El pasado jueves 26 de enero, la Universidad de Chile dio a conocer las cifras de ocupación y desocupación para el Gran Santiago. El resultado, un 6,2% de desempleo metropolitano, significa una reducción de casi dos puntos porcentuales respecto del mismo mes del año 2010. Se trata, entonces, de la tasa más baja de los últimos 15 años y muchos ya hablan de pleno empleo.
Con optimismo, se piensa que Chile está más preparado que nunca para enfrentar la desaceleración de la economía mundial, en materia de empleo. Lo que no se dice es que todos están entrando a la fuerza, en una estructura pobre y atrofiada.
Los datos que veremos a continuación, muestran que al mercado laboral ingresan más personas que hace un año, pero en pésimas condiciones. La historia se parece al clásico concurso de los años 80′ “Cómo meter a 20 personas dentro de un Fiat 600“. Eran las tardes de Sábado Gigante, donde Don Francisco sometía al pequeño automóvil a soberbias cargas de peso, al punto de dejarlo inutilizable. La prueba era simple: ganaba el equipo que más personas lograba ingresar al mini auto.
El dato de 6,2% de desempleo publicado por la Universidad de Chile, es coherente con lo que mes a mes ha venido publicando el Instituto Nacional de Estadísticas en la encuesta oficial de carácter nacional, donde se muestra una baja en los niveles de desempleo y un aumento en las tasas de ocupación.
El punto es ¿qué pasa cuando se analizan los nuevos empleos? Para esto se utiliza un tipo de análisis que, gracias a la Nueva Encuesta de Empleo del INE (instrumento renovado en el proceso de ingreso a la OECD), mide la calidad de los empleos y no la simple variación de ocupados, aspecto que extrañamente no ha visto la luz pública.
Un dato clave para analizar la calidad del empleo es la distribución de los 580 mil nuevos trabajos creados en los últimos 21 meses (tomando la Nueva Encuesta Nacional de Empleo), de los cuales, la mitad corresponde a trabajos por “cuenta propia”, “personal de servicio doméstico”, “familiar no remunerado”, o empleadores de microempresas de menos de 5 personas. Es decir, trabajos que no están vinculados a políticas de empleo de Gobierno y por tanto no están cubiertos por los sistemas de protección clásicos del trabajo.
A la hora de analizar el trabajo asalariado, los datos dan cuenta que este aumenta en 289 mil personas entre enero-marzo 2010 y septiembre-noviembre 2011. Sin embargo, la cara oculta de este dato surge al constatar que, el 100% de la variación del empleo asalariado en el período de referencia, corresponde al aumento de empleo bajo las modalidades de externalización, donde la más conocida es la subcontratación.
De hecho, finalmente, las personas contratadas directamente por la empresa en donde trabaja disminuyen en 62 mil, lo que nuevamente nos da la señal de mayor precarización e inestabilidad en el mundo del trabajo.
La tendencia en materia de trabajo, entonces, muestra un deterioro en las condiciones laborales, con un alto índice de personas subempleadas – es decir que trabajan menos tiempo del que disponen y desearían- y de un aumento en los empleos de cristal, caracterizados por su inestabilidad, más aún en tiempos de crisis.
El paralelo de las cifras de ocupación con el concurso ochentero es directo: desde hace meses nuestro país absorbe empleos, pero de baja calidad, sustituyendo en muchos casos trabajos buenos por el doble de puestos, sólo que en malas condiciones laborales. El problema es que nuestra matriz productiva (en este caso el Fiat 600) no está dando el ancho para que podamos desarrollar una buena calidad de vida, por lo que finalmente es sólo un grupo reducido de la sociedad que logra acceder a buenos trabajos.
Al igual que en la historia del Fiat 600, en dónde por falta de espacio los pasajeros deben sacrificar su comodidad quedando casi sin aire, los nuevos empleos que se han creado, hacen fracasar -por el momento- el cumplimiento de la meta presidencial del millón de empleos de calidad.
Cada día cobra más importancia cambiar el paradigma del análisis y transitar de las meras comparaciones de cantidades a la comparación de “tipo de trabajo creado”, donde el énfasis es la calidad (tal como recomienda la Organización Internacional del Trabajo). De hecho, en Estados Unidos, a pesar de que bajó la tasa de desempleo, el debate radicó en preocuparse en el problema del desaliento, de los trabajadores pobres y subempleados, fundamentalmente. En Chile, esa discusión no se ha dado.
Más allá de plantear que hemos llegado a un nivel de Pleno Empleo, lo que debiera preocuparnos entonces es la falta de capacidad de la matriz productiva. En este sentido, el norte no es cómo colocar más personas dentro de un Fiat 600, sino cómo lo hacemos para tener un aparato capaz de albergar buenos trabajos, es decir, productivos. Pero la elite sigue preocupada de generar utilidades de corto plazo y engordar sus bolsillos de manera rentista, a costa de la pauperización de una mayoría que requiere trabajar para sobrevivir.
Foto archivo: trabajadores de aseo y ornato, Talcahuano, 2010