Por Ruperto Concha / resumen.cl
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Son muchos los seres humanos que de veras están dispuestos a morir defendiendo sus valores fundamentales. Y, por supuesto, son muchísimos más los seres humanos que están dispuestos a matar en defensa de esos valores.
Pero cuando se trata de luchar no propiamente por los valores fundamentales sino por los “intereses materiales”, no sólo los de una persona sino los de todo un grupo, o de una nación… ¿Cómo se puede matar o morir con la conciencia tranquila?
En este mes y medio de guerra en Ucrania todas las potencias militarmente involucradas se han proclamado como defensoras de los valores fundamentales de la humanidad.
Pero, si miramos lo que realmente está ocurriendo, vemos que todos esos valores están siendo brutalmente negados, sistemáticamente, detrás de una máscara de informaciones falsas o torcidamente tendenciosas… o de silencios igualmente encubridores.
Vamos viendo.
¿Cuál es el valor fundamental en términos de los derechos humanos?...
Podríamos decir que es el derecho de cada uno de disponer de su propio cuerpo. Ya los antiguos romanos basaban su noción de justicia en que la persona sometida a juicio pudiera disponer de su propia persona para defenderse de cualquiera acusación.
Ese concepto fue llamado el “habeas corpus”, popularizado como el “hábeas corpus”, que establece que toda persona tiene el derecho de mantenerse en libertad, incluso cuando se le acusa de algún crimen, pues debe considerársele inocente mientras no se compruebe que es culpable. Solamente puede ser privada de su libertad antes de ser condenado, por decisión de un juez, durante breve tiempo mientras se realizan investigaciones buscando las pruebas en su contra.
Tras la desintegración del Imperio Romano, ese concepto de que todo ser humano debe ser, en principio, considerado inocente, quedó reducido a algunos párrafos en viejos pergaminos, pues los reyes, los señores feudales y los obispos sentían que su fuerza bruta estaba por encima de cualquier derecho de la gente común.
Pero en plena Edad Media, en la Gran Bretaña de 1215, el rey Juan Primero, hermano chico de Ricardo Corazón de León, comenzó a perpetrar tales abusos que la pequeña nobleza campesina se le sublevó en masa. Incluso se cuenta que el propio bandolero Robin Hood participó en la sublevación triunfante.
Atrincado por los rebeldes, el rey Juan tuvo que firmar el famosísimo documento llamado la “Carta Magna”, que establecía de nuevo el concepto de Habeas Corpus y el derecho de la gente a ser considerada inocente mientras no se le pruebe culpabilidad.
Recién cuatro siglos más tarde, en 1679, el Habeas Corpus fue formalizado como ley de procedimientos judiciales en Gran Bretaña y en las colonias de América.
Y otro siglo después, en 1789, durante la Revolución Francesa, la Asamblea Nacional aprobó en París la primera Constitución Política de una nación, en la que se establecieron los “Derechos del Hombre y del Ciudadano” partiendo de la afirmación básica de que “todo hombre se presumo inocente hasta que haya sido declarado culpable a partir de pruebas evidentes.”
Oiga… eso significa que ninguna persona puede ser condenada por ser “sospechosa”, ¿verdad?... Pero la práctica de las políticas imperialistas, de izquierda y de derechas, durante ya más de un siglo han venido exigiendo que sean las personas las que deben probar su inocencia. Y lo han hecho mientras emiten discursos en que se disfrazan como “defensores de los derechos humanos”.
De hecho, según publicaciones de la propia prensa estadounidense, ya el presidente Barack Obama, Premio Nobel de la Paz, firmaba semanalmente las órdenes de ejecución de personas civiles, incluyendo ciudadanos estadounidenses, que debían ser ultimados mediante drones, en diversos países del mundo, por ser “sospechosos” de terrorismo. O sea, Barack Obama dictaba condenas a muerte… ¡por sospechas!
En un nivel muchísimo menos dramático, pero igualmente preocupante, tenemos las eufemísticas “sanciones” emitidas por el gobierno de Joseph Biden contra los llamados “oligarcas” multimillonarios rusos, a los que les están congelando sus fortunas personales y requisando sus propiedades, sus inversiones en industrias y clubes deportivos occidentales, y eso sin que haya habido fallo judicial alguno en su contra.
Según explica la agencia noticiosa oficial BBC de Londres, se trataría de “golpes financieros” contra personas que, según Washington, Londres y la Unión Europea, son “amigos” del presidente Vladímir Putin.
Al margen del desagrado que producen esos excomunistas corruptos enriquecidos por la desintegración de la Unión Soviética, resulta clarísimo, sin embargo, que los gobiernos occidentales simplemente están condenando y robando sus propiedades a personas que no han perpetrado ningún delito, y sólo por “sospechas” de ser amigos del presidente de Rusia.
¿Significa eso que, para los gobiernos de Estados Unidos y Europa, el derecho a tener propiedad privada puede ser violado por un simple decreto del gobierno de turno, y sólo como parte de una táctica política?
