PODCAST | Crónica de Ruperto Concha: Democracia o tontocracia

Por Ruperto Concha / resumen.cl Opción 1: Spotify https://open.spotify.com/episode/1hy8ltmLVENmTV24IulK3y?si=onzpZui6RXeCsu_WCLGgdA Opción 2: Anchor   Cada habitante de los Estados Unidos, de conducta normal y de clase media, lanza al aire cada año 13.600 kilos de gas carbónico con efecto invernadero. En cambio, cada habitante de la China, igual de clase media, lanza a la atmósfera sólo 8.200 kilos del mismo gas. Se ha calculado con bastante exactitud que cada ser humano emite diariamente algo más de 700 gramos de dióxido de carbono. Es decir, sólo con nuestra respiración los 8.000 millones de seres humanos que nos estamos apretujando en el planeta Tierra emitimos a la atmósfera 5.600 toneladas de gas con efecto invernadero. Y eso no afecta mayormente la salud de la atmósfera terrestre. El problema está en los gases y la variedad inmensa de otras sustancias contaminantes que los 8.000 millones vaciamos en el aire, en el agua y en la tierra de nuestro planeta siguiendo lo que nos dicen que supuestamente podría hacernos más felices. Tener un auto, por ejemplo. Hace 50 años, había en la Tierra alrededor de 320 mil autos, y la población mundial era de 3.837 millones de personas, o sea, poco menos que un auto cada mil habitantes. Este año, según cifras de la empresa encuestadora Hedge hay mil 446 millones de autos. Y en algunos países, como Estados Unidos y Nueva Zelandia, hay prácticamente un auto por cada habitante mayor de 14 años. Y, bueno, cada auto a bencina o a petróleo emite un promedio de 143 gramos de gas contaminante por cada kilómetro que recorre. O sea, la alegría de tener un auto le cuesta al planeta alrededor de 100 toneladas diarias de gas polucionante por cada kilómetro que esos autos recorren. Pero ese volumen de polución es comparativamente pequeño, siendo enorme, si lo comparamos con la polución que emiten las potencias militarizadas. Estados Unidos, por ejemplo, sin estar en guerra, consume diariamente 350 mil barriles de petróleo en sus 800 bases militares que mantiene en todo el mundo. O sea, cada año quema 144 millones 175 mil barriles de petróleo solo por tener sus ejércitos ahí… “por si acaso, nomás”.     En los últimos días, un gran número de grandes economistas, sociólogos y otros hombres de ciencia de mucho prestigio han tratado de hacerse oír en medio del barullo mediático que sigue centrado en los pujos de Estados Unidos que trata de parar el derrumbe de su imperio, sin darse cuenta de que lo que se está derrumbando es el planeta entero. En su edición del miércoles pasado, el gran periódico Asia Times, con base en Hong Kong y Singapur, publicó un extenso artículo del científico Saleemul Huk, director del Centro Internacional para el Cambio Climático, con sede en Bangladesh. Y ese artículo, derechamente, se titula: “El Fin de la Civilización Occidental.” Allí, Saleemul Huk denuncia cómo Estados Unidos y sus aliados, que en conjunto son los principales polucionadores del planeta, han paralizado el pago de los 100 mil millones de dólares comprometidos en la Cumbre Climática de 2009 para iniciar las reformas necesarias para que los países más pobres pudieran renovar ecológicamente sus industrias.  Esos 100 mil millones debían haber sido entregados antes de 2020. Pero en la Cumbre Climática de Glasgow, en 2021, los países del mundo desarrollado simplemente se declararon incapaces de hacer ese aporte. Cien mil millones de dólares, objetivamente, es una suma muy modesta para las enormes economías de Europa y Estados Unidos, pero habría alcanzado para poner en marcha numerosos programas ecológicos en países del Tercer Mundo. Sin embargo, el conjunto de los países ricos de Occidente, encabezados por Estados Unidos, finalmente han rehusado cumplir los compromisos contraídos en las Cumbres Climáticas Mundiales, a partir de la Cumbre de Kioto, en 1997. De hecho, en Estados Unidos, el Parlamento se negó definitivamente a ratificar los compromisos suscritos por el presidente Bill Clinton en aquella época. En cambio, Estados Unidos elevó sus presupuestos militares, en forma ininterrumpida, llegando a superar los 800 mil millones de dólares anuales en los últimos 3 años. Por su parte, el político británico-bangladeshi Murad Kureshi, del Partido Laborista, denunció también la semana pasada que, sólo el año pasado, Estados Unidos y sus aliados de Europa habían invertido dos millones de millones de dólares en compra de armamento, al margen de sus presupuestos militares permanentes. Es decir, la denuncia de Murad Kureshi exhibe que las potencias occidentales, negaron un aporte de cien mil millones para la lucha contra el cambio climático, pero gastaron 30 veces más en adquisición de armas… ¿sería quizás para una guerra que tenían en preparación, para el año siguiente, en Ucrania? ¡Vaya uno a saber!     