Por Ruperto Concha / resumen.cl
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En su reunión en Suiza, el miércoles 16, no sólo se mostraron cortesía. También los presidentes Joseph Biden y Wladímir Putin se las arreglaron para que hubiera también un poco de cordialidad, lo que no era fácil por la presencia de los cancilleres Sergei Lavrov, siempre serio y adusto, y Antony Blinken, desafiante casi hasta la insolencia.
La reunión no fue larga. Unas 3 horas. Para Estados Unidos, fue inesperado que haya sido Biden el que tomó la iniciativa e invitó a su colega ruso al que poco antes había calificado de “asesino”, y en todos los rincones políticos se preguntaban qué se podría esperar de tal reunión en momentos en que la gran prensa estaba acusando a Rusia de casi todos los males que sufrían los altísimos y sagrados valores cristianos y democráticos de Occidente.
En términos de la gran prensa, Wladímir Putin era casi, casi tan “horroroso” como el chino Xi Jinping.
¿Para qué querría entonces Joe Biden juntarse con él?...
Ambos jefes de Estado, sin embargo, concordaron finalmente en que la Cumbre de Ginebra había sido “productiva”, aunque sólo el tiempo dirá si esos resultados serán concretos y positivos.
Siempre en un tono cordial, Putin rechazó de plano todas las acusaciones sobre supuestos cíber ataques y violaciones a los derechos humanos durante su gobierno en Rusia, a las que calificó de “absurdos sin prueba alguna”. Y, respecto de Ucrania y Bielorrusia, Biden y Putin acordaron aceptar que no estaban de acuerdo en nada.
Sin embargo, Joe Biden se orientó a la realidad neta de que, fíjese Ud., no es posible de ninguna manera aislar a Rusia en términos de estrategia. Por lo tanto, según declaró ante la prensa, “lo que logramos fue establecer una base clara para negociar estratégicamente con Moscú, y para mantener una relación entre Estados Unidos y Rusia”.
Biden tomó la iniciativa de proponer algunos temas en que ambas potencias podrían colaborar. Por ejemplo, admitió que Estados Unidos necesita la ayuda de Rusia en la zona geográfica del Ártico que ya se ha convertido en una valiosa ruta marítima comercial.
También según Biden, se mencionó la posibilidad de establecer unos “corredores humanitarios” en favor de los habitantes de Siria, Irán y Afganistán, donde Washington necesita la ayuda de Moscú.
Y, con mucho énfasis, Joseph Biden declaró en su conferencia de prensa que Rusia lo que menos quiere ahora es comenzar una nueva guerra fría, pues tiene una frontera de miles de kilómetros con China... Una China que avanza a ser la mayor economía del mundo y que está buscando tener el más poderoso ejército del mundo.
Bueno, muchos de los más agudos analistas internacionales han coincidido en que con ese enfoque sobre la relación de Rusia y China, el presidente Biden parece implicar que, según él, la Rusia de Wladímir Putin es ingenua y algo tontita.
Y las declaraciones del propio presidente Putin sobre la calidad de los vínculos entre Rusia y China confirmaron que, al parecer, la ingenuidad no está en Moscú, está en Washington.
Sin embargo, Moscú y Washington emitieron dos declaraciones conjuntas que sin duda lanzan una saludable luz sobre el sombrío panorama de enfrentamiento global entre las potencias de Oriente y las potencias de Occidente.
La primera establece que ambas potencias contemplan una base clara sobre la cual seguirá la relación de Estados Unidos y Rusia. Y eso implica que en un futuro muy cercano Moscú y Washington darán comienzo a un diálogo de seguridad y equilibrio estratégico
Y la segunda, que ha sido considerada casi como un juramento, es la que dice: “Estados Unidos y Rusia reafirman el principio de que una guerra nuclear no puede ser ganada, y, por lo mismo, jamás deberá ser iniciada”.
Entre las pocas decisiones tomadas por esta Cumbre de Ginebra, se cuenta la decisión de prolongar durante 5 años más la vigencia del Tratado Start-3, que limita el número y la potencia de los respectivos arsenales de misiles atómicos, incluyendo el armamento de las respectivas flotas submarinas.
Para eso las cancillerías de ambos estados comenzarían de inmediato sus consultas recíprocas para la materialización del nuevo Tratado.