¿Puede considerarse que sean “Democráticos” unos regímenes que se apropian de bienes ajenos de las personas sin orden judicial, sin pagar indemnización alguna y sólo por la nacionalidad de la persona afectada?
¿Se establece con ello el final del derecho a la propiedad privada?
El tercero de los llamados “valores fundamentales” de nuestra civilización se refiere a la igualdad esencial de los seres humanos que somos ejemplares de una misma especie y que, de hecho, provenimos todos del mestizaje, del apareamiento de hembras y machos entre primitivos ejemplares de las ya desaparecidas razas que engendraron originalmente al “Homo sapiens”.
Como dijo el poeta alemán Friedrich Schiller en su “Oda a la Alegría”, ¡todos los hombres son hermanos donde la felicidad posa sus alas!
Por desgracia, llegó la ideología nazi que prefería quemar los libros en vez de leerlos, y resurgió la primitiva y subhumana percepción de una humanidad dividida en razas que equivalían a algo así como clases sociales. Y, claro, según los nazis, la raza superior a todas las demás era la Raza Aria germano escandinava, aria, gente de piel blanca, cabellera rubia y ojos claritos, que les venían de los Neanderthal.
Los Arios eran los únicos realmente humanos, según los nazis, destinados a gobernar el mundo. Los demás éramos “sub-humanos”, debíamos servirlos y eventualmente morirnos para desocupar los territorios que los arios quisieran tomar.
Bueno, esa estupidez tuvo su lado cómico también, al formarse la alianza militar llamada “El Eje”, encabezado por Alemania, Italia y… fíjese Ud… ¡también el Japón!... que implicaba la estruendosa contradicción del racismo nazi y la gentecita japonesa.
El tema fue momentáneamente resuelto a nivel diplomático cuando el Ministro de Exteriores alemán, Joachim von Ribbentrop, declaró que los japoneses serían considerados como “arios honorarios”… ¡Vaya ridiculez!
Pero ahora, 77 años después de que los aliados ahorcaran en Nürenberg al ministro Von Ribbentrop, los neonazis de Ucrania reafirman la supremacía racial de los Arios, como la planteó el líder pronazi ucraniano Stepan Bandera, según el cual la gente de raza eslava, incluyendo a los rusos por supuesto, son subhumanos. De hecho, su entusiasmo por la invasión de Hitler contra Rusia en 1941, se debía en gran parte a la noción de que las tierras de Rusia deberían quedar “limpias” de habitantes eslavos, y fueran explotadas en propiedad por los arios de Ucrania.
Y, ojo, esa condena contra la raza eslava incluía por cierto a los habitantes eslavos de Croacia, Serbia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovinia, Montenegro y Macedonia.
En estos momentos, el discurso global anti ruso, en Ucrania y gran parte del mundo occidental, se ha vuelto inocultablemente racista. El odio ahora se enfoca hacia la gente de Rusia, y el presidente ucraniano Volodimir Zelenski, siendo él mismo judío, está proponiendo una cruzada universal en contra de la masa rusa.
Sorprendentemente, quizás olvidándose del horror del Holocausto, hace un par de semanas Zelenski prometió que se propone convertir a Ucrania en un nuevo gran Israel…
Así, pues, nos encontramos con una Guerra de Ucrania en la que, además de las víctimas humanas, se están victimando los valores fundamentales más potentes de la civilización humana, expresados en términos de Derecho:
El Habeas Corpus, destinado a la libertad que establece el principio de inocencia de todo ser humano, mientras su culpabilidad no se demuestre con pruebas indudables.
El Derecho a tener propiedad privada, ante el cual el Estado sólo puede alterarlo con razones de bien público y pagándole al propietario una indemnización justa, antes de que la expropiación se haga efectiva.
Y el Derecho de todo ser humano a ser un ser humano, con plenitud de los Derechos Humanos, sea cual fuere su raza.
Por supuesto, es inevitable preguntarse… “¿Cómo es posible que una guerrita tan pequeña, tanto más trivial que las horrendas guerras de Corea, de Vietnam, de Afganistán e Irak, de Libia, Egipto y Siria… tenga un efecto tan grande sobre la cultura y los valores de nuestra civilización?”
Surge la tentación de decir: “es que la Guerra de Ucrania afecta a gente blanca, a europeos, gente rubiecita”. Pero esa respuesta no sirve, pues ya antes la OTAN lanzó una guerra brutal para desintegrar Yugoslavia, con bombardeo atroz sobre la población civil, y eso no tuvo un efecto ni remotamente comparable con el que está teniendo ahora Ucrania.
No. La respuesta es que esta Guerra de Ucrania no es más que un episodio de otra guerra mucho mayor: como señalé en nuestra crónica anterior, las feroces sanciones impuestas por Estados Unidos y sus aliados contra Rusia no tienen el propósito de poner fin a la guerra.
