PODCAST | Crónica de Ruperto Concha: Constitución Planetaria

Por Ruperto Concha / resumen.cl Opción 1: archive.org Opción 2: Spotify https://open.spotify.com/episode/4hkoG8NRRziUK6N9FxntEX?si=8G0z7EomTPaHIy7C0YS-sw Esta última semana de noviembre quedó marcada por la política de Estados Unidos que lanza coletazos al resto del mundo. En sus postreras acciones internacionales, el todavía presidente Donald Trump mandó a su gordo ministro de exteriores Mike Pompeo para dejar una marca de su política en el Asia Occidental. De visita en Israel, Pompeo no sólo omitió cualquier referencia a la atroz represión israelí sobre el pueblo palestino. Además fue el primer político occidental de alto rango en visitar los ilegales asentamientos de colonos israelíes en los territorios palestinos de Cisjordania, donde se encuentran las mejores tierras agrícolas bien regadas por el río Jordán. Hasta ahora se han instalado allí más de 500.000 israelíes, como colonos dueños y señores, desplazando a los campesinos palestinos y destruyéndoles sus plantaciones y sus casas. Pompeo declaró abiertamente que, a juicio de Washington, Israel tiene pleno derecho de ocupar las tierras palestinas. Además, apoyó la ocupación israelí del sector árabe de Jerusalén, y en seguida viajó al noreste de Israel, hasta el territorio del Golán, que pertenece a Siria pero está militarmente ocupado por Israel desde la llamada Guerra de los 6 Días. Y, también allí, Pompeo declaró que Estados Unidos considera que Israel tiene pleno derecho de apropiarse definitivamente de él. Esas declaraciones oficiales del Ministro de Exteriores de Estados Unidos, en términos clarísimos, establece que el actual gobierno que preside Donald Trump hasta el 21 de enero del próximo año, fíjese Ud., no acata ni en lo más mínimo las leyes y normas establecidas por el Derecho Internacional, que declara irremediablemente ilegal la ocupación militar de territorios de otras naciones. En tanto, en el seno del partido Demócrata, ya se han alzado fuertes voces de parlamentarios y dirigentes sociales que están exigiendo que John Biden asuma de hecho su condición de Presidente Electo y comience a emitir decretos presidenciales que contradigan o anulen los que actualmente está imponiendo Donald Trump. Por supuesto, si John Biden lo hiciera, estaría actuando también en forma ilegal, por encima del derecho. ¿Estamos, entonces a nivel, mundial, en una crisis del Estado de Derecho, a merced de los que sean más poderosos y temibles? ¿Qué le espera a un mundo en que el Derecho está desintegrándose, como muchos parecen estar deseando?

Hablando en sencillo y simple, todos tenemos claro que las leyes existen para enmarcar la conducta de la gente, y que las Constituciones, a su vez, son cuerpos legales que enmarcan la conducta de los gobernantes. Pero ¿cuán distintas entre sí pueden ser las leyes y las constituciones políticas de la diversidad de estados nacionales independientes que existen en nuestro planeta? Mirando la Historia Universal, los dos únicos imperios que se sostuvieron durante más de mil años fueron el Imperio Chino y el Imperio Romano. Y ambos imperios se caracterizaron por fundamentar sus gobiernos en cuerpos legales eficaces. Es decir, en un sistema de derecho capaz de gobernar a las multitudes más eficazmente que los ejércitos imperiales. E incluso, fíjese Ud., tras el derrumbe del Imperio Romano, la herencia de cultura jurídica romana ha permanecido estructurando todas las nociones de “Derecho” que siguen vigentes hasta hoy. Durante el valioso período histórico llamado de la “Guerra Fría”, en que los imperialismos del socialismo oriental y el mercantilismo occidental se neutralizaban entre sí, las Naciones Unidas lograron avances magníficos en términos de unificación de los valores de justicia y procedimientos jurídicos en todo el planeta. En esa perspectiva, cobra un sentido especial el panorama noticioso mundial, con el destape de contubernios protagonizados por la clase política gobernante junto con los oscuros sindicatos clandestinos que impregnan y corrompen la burocracia estatal, incluyendo las Fuerzas Armadas y las policías. Ostensiblemente lo que estamos presenciando es la descomposición generalizada del estado de derecho, y ello en momentos en que nuestro planeta se encuentra atiborrado por casi 8 mil millones de seres humanos que parecen embriagados por el deseo de ganar mucho dinero para comprar muchas cosas. Ello, según los más valiosos estudios de ciencias sociales y ciencias naturales, tiene a la humanidad al borde mismo de su propia aniquilación. Y ya casi no queda tiempo para reaccionar, mientras la corrupción mundial enturbia las leyes y la política parece secuestrada por mafiosos.