Y, en relación con la alarmante situación en la frontera de Ucrania y Rusia, en que el gobierno ucraniano amenazó lanzar un potente ataque sobre las provincias de Donetsk y Donbass, habitada por rusos desde hacer más de 3 siglos, también el presidente Joseph Biden dio señales de cambiar la posición de Washington de apoyo incondicional a Ucrania.
Eso implica imponer sobre el gobierno ucraniano el llamado “Protocolo de Minsk”, que impone el cese absoluto de todas las acciones de guerra sobre aquellas provincias.
En palabras del presidente Biden, el futuro de esas provincias del este de Ucrania deberá establecerse sólo mediante diplomacia y negociaciones.
Se entiende así el amargo silencio del gobierno de Ucrania, y el atragantado silencio de la OTAN luego de la Cumbre de Ginebra.
De hecho, los diseños estratégicos de Estados Unidos habían incluido la incorporación de los ejércitos de la OTAN, es decir, los ejércitos de toda Europa, a las maniobras militares iniciadas en el sudeste asiático, enfrentando en tono desafiante a la presencia de fuerzas marítimas y terrestres de la China.
Pese al apoyo de la cúpula de la OTAN, todos los gobiernos de la Unión Europea se mostraron reacios a participar. Únicamente Inglaterra adhirió, parcialmente. Con ello quedó en claro que para Europa China no es una potencia necesariamente enemiga. Y, a la vez, los europeos tienen claro que sus fuerzas sólo deben prepararse para el caso de una crisis militar con Rusia, que está ahí, a su lado.
En tanto, el abastecimiento de gas natural para Europa ya se ha vuelto tan insuficiente que incluso se está considerando la posibilidad de volver al uso de carbón que había sido suprimido por contaminante.
De ahí que el gobierno de Joseph Biden, finalmente, tuvo que ceder y dar paso libre a la puesta en marcha del gran gasoducto North Stream 2, que duplica el abastecimiento a Europa de gas natural ruso.
¿Cómo repercute esto en las pretensiones imperiales que aún se mantienen en Estados Unidos?
En realidad, ya la propia Reserva Federal de Estados Unidos está dando la voz de alarma por el gigantesco volumen de dinero lanzado por el gobierno para enfrentar la crisis económica provocada por la pandemia del COVID19.
En presidente del Banco de la Reserva Federal en Saint Louis, James Bullard, declaró el jueves pasado que ya hay una cantidad de dinero circulante que necesariamente comenzó a generar inflación, una inflación muy rápida.
De hecho, hay más dinero disponible que bienes que puedan ser comprados. La producción de bienes y servicios es insuficiente, y por ello la demanda es mayor que la oferta, y los precios necesariamente suben.
Eso se traduce en desvalorización del dinero. Desvalorización del dólar. Y, por efecto de esa desvalorización, se produce un aumento del valor del Yuan, la moneda china, que ya está a sólo 6 por dólar.
Para China, un aumento del valor del Yuan tiene un efecto negativo para sus exportaciones de productos que se encarecerían.
Frente a eso, China ha aumentado sus exportaciones de productos hacia Estados Unidos, aumentando con ello el déficit comercial estadounidense, pero, a la vez, permitiendo que haya suficiente abastecimiento de bienes para frenar la inflación.
O sea, la supuesta guerra comercial entre China y Estados Unidos se transforma en una economía que enriquece cada vez más a China, pero que, a la vez está frenando una inflación que podría liquidar al dólar como divisa del comercio mundial.
De hecho, gran parte del superávit comercial de China en Estados Unidos, que ya el 2020 aumentó en un 17%, llegando a 376.000 millones de dólares, el gobierno chino lo está invirtiendo en comprar bonos de la deuda estadounidense. Y esos mismos bonos le permiten a China disponer de recursos para invertir en nuevas empresas en diversos países del mundo.
Hasta ahora, en realidad depende de la China que haya o no inflación en Estados Unidos, que la inflación se traduzca en recesión y que el dólar se pueda desplomar en su valor mundial.
En estas circunstancias, las economías de las naciones están buscando alternativas complejas que incluyen desde el uso de criptomonedas hasta otras formas complejas de dinero digital, y, también, el respaldo al dinero mediante convertibilidad en oro, tierras raras, metales, o, incluso, compromisos de abastecimiento agrícola.