En junio pasado, en Bonn, Alemania, las Naciones Unidas tuvieron una reunión preparatoria para la próxima Cumbre Climática, la COP 27, que se celebrará en el lujoso balneario egipcio de Sharm el Sheik, junto al Mar Rojo. En la reunión preparatoria, se planteó la petición de los países más pobres de que los países más ricos pagaran una especie de compensación financiera por los daños ecológicos y ambientales que han causado en el llamado Tercer Mundo y, en general, en el cambio climático del planeta. La petición de los países pobres fue agriamente rechazada. De hecho, la Unión Europea rechazó de antemano la iniciación de cualquiera conversación sobre ese tema. Según la organización canadiense “Red de Acción Climática”, los países de la Unión Europea se mostraron sumidos en sus propios problemas económicos y rechazaron cualquiera insinuación de pagos por daños ecológicos. En cambio, aunque cada vez más a regañadientes, esos mismos países han aceptado proporcionar ayuda al gobierno de Ucrania contra Rusia, con un costo del orden de los 10 mil millones de dólares mensuales, además de la donación de miles y miles de millones de dólares en armamento y pertrechos de guerra.     Ante los dramáticos efectos del cambio climático en todo el planeta, la agresiva posición de las potencias occidentales ha sido considerada en el resto del mundo como una muestra de hipocresía que, por un lado dice estar defendiendo los derechos humanos y el bienestar de las naciones, pero que, al mismo tiempo, se niega a responder por el cambio climático que los países ricos han provocado: Devastación por sequías y calores abrasadores en ciertas zonas, y diluvios, inundaciones y  huracanes en otras, fenómenos causados por los países ricos que probadamente han sido los que emitieron las más enormes emisiones de gases polucionadores y con efecto invernadero. Como caso de flagrante hipocresía se ha denunciado la participación del Partido Verde, de Alemania, integrado al actual gobierno en alianza con el Partido Socialdemócrata que encabeza el primer ministro Olav Sholtz. En el actual gobierno alemán, el Partido Verde, supuestamente tan ecologista él, asumió los ministerios de Relaciones Exteriores, bajo la ministra Annalena Baerbock, y de Economía, bajo el ministro Robert Habeck. Desde esos dos importantísimos ministerios, el Partido Verde aparece comprometido a concho en la guerra contra Rusia y respaldando un gobierno que ya anunció un aumento de su presupuesto militar a un 2% del Producto Interno Bruto el país. O sea, el Partido Verde alemán respalda, en estos momentos, entregar 1445 millones de dólares anuales a la compra de armas y aumento del ejército, pero restar drásticamente cualquier aporte de Alemania para mitigar los efectos del cambio climático y generar una transformación verde de la economía mundial. ¿Qué estará ocurriendo, en estos momentos, en la base de los militantes de ese Partido Verde tan poco verde?     Entre los más significativos análisis de grandes personalidades que critican con desaliento la realidad estratégica actual de Estados Unidos, se cuenta el del académico Daniel Bessner, publicado nada menos que en la revista Harper, la más antigua y prestigiosa de ese país, considerada como lejos más importante que Time o Newsweek. Bessner es profesor de Civilización Occidental en la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad de Washington y miembro del Instituto Quicy para la Responsabilidad Gubernamental. En su análisis Daniel Bessner da por concluido el supuesto “Siglo Americano”, como un sueño de dominio estadounidense sobre todas las demás naciones. Más aún, se pregunta: “Qué es lo que viene ahora?”