hace más de cinco siglos/ vienen trinando/ las penurias y alegrías/ de sus hermanos”. Un pueblo al que quieren silenciar, al que encarcelan o matan pero “su trinar no se apaga”.
En resumen. Sea negro o indígena, sea de la sierra norte o del sur, la música de Los Cholos libera. Porque toda música libera pero además porque esta tiene motivo y razón.