Dentro de Estados Unidos, ya se están haciendo sentir procesos de descomposición social que implican un dramático aumento de situaciones de violencia explosiva que a menudo llega a extremos criminales.
De hecho, la prensa estadounidense está mostrando que hay un alto número de personas de origen asiático que están emigrando fuera del país, incluyendo jóvenes altamente calificados y de familias acomodadas, que ahora prefieren ir a estudiar fuera de Estados Unidos, en China, en Corea, Rusia, Japón y algunos países de la Unión Europea.
Para varios analistas científicos, se estaría produciendo un fenómeno de psicología social que necesariamente provocará transformaciones culturales y políticas, como una forma de evolución dialéctica de la civilización humana.
En América Latina resulta innegable que las esperanzas y promesas de prosperidad neoliberal han resultado desacreditadas, llevando a un retorno masivo a gobiernos de corte socialista-democrático, claramente distintos de las propuestas leninistas antiguas que implicaban dictadura del proletariado.
Al margen de los triunfos electorales de la centro-izquierda en México, Argentina, Bolivia, El Salvador y Perú, las encuestas más recientes anuncian que en las próximas elecciones de Brasil, de Chile, de Nicaragua, Honduras, Guatemala e incluso Colombia, serían ganadas por partidos y conglomerados políticos definidos como antineoliberales y claramente tendientes a la izquierda.
De hecho, la última encuesta de opinión realizada por la CELAG en Colombia señala que un 75% de la opinión pública colombiana apoya las protestas contra el gobierno derechista de Iván Duque, que ya sólo tiene un respaldo de 23% .
Frente a él, el ex guerrillero de las FARC Gustavo Petro, fundador del Partido Colombia Humana, aparece con un apoyo de 60%, y se prevé que sería ganador en las próximas elecciones presidenciales.
Eso, por supuesto, sería demoledor para el dominio estadounidense en la región, e incluso podría marcar el fin de la ya tan desprestigiada Organización de Estados Americanos, la OEA.
Por cierto, de materializarse las actuales perspectivas políticas, las elecciones presidenciales de los próximos años transformarían por completo el ajedrez político latinoamericano.
En el caso de Chile, el enorme gasto público en auxilio para enfrentar la pandemia de Covid-19 ha vaciado dramáticamente los recursos monetarios del Estado y del sistema de administración de fondos de pensiones, sin generar alternativas económicas que sean productivas.
Es decir, el Estado chileno se encuentra al borde de la indigencia.
Eso hace prever que el próximo gobierno, que muy posiblemente sería presidido por el candidato comunista Daniel Jadue, tendrá que procurar captar inversiones de China, sobre todo para los proyectos de producción industrial de hidrógeno mediante energía eléctrica fotovoltaica, para la exportación, y la refinación de litio y otros productos de minería que hasta ahora eran exportados en bruto.
¿En qué términos se producirá y evolucionará el reemplazo de los inversionistas tradicionales, estadounidenses y europeos, por estos nuevos inversionistas provenientes de un estado comunista que no permite la concentración de riqueza en manos privadas más allá de un límite claramente establecido?...
Por cierto, Chile, como casi toda América Latina, tiene que prepararse para su adaptación eficaz y positiva a una realidad social, cultural y económica dramáticamente distinta de todo lo que conocíamos.
Y, para Estados Unidos, el desafío de tener que adaptarse a una nueva realidad mundial, que ya no podrá controlar como potencia imperial… ¿podrá encarar eso con una eficacia pacífica e inteligente?...
Por ahora, todavía Estados Unidos cree poder seguir con sus políticas de derrocar gobiernos indóciles y reemplazarlos por otros más afines a su interés imperial. Está claro que ya no pudo derrocar Estados Unidos al gobierno bolivariano de Venezuela, ni al gobierno de Cuba, ni al gobierno sandinista de Nicaragua. ¿Intentará todavía nuevas aventuras golpistas?
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense, hay peligro. Y el principal peligro sería ser incapaces de adaptarnos a una nueva realidad que tendremos necesariamente que aprender.
Imagen: AFP | Obtenida de semana.com