Ya son muchísimos los informes científicos sobre el cambio climático que ya es catastrófico, y las amenazas biológicas por pandemias cuyo origen parece cada vez más turbio y vinculado con manipulaciones artificiales. De hecho, ya hay un clamor de prestigiosos hombres de ciencia que afirman, derechamente, que estamos demasiado próximos a aniquilar a nuestra propia especie humana junto con la mayor parte de los seres vivos con los que compartíamos este precioso, raro, y pequeño planeta que hasta ahora parece ser el único en todo el universo conocido. En febrero de este año, el filósofo y sociólogo Toby Ord, investigador de la Universidad de Oxford, publicó un libro que está haciendo impacto en los círculos intelectuales de todo el mundo. Y el libro se titula derechamente: “El Precipicio: Peligro existencial y el futuro de la Humanidad”. En conferencia de prensa, dio a conocer que hay ya varias investigaciones biológicas que muestran la aparición de un nuevo virus, posiblemente generado por mutación o evolución, que puede ser tanto o más peligroso que el COVID19. En su libro, el profesor Ord señala que claramente nuevas pandemias pueden ser producidas por esos nuevos virus que pueden aparecer en forma natural o por ingeniería genética. Ya en mayo de este año, las publicaciones BBC, de Londres, y The Conversation, de Estados Unidos, difundieron la conferencia de prensa que ofreció el sociólogo Jeremy Rifkin, actualmente asesor de varios gobiernos europeos en políticas de desarrollo social y ecológico. Rifkin también advirtió crudamente que, en sus propias palabras, “los humanos estamos ya en peligro de extinción, y la gente simplemente no se da cuenta”. De hecho, Rifkin advirtió que es prácticamente inevitable que en brevísimo tiempo más haya un desplazamiento calamitoso de unos dos mil millones de seres humanos, en situación de miseria y contagio, que tratarán desesperadamente de entrar a otros países que parezcan algo más prósperos. Y muchísimo antes, en 1951, fíjese Ud., el célebre matemático y filósofo británico Bertrand Russell había advertido, ante las Naciones Unidas, que el siglo XX iba a desembocar en una situación en que la humanidad o bien se unificaría en un solo gobierno planetario, o, en caso contrario, llegaría a su autodestrucción. En 2014, el físico Stephen Hawking advirtió que las nuevas tecnologías dotadas de la llamada Inteligencia Artificial, constituyen un peligro inminente de destrucción de nuestra civilización y de nuestro planeta. Y por su parte, el periodista y divulgador científico Mark O´Donnell, comentó que quizás no sería tan malo que nuestra especie humana desaparezca, se extinga “tal como los humanos ya hicimos desaparecer a tantas otras especies como el Dodo, el Rinoceronte Negro, las palomas mensajeras… en fin,  incontables especies que los humanos hicimos desaparecer de la faz de la tierra. Bien podemos desaparecer también nosotros”.