. Analizando las posturas de los políticos, tanto republicanos como demócratas, Bessner ve que Estados Unidos está siendo llevado a prepararse para una suerte de “maratón de súper poderes” entre Washington y Beijing. Y en su análisis concluye que ese enfrentamiento en realidad no puede concluir en la victoria de China ni tampoco en la victoria de Estados Unidos. O sea, no prevé ni que se mantenga el poderío imperial de Estados Unidos ni que surja el dominio mundial de parte de China. Más bien sugiere que el final inevitable del dominio mundial estadounidense derivará en un mundo que estará unificado a través de polos de poder, muchos polos de poder, que lograrán acuerdos globales mediante negociación. Pero, como fuere, Daniel Bessner concuerda en que después del Siglo Americano viene un mundo unificado, porque sólo así se podrá alcanzar un futuro sano en términos económicos y ecológicos. “Porque el mundo… o es uno, o es ninguno.”   Otro académico y economista de enorme prestigio es el profesor Michael Hudson, quien en su análisis expone que la supervivencia del llamado “Occidente”, que se inició en Europa y se centró luego en Estados Unidos, ya perdió su solidez y su capacidad de sostenerse. De hecho, el profesor Michael Hudson plantea que en estos momentos estamos presenciando el fin de la llamada “Civilización Occidental”, que él ve caracterizada por, fíjese Ud., la supremacía de los acreedores sobre los deudores, en un ya milenario juego de la codicia frente a la necesidad. En un admirable análisis histórico, Hudson desarrolla la idea de que el resultado de todo el sistema económico liberal ha sido elevar hasta extremos insostenibles el poder de las concentraciones de riqueza financiera que ya incluso puede obtener ganancias sin ofrecer nada a la venta. Ese poderío de los “acreedores” estaría llevando a extremos inaceptables en que los “deudores” optan finalmente por crear un Poder Equilibrador, de carácter político y cultural. Bueno, un tercer artículo de gran relevancia, es un análisis del ya legendario periodista, reportero internacional y Premio Pulitzer, Chris Hedges, de las actuales acciones del gobierno de Estados Unidos, que fue publicado por el valiosísimo sitio OpEdNews, de Estados Unidos Chris Hedges titula su análisis como “El Triunfo de la Muerte”, y comienza señalando cómo, en estos momentos, es casi imposible mirar hacia el futuro con un poco de optimismo. Por un lado, coincide en señalar el quebrantamiento inocultable del medio ambiente, y denuncia también cómo las élites de la sociedad occidental, los súper millonarios que dirigen las corporaciones transnacionales, los líderes políticos profesionalizados y capaces de manejar grupos oligárquicos, todos ellos juntos parecen obnubilados por ambiciones grotescas, desgajadas de la realidad del planeta. Principalmente el análisis de Chris Hedges se centra en el patético gobierno del presidente Joseph Biden y sus demenciales apuestas estratégicas que han provocado una ruina económica a nivel planetario y que ahora lo lleva a saludarse con juvenil e íntimo saludo de puño con el reyezuelo de Arabia Saudita, al que había jurado reducir a la condición de paria.     Los análisis que he mencionado aquí me han parecido extremadamente valiosos y creo que Uds., gente amiga, pueden desear leerlos. Estoy traduciéndolos y de aquí al miércoles próximo los pondré a disposición de quienes se interesen en ellos. Bastará que me los pidan a mi correo “[email protected]”     Lo más importante que nos están ofreciendo es una visión lúcida e inteligente sobre el difícil, turbio y desalentador futuro que parece abrirse ante nosotros. ¿Podremos ver a tiempo cómo es ese futuro tan cercano? Mientras tanto, se nos están mostrando las asombrosas imágenes logradas con los súper telescopios orbitales, que nos permiten ver con tanta claridad y a todo color cómo aquellas galaxias, estrellas y mundos existieron y se aniquilaron y murieron hace decenas de miles de millones de años… Nos muestran el pasado remoto cuando no logramos ver el futuro inmediato. Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Hay que tener los ojos y el corazón bien claros ante el peligro
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