Es al revés: la Guerra de Ucrania tiene el propósito de justificar las sanciones. Por eso ni Estados Unidos ni la OTAN quieren que Ucrania y Rusia lleguen a un acuerdo diplomático de paz.
Vamos viendo.
El martes 5 recién pasado, la investigadora Heidi Peltier, profesora superior de Asuntos Públicos y Diplomáticos Internacionales, de la Universidad Brown, de Rhode Island, Estados Unidos, entrevistada por el periodista John Hawkins, de OpEdNews, señaló cómo el gobierno de Estados Unidos se encuentra atrapado en una telaraña de mentiras y corrupción que ya durante décadas ha puesto al país en una sucesión inevitable de guerras ruinosas.
Basándose en documentación oficial del propio gobierno, la doctora Peltier demuestra cómo Estados Unidos ha gastado la monstruosa suma de cinco billones 800 mil millones de dólares, o sea 5 millones 800 mil millones de millones de dólares en los 20 años posteriores al ataque terrorista del 11 de septiembre sobre Nueva York.
A esa suma se agregan otros dos coma dos millones de millones de dólares en salarios de militares, atención médica a veteranos de guerra y jubilaciones. O sea, el gasto militar en los últimos 20 años ha sido más de 8 millones de millones de dólares.
Otros documentos contables del gobierno, analizados por el investigador Bill Hartung, señalan con toda precisión que los gastos del Departamento de Defensa de Estados Unidos en el período post 11 de septiembre llegaron a 14 millones de millones de dólares, de los cuales 7 millones de millones fueron a las empresas de contratistas y mercenarios, y los otros 7 millones de millones fueron para las 5 grandes súper empresas de armamento: Lockheed Martin, Boeing, Raytheon, General Dynamics y Northon Grumman Corp.
Todo ese gigantesco volumen de dinero fue manejado con ausencia de supervisión y falta absoluta de transparencia en la totalidad del sistema de contrataciones. Se informa sobre unos primeros contratos a los que siguen muchísimos subcontratos, que a su vez también derivan en un tercer nivel de subsubcontratos… y, por cierto, con eso se pierde completamente de vista hacia dónde va a parar ese río de dinero.
De hecho, la investigadora Heidi Pelter señala que ya en 201, durante el gobierno de Barack Obama, la Comisión de Contratos de Guerra, del congreso, emitió un informe señalando que un tercio de todo el dinero invertido en esos contratos del Pentágono está perdido en una maraña de fraude, despilfarro, abusos y otras formas de corrupción.
Usted ya podrá sacar cuentas del volumen de miles de millones de dólares que se engulle ese oscuro mundillo de burócratas, financistas y expertos en lobby político, todos vinculados con el magnífico negocio de la guerra ¿Por qué esas sabandijas podrían querer que las guerras terminen? Después de Ucrania, ya se están perfilando otras cuantas guerras, posiblemente más grandes.
Decíamos al principio que hay valores fundamentales de la Humanidad que parecen estar agonizando, y que esta coyuntura actual creada en torno de la guerra de Ucrania está acelerando su agonía.
Pero no es sólo nuestra civilización humana la que agoniza. La brutalidad codiciosa de las clases dominantes ya ha puesto en agonía la totalidad del planeta Tierra. Y no es exageración.
El mismo contubernio en torno del gasto de Estados Unidos en el rubro militar es inmensamente mayor que el compromiso financiero mundial de recuperación ecológica y defensa contra el cambio climático. Ya en 2019, una investigación de la Universidad de Durham, Estados Unidos, reveló que las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, por sí solas emiten más polución y consumen más petróleo que todo el consumo de una nación entera promedio a nivel mundial.
En 2007 un informe de la Institución Brookins, reveló que las fuerzas armadas de Estados Unidos consumen el 93 por ciento del consumo total del Gobierno. El Departamento de Defensa tuvo un consumo anual de 30 mil gigawatts/hora en 2016, y consumió cada año 184 mil millones de litros de combustible líquido. Eso equivale a más del doble del consumo total que tuvieron las líneas aéreas comerciales todas en Estados Unidos.
Y algo más grave: Estados Unidos, junto a Gran Bretaña, Canadá, Japón, Australia y Nueva Zelandia, han acordado eximir a sus fuerzas armadas de toda reducción de emisiones contaminantes o con efecto invernadero, como las comprometidas en la lucha contra el cambio climático.
Pueden seguir contaminando sin preocuparse, porque hay que defender lo que, según ellos, es la “seguridad del planeta”.
¿La seguridad de un planeta que está agonizando? ¿A quién realmente puede importarle que hoy día se esté dando la primera vuelta de la elección presidencial en Francia?
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Realmente hay peligro. Cada vez más peligro… Y son demasiados los que están dispuestos a matar pero no están dispuestos a morir defendiendo la sutil realidad espiritual, esa frágil belleza que hace que valga la pena seguir viviendo un poco más.