[resumen.cl] Sebastián Piñera es el presidente electo de Chile con una participación mayor que en la segunda vuelta del proceso presidencial anterior. Aún así, sólo 3 de cada 10 chilenos/as habilitados para votar lo hicieron por él. Por otra parte, la candidatura de Guiller no fue capaz de atraer a los votantes que en primera vuelta eligieron alguna candidatura circunscrita a aquél concepto amorfo y que sin mucho sustento teórico se denomina "progresismo". La apuesta de esperar que esos votantes adhirieran al oficialismo fracasó, pues la consigna del mal menor fracasó.
Una de esas opciones, que se configura ahora como una tercera fuerza electoral -el Frente Amplio- es de una gran levedad ideológica. No ha logrado crear identidad en su electorado y sólo ha aprovechado el gran descontento social de la población (especialmente el de nuestra región), tratando de atraer al histórico votante concertacionista desencantado.
Con una candidatura oficialista sin definiciones claras respecto a temas centrales como la educación o pensiones, o peor aún, con el ministro Eyzaguirre o el jefe programático de la campaña Rosales defendiendo a toda costa el sistema de las AFP, difícilmente iban a atraer a aquellos y aquellas votantes que se esmeraron por conquistar.
Otra conclusión que podemos observar es que, efectivamente, la Nueva Mayoría acaba de ser sepultada, como ya lo indicaba la elección parlamentaria recién pasada. Ese sujeto social que sólo busca mayor bienestar individual y más espacio para desarrollar su ascenso hacia esa ilusión propagada masivamente por el sector empresarial como la forma de vida social y cultural ideal, optó por llenar el globo del Frente Amplio, pensando que así obtendría más “derechos sociales”, abandonó el sistema análogo de la Concertación/NM y se fue con la versión digital de los jóvenes reformistas del Frente Amplio.
En ese devenir, con el discurso pseudo izquierdista, llámese progresismo, no fue suficiente y el Frente Amplio hubo de decantarse, a regañadientes para ceder a la vieja opción del neoliberalismo de Estado Social. Lamentablemente, el horno ya no está para ese bollo y la mayorías populares no quieren saber nada de reediciones de lo mismo, le dieron la espalda y masivamente, no fueron a votar, permitiendo un nuevo período electoral para la derecha neoliberal. De hecho, fue Piñera quién logró movilizar más votantes que en primera vuelta.
En nuestra región, pese al individualismo cada vez más potente y a la represión, los movimientos sociales han avanzado en dirección a fortalecerse y agudizar su crítica anticapitalista. Y además, ante ciertas problemáticas que nos afectan, también han comenzado a elaborar propuestas viables. Algunos integrantes del Frente Amplio han estado en ese camino, en su vertiente más popular, es claro, pero esa dinámica izquierda social y radical no tiene ningún interés en los añejos formatos de los partidos y la política de alianzas con conglomerados rancios, demasiado vistos ni siquiera para oírlos mínimamente.
Ha llegado la hora de plantearnos un salto hacia formas más creativas de la política, defendiendo, por ejemplo- el derecho efectivo a huelga sin reemplazos, y ejercer desde los movimientos sociales la crítica antipatriarcal y la defensa efectiva de los territorios: nadie más que sectores populares verdaderamente involucrados en las problemáticas que afectan sus vidas y su ambiente, haciendo uso de su conciencia, puede enfrentar al sector empresarial depredador, extractivista y a la derecha en todas sus formas, en el gobierno o en la oposición. Es necesario recrear instancias político-sociales de democracia radical, horizontales y asamblearias, que piensen y desarrollen un proyecto revolucionario de transformaciones. Ahora no sólo el pueblo salva al pueblo, también el pueblo habla por el pueblo. A crear asambleas en cada territorio, barrio y sector, en los trabajos y centros de estudios para acabar con el neoliberalismo.
Suena difícil, lo sabemos, pero un proyecto de Frente Amplio “de cartón” y esa Nueva Mayoría zombie no nos dejan de otra.