En su libro “El Precipicio”, Toby Ord señala que, según los elementos analizados hasta ahora, la posibilidad de que la humanidad entera desaparezca en lo que va quedando del siglo XXI, es de uno a seis. Y, curiosamente, señala que esa proporción de uno a seis es la misma que se da en el famoso juego maldito llamado la “Ruleta Rusa”, donde el jugador apunta a su propia cabeza y aprieta el gatillo de un revólver en cuya nuez hay cinco posiciones vacías pero una está con su cartucho. ¿Jugaría Ud. ese jueguito de tentar a la suerte que rima con la muerte?... El análisis de los peligros de extinción humana, realizado por Toby Ord contempla los bien sabidos riesgos de explosiones de mega volcanes, asteroides enormes o explosión de súper novas. Pero claramente esos peligros, aunque sean reales no le quitan el sueño a nadie. La posibilidad de que ocurran durante este siglo es realmente ínfima. En cambio, las amenazas producidas por los propios seres humanos sí son gravísimas y la realidad estratégica mundial puede precipitar súbitamente un desastre que la gente prefiere imaginar como si fuera poco probable o en un futuro todavía lejano. Guerra nuclear, cambio climático, nuevas pandemias y los otros medios de destrucción humana que secretamente están desarrollando los gobiernos que siguen creyendo que los ejércitos y las armas son más eficaces que las leyes y la sencilla honorabilidad del ser humano natural. De hecho, Ord considera que las aplicaciones de Inteligencia Artificial que se desarrollen sin incorporar en ellas el marco de los valores humanos, constituye uno de los más graves peligros de aniquilación de la humanidad. Es decir, Toby Ord concuerda con sus predecesores en que la raíz verdadera del peligro de aniquilación de la humanidad es de carácter moral y psicológico. Una cultura de consumo enfermizo, de exhibicionismo gritón y casi histérico, que se une a una también patológica necesidad de ser aplaudido por miles interlocutores anónimos en las redes sociales. Según el investigador de Oxford, en estos momentos la humanidad parece exhibir un estado mental propio de adolescentes egoístas y agresivos, proclives al matonaje, mal educados y ávidos de satisfacciones fáciles de comprar. Es decir, una humanidad que se comporta como personitas de alrededor de 15 años, que son un peligro para sí mismas y para los demás.   Finalizando su libro, el investigador Toby Ord nos invita a que nos demos cuenta de lo que nos perderemos si aceptamos aniquilarnos estúpidamente cuando recién nuestra civilización comienza a tener un atisbo de la inmensidad de aquello que la inteligencia humana puede proporcionarnos. Nos dice que estamos psicológicamente en una situación similar a la de los grupos humanos del paleolítico remoto, viviendo en un presente confuso y difícil de comprender, y sin tener ni la más remota idea de lo que lograría la civilización, la mente humana, el espíritu humano, en unos pocos milenios. O sea, en estos momentos no somos capaces de imaginar la dimensión de poder, de vida juvenil, de belleza, de aventura y goce de exploración que podríamos alcanzar en el futuro… si pudiéramos sobrevivir a este estúpido presente dominado por mercachifles codiciosos.   Como fuere, la única esperanza de sobrevivir a la amenaza actual de auto destrucción comienza con una vasta Reforma Constitucional a nivel planetario. Se trata de que el Derecho vuelva a prevalecer, que se cumplan las leyes y que las leyes sean dictadas con la sencillez y la claridad de una fórmula matemática, y que las naciones se unan por la base para custodiar el cumplimiento de las leyes. Custodiar que la educación y la investigación científica sean financiadas totalmente a través de impuestos sobre la aplicación comercial de los descubrimientos y las tecnologías… Y sobre todo, recobrar la intensa energía moral latente en la humanidad a través de la convivencia gustosa, el sentirse a gusto unos con otros, poder confiar en la palabra dada, la esperanza compartida y el empeño audaz en  los emprendimientos. Recordemos que las leyes deben ser dictadas por nosotros y acatadas por nosotros básicamente para no lastimarnos unos a otros y asegurarnos de que lleguemos a ser todo lo libres que se pueda sin lastimar a los demás. Y sobre todo, redactemos la nueva Constitución de Chile orientándola a eso y con la esperanza de que lleguemos a tener una Constitución Planetaria que nos permita sobrevivir al peligro que somos nosotros mismos.

Hasta la próxima, gente amiga. Hay peligro. Pero hay que cumplir el espléndido desafío de generar una nueva Constitución. El peligro está en los intrusos que quieran interponerse entre Ud. y el derecho a legislar para la supervivencia de la especie humana.
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